martes, 28 de febrero de 2012

Casi no quedan parejas elegantes.

   Veo las palabras de Chritsopher Plummer a su esposa, en su discurso de agradecimiento por el Oscar a Mejor Actor de Reparto y repito inconscientemente una frase muy oída y muy cierta: ya no quedan parejas como las de antesAún a riesgo de parecer carca, y plenamente consciente de que voy a recibir críticas feroces, atroces y voraces (lo cual no me importa demasiado porque soy “muy así”, como diría Mafalda), tengo una sentencia que dictar: estamos ante una polarización extrema en las relaciones. Y, lo más grave, ninguna de las dos clases es elegante.

Christopher Plummer, agradecido a su esposa, estatuilla en mano

   Por un lado tenemos la clase de cortejo más primitiva, bizarra y cazurra, enfocada casi en exclusiva a la apariencia y buscando compañía en el sentido más vacío, sin preocuparse por la compatibilidad emocional. Antiguamente, este tipo, vasto y desagradable, se circunscribía a ámbitos determinados, pero hoy se puede contemplar en cualquier lugar, clase social o entorno. Incluso en los medios de comunicación hay programas dedicados exclusivamente al solaz esparcimiento de estos especímenes. Por lo general, son personas que gustan vestir descocadamente, mostrando sus atributos físicos y que utilizan lenguaje poco (o nada) elevado con su pareja, y muchas frases hechas que oyen en esos mismos programas. Sí, es todo un ejemplo de círculo vicioso.
Logotipo de uno de los programas a los que me refiero.

   Además, obedecen a ciertos clichés nada favorables, no sólo desde el punto de vista de la elegancia, sino ya en lo tocante a conciencia y autoestima sociales: los celos, la posesividad, el machismo, la promiscuidad selectiva (“yo puedo relacionarme con quien quiera, pero pobre de mi pareja si lo hace”) y, como base de todo eso, el egoísmo y la discriminación. A este respecto, es preocupante (al menos, tal es mi parecer) que un miembro de la pareja tenga carta blanca para hacer lo que se le antoje y que el otro miembro tenga que aceptarlo de plano o se tenga que conformar con ridículos premios de consolación. Sin duda, lo grave es que el otro se conforme y, efectivamente, acepte estas condiciones.

Pareja empalagosa en público.

   En el otro polo, están los que llegan a niveles alarmantes y saturantes de empalago y reiteración. Que nadie se engañe, este extremo es igual de peligroso que el anterior, porque perpetúa unas determinadas conductas disfrazándolas además de un  romanticismo presuntamente positivo, que en realidad carece de contenido. ¿Cómo reconocer a este segundo tipo? Es muy sencillo, ya que “por sus actos los conoceréis”. Son personas que hablan engoladamente, usando palabras cursis, pertrechados con regalos “de película” (rosas rojas, osos de peluche o algo que tenga forma de corazón como colgantes, pulsera, gemelos, dibujos de la corbata, pegatinas en el móvil, …), que siempre están manifestando su amor en público, y que no demuestran ningún tipo de trato especial a su pareja, es decir, que tratan igual a toda persona que ocupe ese puesto.

Típicos símbolos de amor que de tan repetidos devienen en fúitles, inanes, fríos.

   Una cosa fascinante, sobre todo en lo tocante a esto último, es que no llaman a su pareja por su nombre de pila o por un apodo exclusivo, propio, sino por motes NADA originales (cariño, tesoro, cielo, cuchicuchi, bichito, …). Francamente me maravillo de la cantidad de gente que gira la cabeza cuando alguien grita en plena calle “¡¡Cariño, espera!!”... es como si todos estuviesen emparejados con todos. Así pues, propongo que cuando su pareja les llame algo así por primera vez, le corrijan inmediatamente diciendo: “No me llames -menciónese aquí el mote de marras- ¿o acaso estás saliendo con el 95% de la población?”.

