viernes, 18 de octubre de 2013

Representando con mejor o peor fortuna.

   ¡Qué bonito es el verbo "representar"! Ya sea poner en escena una obra teatral, ya sea actuar en nombre de la familia en una ceremonia, o bien parecer más joven de lo que se es -el típico "¿Tienes esa edad ya? ¡Pues no la representas!" que para algunos es mejor que el aire puro-.


   Pero lo mejor es cuando una institución, agrupación o persona muestra su confianza en uno hasta el punto de que le deja que actúe "en nombre de". Significa investir a esa persona de una presencia, de una relevancia y de una apostura tremendas, sobre todo en casos de representación personal y voluntaria. De este tipo de representación hemos visto varios ejemplos esta última semana. Por ejemplo, el Cardenal Angelo Amato actuó representando a la Santa Sede en la ceremonia de beatificación que se celebró en Tarragona el pasado domingo, día 13. Un día antes, Su Alteza Real el Príncipe Don Felipe presidía el desfile militar que con ocasión de la festividad de la fiesta nacional tuvo lugar en Madrid, y lo hacía en sustitución o representación de su padre el Rey. Y ayer, Soraya Saenz de Santamaría representó al Presidente del Gobierno en una entrega de premios en Barcelona.


Su Alteza Real Don Felipe, presidiendo el desfile del Día de la Hispanidad
en representación de su padre

   En los dos primeros casos, la representación tuvo lugar sin incidentes, y asumiendo cada uno su lugar. Por ejemplo, por primera vez en el desfile del día de la Hispanidad el himno en los honores de ordenanza fue la versión breve de 27 segundos, en vez de la versión de 54 reservada al Rey, y las banderas de las unidades no saludaron al paso de la tribuna presidencial donde estaba Su Alteza, porque éste no es Capitán General de los tres ejércitos. Y estos cambios se hicieron sin mayor problema y sin ningún tipo de suspicacia por parte de los protagonistas. 


   El tercero y más reciente de los ejemplos propuestos, no obstante, sí ha desencadenado comentarios y actitudes poco o nada deseables. ¿El motivo? Simple y llanamente político. No hay que darle más vueltas. Pero para entendernos, hagamos un resumen de los elementos: entrega de premios organizada por una entidad privada a la que están invitadas, entre otras, dos autoridades procedentes de los gobiernos central y autonómico catalán. Y ahí se arma el lío y, lo que es peor, se esgrime el protocolo como arma arrojadiza, y como velo para ocultar una grosería y una lucha política. 

Pese a haber presidido el desfile y pronunciar el brindis posterior,
el primero en precedencia no es el Príncipe, sino Su Majestad la Reina. 

   En un acto al que acuden el Presidente de una Comunidad Autónoma y un Vicepresidente del Gobierno central, la precedencia está clara, según jurisprudencia constitucional: primero el Presidente autonómico y luego el Vicepresidente estatal. Es igualmente incontestable que si concurren Presidente estatal y Presidente autonómico, éste ocupa un lugar ulterior al de aquél. También está claro en el artículo 9 del Real Decreto 2099/1983 que en una sustitución el sustituto no se arroga la precedencia del sustituido, salvo que éste sea el Rey o el Presidente del Gobierno y el otro le esté representando "expresamente". Pues bien, he aquí el resquicio que se ha usado en esta ocasión.

   ¿Iba la Vicepresidente en sustitución "expresa" del Presidente ausente -camino de la Cumbre Iberoamericana- y por tanto ocupando su lugar también en precedencia o no? Si entendemos que sí, porque la ley que regula el Gobierno central así lo estipula, entonces es lógico pensar que cierra la ceremonia el discurso de la Vicepresidente. Si entendemos que no había representación por escrito firmada por el Presidente donde éste nombra "ad hoc" a la Vicepresidente su representante para ese acto, ésta acude en calidad de Vicepresidente (no de Presidente en funciones) y cierran el acto las palabras del Presidente autonómico. Al final, los organizadores del acto entendieron que tenía más sentido aplicar la primera opción: sustitución expresa del Presidente del Gobierno con asunción de su precedencia por parte de su sustituta a la sazón. Y el Presidente autonómico decidió no acudir, mandando a un subordinado suyo en su representación.

Los dos protagonistas de la última trifulca mal llamada "protocolaria".

   Pero no olvidemos una cosa, también con el Real Decreto 2099/1983 en la mano, y es que los actos los preside la autoridad que los organiza, que puede cederla o no, según mejor le convenga. Naturalmente, como juiciosamente dice siempre Don Rafael Vidal, "no vamos a invitar a alguien para no tratarle bien", y no cabe pensar que la ceremonia fuese a ser presidida por el jefe de la entidad ante la atónita mirada de la Vicepresidente (o Presidente en funciones) y el Presidente autónomico. En mi opinión, incluso si consideramos que tiene razón en el razonamiento protocolario, la actitud del Presidente de la Generalitat es de un mal gusto indudable, e incluso la tildaría de infantil, demagógica e impropia de una persona con tal grado de representatividad de una población entera.


   Ahora viene lo que más me gusta de todo: los titulares periodísticos, ávidos siempre de carnaza fresca, que rezan "Mas planta a Soraya", como si el grosero desdén lo tuviera el Presidente de la Generalitat para con la Vicepresidente, cuando en realidad a quien está haciendo el desplante es a la entidad organizadora del acto, que es quien lo ha invitado. Tristísimo, en cualquier caso, que se utilice una norma protocolaria para poder dar una patada política en el suelo. Si algo me disgusta del protocolo es lo politizado que está. Nunca me cansaré de decirlo. Es como si Ferrá Adriá, apasionado por la cocina, viera cómo se politiza una paella en función de si es más importante que lleva arroz valenciano o marisco gallego. Insólito, ¿eh? Pues eso es lo que está pasando con el protocolo, que en vez de dejarle cumplir su función dinamizadora y comunicativa, apaciguadora de egos mal llevados, está siendo utilizado como argumento denigrado y denigrante, como excusa barata usada por quienes quieren imponer su voluntad, sean del bando que sean. 

   Como siempre, en el medio está la virtud.



   Imágenes de internet.