   Cuando alguien quiera seducir a alguien, o alguien esté siendo seducido por otro, analicen bien la estrategia que se sigue. Daré ahora consejos para, gracias a sencillos gestos y datos, descubrir a una posible pareja indeseable o, si nos vemos reflejados en ellos, asumir que los indeseables somos nosotros. Fíjense, sobre todo, en:

Julia Roberts y Patrick Bergin, en "Durmiendo con su enemigo" (1991)

-  que la mirada de quien está pretendiendo sea limpia y franca, sin que sea huidiza, pero tampoco invasiva.
-  que sus gestos sean mesuradamente tímidos y mesuradamente seguros. Una excesiva seguridad implica soberbia, y una excesiva timidez puede significar un cambio abrupto de personalidad cuando la pareja esté afianzada.
-  que la actitud respecto de su espacio vital no sea demasiado opresiva, lo que sería dato inequívoco de posesividad. Es lógico que quieran estar junto a la persona que les gusta, pero con limitaciones.
-  que las demostraciones de afecto, si son en público, sean mínimas y en todo caso correctas. Lo contrario implicará, con total seguridad, que estamos a una persona celosa que puede llegar a ser peligrosa.
-  Que los regalos o detalles sean realmente detalles, es decir, que si su color favorito es el azul, les traigan una bufanda azul y no amarilla (salvo que les vaya a hacer juego con otra cosa que ya tienen, pero que NO ha sido también regalo suyo... lo contrario puede ser síntoma de obsesiva manipulación). Los regalos excesivamente onerosos suelen conllevar una oculta inseguridad de quien los regala y los mencionados regalos “de película” denotan falta de implicación emocional o de originalidad.
-  que deje que la relación lleve y adopte su propio ritmo. Un acuciante interés por conocer su casa, padres, amigos, etc., no es buena señal. Del mismo modo que una negativa tajante e indefinida a que Ud. conozca su casa, padres, amigos, etc., puede suponer que esté Ud. perdiendo el tiempo,… como mínimo.

Max de Winter (Laurence Olivier en el cine) demuestra cuán
malo es fiarse de las apariencias en la obra de Daphne du Marier.

   Obviamente, todo lo anterior no son reglas matemáticas, sino pequeños trucos de análisis que deberán aplicarse con juicio y sin paranoias. Se supone que todos tenemos una especial habilidad (incluso científicamente demostrada en algunos aspectos) para percibir una mayor o menor compenetración con los demás. ¡Usémosla!. En resumen, no hay nada como la naturalidad. Si alguien nos gusta o le gustamos a alguien hemos de hacer uso de los nervios lógicos, disfrutar ese momento de vacilación “le gustaré, no le gustaré, le gustaré”, y procurar mostrar y ver la verdadera forma de ser de cada uno. ¿Que sale todo bien?... maravilloso... ¿que al final no cuaja la historia?... maravilloso también, y aplicamos lo de “cero al cociente, y bajamos la cifra siguiente”.

   El amor, la atracción, el emparejamiento, es algo tan hermoso, que nos hace sentirnos tan vivos, que no debemos estropearlo ni dejar que nos lo estropeen. Las personas con conductas soeces, tensas, empalagosas, angustiosas, apremiantes, insensibles, que nos impiden disfrutar del cortejo, deben ser erradicadas “ipso facto” de nuestras vidas. El tiempo es demasiado valioso para perderlo y, sobre todo, puede que si mantenemos estas situaciones insanas, acabe siendo demasiado tarde cuando hayamos decidido desembarazarnos de ellas.

   Como siempre, en el medio está la virtud. 


lunes, 20 de febrero de 2012

Los Premios Goya 2012.

   En este análisis de la ceremonia de entrega, la vigésimosexta para ser más exactos, de los Premios Goya, una vez más, no me centraré en cuántos Goya ha recibido cada película, ni en quiénes han sido los premiados en cada categoría, ni mucho menos en si el galardón es o no merecido, en su caso. Para eso hay personas mucho más preparadas que yo y es su labor, en la que no me pienso inmiscuir (lástima que los demás no tengan esa consideración y sí se entrometan en las funciones de protocolo, imagen y organización de los profesionales en estos ramos). Mi evaluación versará sobre la elegancia en esta gala, distinguiendo para ello dos facetas: una de la que es responsable la organización, y otra que afecta a los asistentes.


   Antes de la entrega propiamente dicha, y como suele ser en estos casos, hay que hacer especial mención a la “alfombra roja”, como ayuda para un primer examen de la etiqueta de los invitados y de los aspectos más espontáneos del protocolo y organización, puesto que siendo el pistoletazo de salida y no habiendo bambalinas tras las que esconder los errores, se aprecian éstos en toda su magnitud. De hecho, se pudieron ver múltiples carreras de los miembros de la organización, que además iban ataviados de una manera demasiado descuidada, a mi modo de ver: sin duda, las ayudantes no pueden llevar vestidos largos, pero para eso se inventaron los uniformes, pienso yo, para evitar que cada una vaya de una forma distinta, y nada acorde a la naturaleza del evento.

Michelle Jenner, una de las más elegantes de la noche.

   Aunque en las últimas ocasiones la alfombra era verde por motivos publicitarios, este año se ha recuperado nuevamente el rojo, y sobre la misma hicieron su entrada los actores, directores, productores y demás convidados. En general, desde el punto de vista de las exigencias de vestir que conlleva un evento nocturno, las aplaudo a ellas en su mayoría, y reconozco el esfuerzo de muchos de ellos (aunque otros optaron por camisas negras, chaquetas de colores -verde o marrón-, corbatas en vez de pajaritas o incluso pajaritas de colores -azul o granate-). Obviamente, hay excepciones como Isabel Coixet o Benito Zambrano, que no respetaron la etiqueta en absoluto, como sin duda era su intención.

   Ya en lo tocante a la ceremonia de entrega, y partiendo del escenario, se respiraba un acertadísimo interés por dar la envergadura que el evento requería. Una decoración exquisita que combinaba lo clásico del fondo con lo moderno de los atriles, de líneas curvas y minimalistas.
Eva Hache, en el magnífico escenario donde tuvo lugar la entrega de los premios.

   El punto de partida consistió en una amena actuación musical de la conductora de la gala, Eva Hache, junto a varios actores y actrices, después de la cual vinieron las palabras (y chistes) de bienvenida y apertura de la ceremonia. Personalmente, me gusta que en un evento de cine, se hable de cine, dejando a un lado las críticas políticas, aunque en este caso el enfoque de los chascarrillos centrándose en la crisis me pareció comprensible y aceptable. No obstante, me sigo preguntando por qué es necesario que en los guiones o discursos de humor se usen tonos inapropiados... por qué hay que usar un lenguaje chabacano y en ciertos casos, escatológico (un término de este estilo se repitió hasta tres veces a lo largo de la noche). Me parece totalmente inmaduro, poco original y, obviamente, de mal gusto.

   En cuanto a las entregas de premios, propiamente dichas, alabo la decisión de suprimir los guiones entre los entregantes, por dos motivos: porque casi nunca se los sabían y era nefasto verles quedarse en blanco o confundirse, y porque así se agiliza el ritmo de la gala ya que, como siempre hay algún galardonado que se extiende en sus agradecimientos, se compensa de este modo ese tiempo. Debo destacar, por su elegancia y corrección, a Martiño Rivas que introdujo del siguiente modo el video de los nominados: “Y ahora es el turno del Goya (…). Éstos son los finalistas”, en lugar del menos grácil Paco León, que en su caso dijo “Y ahora vamos al Goya (…). Los finalistas son...”. Parecerán menudencias, pero la percepción que se tiene sobre la profesionalidad o distinción de uno y otro es opuesta.

Cayetana Guillén-Cuervo y Quim Gutiérrez, elegantes presentando a los nominados.

   Dentro de los galardonados, en general se cumplió con la etiqueta. Como nota curiosa, la premiada con el Goya a Mejor Diseño de Vestuario, era sin duda de las peor vestidas: americana y leotardos negros con lentejuelas. Fue satisfactorio que uno de los agraciados con el Goya al Mejor Guión Adapatado reconociese divertido que se ponía traje por primera vez desde su Primera Comunión, o la preocupación de José Coronado por haberse roto el botón de su chaqueta. La elegancia en el vestir demuestra la importancia que el invitado concede al evento, y si los miembros de la industria audiovisual española no respetan sus propias ceremonias, no pueden pretender que desde fuera de la profesión, o de España, sea tenido su trabajo en cuenta.
Raúl Arévalo, con un esmóquin de corte moderno (véase el escaso largo de la chaqueta).

   Los discursos fueron, en líneas generales, correctos y breves. Pero siempre hay alguien que da la nota. Unos por querer ser demasiado reivindicativos o hacer promoción de sí mismos, por ser exageradamente sobreactuados, de fingida emotividad, o sencillamente cursis, otros por abruptos, de malos modos, revelando el egoísmo de la persona galardonada, todos ellos deberían quedar para el recuerdo de lo que NO se debe hacer. Repito, fueron la excepción, aunque los hubo. Hago una mención especial, por su profesionalidad y humildad en su discurso, a Juan Pedro de Gaspar, Goya a Mejor Dirección Artística, saludando a su familia “con el permiso de la audiencia”.


Vídeo donde se aprecia el grandioso escenario y la inapropiada indumentaria de 
Isabel Coixet, quien parecía haber sido atacada por una jauría de lobos de camino a la gala.


   Valoro muy positivamente detalles como que los sobres no estuviesen cerrados a cal y canto, que en categorías con varios premiados hubiese una estatuílla para cada uno,  que el discurso institucional fuese pronunciado por tres personas restándole monotonía (aunque ignoro por qué tuvo lugar después de haber entregado ya algunos Goya, como quitando importancia a esas categorías), y que la presentadora hiciese burlas apropiadísimas sobre el mismo, y que poco a poco vayamos consiguiendo dar una imagen más relevante de estos premios por medio de la elegancia de los asistentes (casi todas fueron de vestido largo y casi todos de esmóquin).

   Valoro muy negativamente que alguna todavía no sepa cómo sostener el vestido para bajar o subir escalones (María León se remangó la falda hasta la cintura), que los premios supuestamente más importantes a Mejor Dirección y Mejor Película fuesen entregados por personas que no llevaban la vestimenta adecuada (Isabel Coixet en el primer caso y Saura en el segundo) y que la ovación al Goya de Honor fuese tan tímida y, como siempre, sin ponerse en pie.
Tradicional foto de familia con los galardonados y entregantes.

   Poco a poco, parece que se quiere dar a los Goya el reconocimiento que merecen como “La gran noche del cine español” dando más importancia formal a la parte “gran noche”, de modo que se controla cada vez más lo peor y menos elegante de la parte  “cine español”. Vamos por el buen camino, pero aún queda por hacer.

   Como siempre, en el medio está la virtud.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Premios y distinciones: una correcta ceremonia.

   Como contrapunto a las galas de entrega de premios de cine o música, están las de reconocimiento de un mérito con carácter oficial. Me refiero a los nombramientos como hijo predilecto o adoptivo, graduaciones académicas, medallas de oro, condecoraciones, doctorados honoris causa, ...

   Se organizan más bien como un acto de mayor o menor solemnidad que se celebra generalmente en la sede del ente otorgante (Gobierno, Ayuntamiento, Paraninfo universitario, …) o lugar tradicional al efecto. En estos casos, suele haber uno o pocos premiados y la entrega va precedida de la lectura del acta donde el órgano describe los motivos que ameritan el premio y la decisión formal de su concesión.

El actor Javier Gutiérrez, con su galardón como "Ferrolano del Año",
flanqueado por los Alcaldes de Ferrol y Lugo

   Como el órgano suele ser colegiado, lo más usual es que haya una mesa presidencial donde se sienta la representación de ese órgano, a la que se dirige el premiado para recoger su galardón. Lo más correcto es saludar a todos los miembros de la mesa, dejando para el final al presidente de la misma, que suele ser quien hace entrega física del premio o diploma (o imposición, en caso de medallas o bandas).

   Aprovechando que ya sabemos de antemano quién es el premiado, podemos optar porque se siente en una butaca o estrado que, sin estar junto a la mesa presidencial, sí puede ubicarse en la misma tarima o escenario. Otra posibilidad es reservarle un sitio de honor en la primera fila de butacas, aunque en este caso estaremos obligándolo a subir las escaleras o la rampa, con los riesgos que ello conlleva en estos momentos de nerviosismo y emoción, agravados según la edad del sujeto. Lo que no es adecuado en este tipo de ceremonia es mezclar a los premiados entre el público, ya que no hay sorpresa en su nombramiento, que ya es conocido “a priori”, sino solemnidad en la entrega del galardón o la imposición de la medalla o insignia.

Paraninfo durante un Doctorado "Honoris Causa". Se puede var que Doctorando y Padrino
ocupan un lugar destacado a la izquierda de la tarima.

   Otro tema a tener en cuenta es el premio en sí. Si se trata de una medalla, insignia diploma o banda, no habrá mayor problema, puesto que no se trata de objetos pesados ni voluminosos, pero cuando se entrega una estatuilla, trofeo o placa, el engorro que ello ocasiona al premiado se antoja contradictorio con el fin de homenaje del acto en sí. Para eliminar este tipo de óbice, se puede decidir:

-  o bien no se entregan los premios, sino que se colocan todos sobre una mesa a la vista de los premiados y del público y aquéllos los recogen al finalizar el acto o se les hacen llegar a su domicilio posteriormente.
-  o bien se hace la entrega, habilitando una mesa auxiliar donde depositar el premio provisionalmente o se dispone de una persona o grupo de personas que se encargue de recoger el premio de manos del premiado (que ha vuelto a ocupar su sitio), de su custodia y posterior entrega al premiado respectivo.


   En los premios Príncipe de Asturias, por ejemplo, se hace acertadamente un combinado de ambas, y los premios destacan en una mesa situada tras el atril en la que permanecen estáticos toda la gala, aunque a cada premiado se le entrega en mesa presidencial un diploma.

   En todo caso, es primordial que la solemnidad se respete, puesto que premiar implica un homenaje a una persona o institución por una buena labor, por algo en beneficio de la comunidad que lo agasaja, o por un descubrimiento que merece ser celebrado. Aunque no podemos llegar a un nivel de estricta severidad que incomode a los galardonados o a los asistentes, si con una mala organización, o con un desarrollo farragoso del acto, diluimos esa solemnidad lógica y necesaria, estaremos malogrando simultáneamente ese homenaje presumiblemente merecido.

   Como siempre, en el medio está la virtud.



lunes, 13 de febrero de 2012

Con lo fácil que es seguir las normas...

    Últimamente hemos visto mucha creatividad, un tanto de improvisación y un mucho de incorrección en los aspectos más formales de acontecimientos más o menos importantes.

   Los criterios que se esgrimen para justificar estas, en mi opinión, garrafales e inefables meteduras de pata son de lo más variopinto... como se suele decir, “hay para todos los gustos”: razones políticas, razones estéticas, lavados de imagen, acercamiento al pueblo, etc.

Al recibir al Presidente de Cataluña, no había bandera de Europa, que sí se utilizó
en el encuentro con el Presidente de Murcia. Este cambio... ¿a qué se debe?

  Me pregunto a qué viene eso de cambiar las cosas. Y de cambiarlas, hacerlo bien. Por ejemplo, si un invitado nuestro es alérgico al marisco, no pondremos de entrante una tartaleta de cangrejo y gambas, sino una tartaleta de espinacas y jamón... lo que no podemos hacer es servir una tartaleta de sucedáneo de cangrejo y gambas, porque aunque el invitado alérgico podrá comerla, los demás invitados estarán degustando un entrante de baja calidad, en comparación con el que podrían haber probado ya que ellos NO son alérgicos.

   Con los elementos más ceremoniosos u oficiales pasa lo mismo. Si para contentar a un sector de la población, un Estado o un grupo político se colocan las banderas de un modo incorrecto (o deja de incluirse alguna de colocación preceptiva), se está ofendiendo o puenteando a la población, Estado o partido político cuya enseña resulta perjudicada en la oficiosa colocación.

Tras el ex-Presidente de los Países Bajos, la bandera española está bien colocada...
no así en la entrevista con el ex-Presidente de Colombia. 

   A veces, el problema está en seguir la moda. Pero hay que tener presente un factor crucial: los diseñadores crean con fines creativos o comerciales atendiendo, respectivamente, a su propia inspiración o a los gustos de su público o clientela potenciales. Rara vez piensan en la etiqueta o el protocolo en la vestimenta de los actos, ya que no es ese su cometido. Si alguien se guía, por tanto, por las últimas tendencias a la hora de acudir a un evento oficial o solemne, puede que no respete las normas de indumentaria. Así que, después de ser criticado, que le reclame al lucero del alba.

   Pensemos en una receta de cocina. ¿No aparece siempre al lado de cada ingrediente, la cantidad, siquiera aproximada, que habremos de utilizar en función del número de comensales? ¿Y no se indica el tiempo de horneado y la temperatura a la que debe estar el fuego durante la cocción? Y todas estas indicaciones las seguimos a pies juntillas por la cuenta que nos trae, ¿no es así?. Pues entonces, no alcanzo a comprender por qué las normas de protocolo se saltan a la torera con tal impunidad y sin remordimiento alguno.

Ver a la esposa del Príncipe de Asturias, uniformado, de esta guisa en
un acto militar solemne en Marín, indigna y sorprende a partes iguales.

  Aunque es cierto que las pautas del ceremonial pueden revelarse en algunos casos insuficientes, y ahí sí que será necesario aplicar la creatividad o hacer las cosas a ojo de buen cubero, ello no quita que los actos o las facetas de un evento (precedencias, banderas, orden de entrada y salida, intervenciones, …) que están sobradamente reguladas deban observarse. No se puede incurrir en aberraciones como las que estamos viendo últimamente, pretendiendo ampararse bajo el paraguas de la conveniencia o de la estética. Aunque también me hago cargo de que mucha culpa la tiene el intrusismo en la profesión de comunicación y ceremonial.

   Como siempre, en el medio está la virtud.



viernes, 10 de febrero de 2012

Cómo hacer un Perffet.

   El término “Perffet”, que debo confesar que es de mi absoluta invención y que asumo de antemano que sólo yo usaré, se aplica a un “Perfecto Buffet”. Parecerá absurdo esto, pero no todos los buffets se realizan de la forma correcta, ni mucho menos. O hay exceso de solemnidad, lo cual es la antítesis del buffet, o hay exceso de despreocupación, lo cual es la antítesis de la elegancia.


   En vez de sentar a los invitados en una mesa o en varias, la naturaleza del buffet es que los invitados se sirvan ellos mismos, sostengan su plato, y coman de pie. Hasta aquí, todos conformes. Sin embargo, siempre habrá que hacer matizaciones, máxime en casos de buffet sin servicio:

- un Perffet cuidará que los invitados no se cansen. Hay que asumir que algunos de los asistentes tendrán circunstancias de edad o discapacidad que puede hacerles querer desertar antes de pasar demasiado tiempo en pie. Lo considerado es habilitar butacas (o sillas de jardín, si tal es el escenario del buffet) para estas personas, aunque evitando que sean las únicas que se puedan sentar o que queden excluidas del resto de conversaciones. Otra opción plausible es colocar dos sofás en esquina, aprovechando un rincón iluminado e integrado en el ambiente de la sala.
El hielo, imprescindible en cualquier buffet, sobre todo en verano.

- un Perffet cuidará la decoración. A diferencia de un almuerzo o cena sentados, en el buffet sólo hay una mesa con la comida, otra con las bebidas, el hielo y las copas y otra mesa auxiliar con los platos y cubiertos limpios a usar por los comensales. No obstante, algunas reglas que en la mesa usual han de cumplirse, no operan en este caso. Así, por ejemplo, el mantel deberá llegar hasta el suelo (sin excesos, ya que no queremos que alguien lo pise, se tropiece o lo arrastre por el suelo) y los adornos decorativos podrán ser más altos que de costumbre, ya que el contacto visual no queda interferido (de todos modos, si la mesa de buffet está ubicada en el medio de la sala, y no a lo largo de la pared, evitemos profusión de jarrones o floreros largos, puesto que hay gran posibilidad de que alguien los derribe: no todos los invitados tienen un mismo nivel de... delicadeza). Si hablamos de una cena buffet, las velas siguen siendo casi obligatorias.

Carrito de buffet, con corpatimento para cubiertos.

- un Perffet facilitará el empleo del menaje. Además de la mesa auxiliar, deberemos distribuir mesas de pie a lo largo de la sala (si podemos jugar con distintas alturas, será otro elemento decorativo más), evitando interferir en el flujo alrededor de la mesa buffet. Estas mesas impedirán que los comensales practiquen malabarismos o equilibrios con sus plato, tenedor, copa, servilleta y demás (carteras, bolsos, …), pudiendo apoyar su copa mientras degustan de pie los manjares ofrecidos. Si se ofrece el buffet en un espacio con escalera y algún invitado opta por sentarse en los peldaños para comer, podemos preverlo y habilitar un montoncito de servilletas de mesa (más grandes que las de buffet) para que las coloquen en su regazo y evitar así manchas o salpicaduras sobre su falda o pantalón.


- un Perffet facilitará la ingesta. Es importantísimo, aunque no siempre se cumple, que los platos estén preparados para ser ingeridos con la mano o con el tenedor, pero sin usar cuchillo (recordemos que para comer sólo disponemos de una mano, ya que con la otra sujetamos el plato). Las verduras deberán ir bien cortadas, sin que las hojas de lechuga parezcan sábanas, los trozos de carne deberán ser lo suficientemente pequeños como para ser susceptibles de introducirse enteros en la boca, y todo debe ser fácilmente trinchable, puesto que no disponemos de cuchillo para empujar o sujetar mientras  ensartamos con el tenedor. Y si me apuran, los canapés, emparedados, profiteroles, buñuelos o pasteles que se sirvan, deberán ser lo suficientemente pequeños y compactos de modo que no haya que comerlos en dos tiempos, sino enteros, pues de lo contrario, al masticarlos es muy probable que el relleno se escurra por los laterales, o gotee.

Las toallitas básicas son las de limón, pero las hay de otros colores y olores,
y se puede personalizar el envoltorio con un anagrama o logotipo corporativo o personal.

- un Perffet será previsor. Hemos acabado lo que teníamos en el plato y no queremos repetir... ¿qué hacer con el plato vacío? Para evitar que la gente tenga que sostener su plato una vez terminado de comer, o que las mesas de pie se conviertan en cementerios de platos usados, lo más práctico es que haya una mesa o carrito ubicado en un sitio discreto donde la anfitriona coloque su plato y sus cubiertos usados, dando veladamente instrucciones de cómo han de hacer los demás. Lo ideal será que para los cubiertos sucios haya un cajón o un recipiente amplio, de porcelana o cristal preferentemente con tapa (nunca de acero inoxidable o plástico). Una idea muy de agradecer es colocar un dispensador de toallitas de limón (o poner los sobres de toallitas en un recipiente bonito) para limpiarse las manos antes de pasar a los postres, sobre todo si se han servido alimentos para comer con la mano (de lo contrario, habrá cola en el aseo para lavarlas).

   Con estas apreciaciones, y otras que se vean sobre el plano a la hora de organizar y estructurar todo el almuerzo o cena, el éxito del buffet está garantizado. Y los anfitriones sólo deberán ocuparse de recibir a los invitados, recoger sus abrigos y de servir las bebidas. Porque aunque el buffet sea el modo más pragmático y cómodo de ofrecer un ágape, la categoría y los deberes de los anfitriones no disminuyen ni un ápice.

   Como siempre, en el medio está la virtud. 

domingo, 5 de febrero de 2012

La Misa en colores

   Hoy es un día especial y diferente, y como homenaje a cierta persona muy querida por mí, procedo a exponer uno de los aspectos más formales, más plásticos y estéticos del ceremonial religioso: el color.

   Hay colores que influyen en la vestimenta de calle de los clérigos y que vienen determinados por la jerarquía y que afecta al cíngulo o fajín, la esclavina o muceta, la capa, los guantes y el solideo (bonete que cubre la coronilla): púrpura los Obispos y Arzobispos, rojo los Cardenales y blanco el Papa (no sólo el cíngulo y el solideo, sino toda la vestimenta).

Un cardenal y un obispo se saludan.

   Pero los colores también varían de cara a la vestimenta litúrgica, sobre todo en lo que a estolas, dalmáticas y casullas se refiere (no así el alba, que siempre es blanca). El primer elemento que ayuda a comprender los entresijos de estas normas específicas de protocolo es el llamado “año litúrgico”, que se computa mediante dos sistemas concomitantes: Ciclo Temporal (es decir, división del año según las etapas religiosas: Adviento, Cuaresma, etc.) y Ciclo Santoral (atendiendo a las distintas festividades individuales). Tanto uno como otro influyen en la vestimenta de los ministros que ofician la liturgia, y así, a grandes rasgos, los colores que a cada uno corresponden son:

Verde: es el color proporcionalmente más usado, porque se corresponde con el llamado Tiempo Ordinario. Se podría decir que es el color comodín: si no hay que usar ninguno de los otros, se usa el verde.

Blanco: empleado para celebrar las fiestas más importantes del año: Navidad (que abarca desde el 25 de diciembre hasta el domingo posterior a Reyes), Pascua (desde el Domingo de Resurrección hasta la fiesta de Corpus), Jueves Santo, Todos los Santos (1 de noviembre), o fiesta de Cristo Rey (fecha de fin del año litúrgico, que se celebra el domingo anterior al primero de Adviento, en noviembre)

Morado: su tono luctuoso es el apropiado para celebrar los momentos de espera antes de las dos grandes fechas, en los períodos de Adviento (desde el domingo posterior a Cristo Rey hasta el 25 de diciembre) y Cuaresma (desde el Miércoles de Ceniza, después del Carnaval, hasta el Miércoles Santo), así como en los funerales y demás  misas por un difunto.

Rojo: el color de la sangre es, lógicamente, el indicado para conmemorar a los mártires. También se usa en Domingo de Ramos (inicio de la Semana Santa), Viernes Santo, Pentecostés (séptimo domingo siguiente al de Resurrección) y en los funerales por Papas y Cardenales.

Negro: muy en desuso, sólo se utiliza para la celebración de la Misa de Fieles Difuntos (2 de noviembre).
Rosa: de la mezcla de morado y blanco aparece este color que se puede utilizar en los domingos de Gaudete (tercer domingo de Adviento) y de Laetare (cuarto domingo de Cuaresma), como pequeño regocijo en medio de los tiempos previos a Navidad y Ramos, respectivamente.

Azul: España goza de privilegio para utilizar este color en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre) y en otras festividades importantes de la Virgen María.
 
   Así pues, sin necesidad de memorizar los distintos tramos del año litúrgico, ni saberse de memoria el Martiriologio Romano, con sólo ver el color de las ropas de un clérigo, podremos saber más o menos de qué trata la celebración. Aunque no seamos unos fervorosos devotos, ni siquiera creyentes, manejar estos datos puede sacarnos de un aprieto o ayudarnos en algún momento. Además, el saber no ocupa lugar.

   Como siempre, en el medio está la virtud.