jueves, 12 de diciembre de 2013

Horror vacui

   El "horror vacui", que literalmente significa "miedo al vacío", es una característica del arte en la que no se deja ni un ápice de la superficie del lienzo u objeto sin pintar, sin decorar. Es decir, con mayor o menor fortuna estética, se trata de cubrir todo. Si hay suerte y maña, resultará un conjunto pictórico deslumbrante. Si no, estaremos ante un abigarramiento de colores, formas, etc.


   Precisamente ayer destacaba la sencillez de las ceremonias escandinavas de los Nobel, y hoy quiero hacer mención a la misa que tuvo lugar a la vez en Johannesburgo en memoria de Nelson Mandela. La voy a resumir en una palabra: horror (vacui).

Abrazo de reconciliación entre las dos mujeres de Mandela:
Winnie Mandela (ex-mujer) y Graça Machel (viuda)

   A las 11 de la mañana, en el estadio de fútbol Soccer City y bajo una lluvia incesante, comenzaba la ceremonia, a la que asistieron representantes de más de 90 países (Jefes de Estado y de Gobierno incluidos), y que prometía ser emotiva, solemne, y memorable. Pues lo primero, lo fue a ratos. Lo segundo, no. Lo tercero, sin duda, aunque no me atrevería a decir si en buen sentido. 

El Soccer City, con ocupación irregular dada la, a ratos, torrencial lluvia

   Vaya por delante que el hecho de realizarla en un estadio de fútbol donde no ha mucho se jugó el último Mundial hasta la fecha (el ganado por la selección de España, por cierto) ya me pareció arriesgado. Es decir, las muchedumbres son difíciles de controlar "per se", así que si encima las metemos en espacios asociados mentalmente al jolgorio, la energía, los gritos, los cánticos... pues ya me contarán Ustedes. El lugar no es muy propicio para un servicio religioso fúnebre, la verdad. ¿La explicación? Es que así cabía más gente. Un horror (vacui).



   Por otro lado, simplemente echando un ojo al programa de la ceremonia, se veía una sucesión poco menos que interminable de discursos e intervenciones. Diecinueve, ni más ni menos (que al final, resultaron ser veintitrés). Y ante esto, o nos echamos a temblar, o nos agenciamos una butaca cómoda. ¿Era necesario que hablase toda esa gente? Sin duda, no, no lo era. Un horror (vacui).

SS.AA.RR. los príncipes Victoria de Suecia, Haakon de Noruega y
Felipe de Borbón (junto al Presidente de México, Peña Nieto)

   Analizando los discursos, algunos de ellos eternos, el mensaje era calcado. Usarían distintas palabras y énfasis, pero el mensaje era el mismo. Honrar a Mandela, sus valores y su trayectoria. Pues bien, si de ello se trataba, con los discursos de sus nietos (por cierto, los más originales, sentidos y breves), del Presidente de las Naciones Unidas y de la Presidente de la Unión Africana era más que suficiente. Después, sermón y, por último, palabras de gratitud y cierre del Presidente de Sudáfrica. Todo lo demás, como acabo de leer en un artículo, puro marketing en favor de los oradores. Un horror (vacui).

La viuda de Mandela, Graça Machel, a su llegada al estadio. 

   Y ahora, respirando hondo, hablemos de la actitud de respeto de los asistentes. ¡Ojo! No me refiero a la gente de las gradas, que saltaban, cantaban y bailaban porque así acostumbran honrar a sus difuntos (aunque el Vicepresidente del Congreso pidió respeto y silencio en reiteradas ocasiones), y que además estaban exultantes por la lluvia que, según la tradición, cuando cae en un funeral es porque "las puertas del cielo se han abierto para recibir al difunto". Mejor miremos la actitud de los representantes de los Estados. Jefes de Estado y ex-Jefes de Estado bromeando, riendo, alternando en las gradas, como si estuvieran, de hecho, en un partido de fútbol. Para empezar, algunos ya llegaron tarde. Otros, se sacaron "autofotos" al uso adolescente. Todo, recordemos, en un oficio fúnebre. ¿Para qué fueron si no tenían pensado guardar el rigor y gravedad debidos? ¿Por hacer bulto? Un horror (vacui).

Me remito a la expresión de ira contenida de la Primera Dama de los EEUU
para explicar esta imagen. La acompaño totalmente en el sentimiento.

   Los puntos positivos: la oración interreligiosa a cargo de cuatro ministros judío, hindú, islámico y cristiano (muy integrador, muy al estilo Mandela), la actitud de la familia del homenajeado (sin dramas ni llantos, y guardando la compostura), los discursos de los nietos (sobre todo el ejemplo que les dio su abuelo sobre que "un grupo de árboles resiste los golpes del viento, pero el árbol que sobresale es tumbado por él", consejo sobre la humildad que deberían seguir muchos de los allí presentes) y la presentación y bienvenida a cargo de Cyril Ramaphosa (muy correcta y directa). Un punto positivo más iba a ser el intérprete de signos que tradujo los discursos junto al atril... pero todavía no está claro que fuese un intérprete de verdad, según últimas noticias, con lo cual puede acabar siendo un punto muy negativo.... ¡y ridículo, garrafal, dantesco, inefable!

El presunto intérprete de signos, traduciendo lo que dice Cyril Ramaphosa.

   Los puntos negativos: ciertos fallos de organización, algunos errores en los tratamientos (se refirieron a Felipe de Bélgica como "Su Alteza Real", cuando ya es "Su Majestad", como bien sabemos), las reprimendas del Sr. Ramaphosa a la concurrencia (tenía razón, pero no hizo más que dar mayor relevancia y protagonismo a esas faltas de respeto y, además, ¡interrumpía discursos para lanzar estas regañinas!)) y el criterio de precedencias en las gradas que no fui capaz de entender (si alguien tiene la gentileza de aclarármelo, le obsequiaré con mi eterna gratitud). 

El saludo entre el Presidente de los EEUU y el de Cuba,
considerado el más impactante momento del día.
   Pero, eso sí, Mandela es y será siempre un ejemplo de valor, resistencia, humildad y compasión. No tiene la culpa el homenajeado de que resulte el homenaje, como en este caso, un horror (vacui).

   Como siempre, en el medio está la virtud

Imágenes de RTVE y Gabinete de Protocolo
   



   

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Premios Nobel: oda a la sencillez

   Muchas veces se me ha oído decir (o leído) que "menos es más", que la solemnidad y la celebración no están en absoluto reñidas con la sobriedad. El ejemplo lo hemos visto ayer, sin duda, en la península Escandinava. Oslo primero y Estocolmo después han dado una lección de elegancia y verdadera pompa en sendas ceremonias de entrega de Premios Nobel. ¿Han necesitado para ello toneladas de flores? No. ¿Acaso una sucesión de discursos a cual más emotivo y reivindicativo? No. ¿Sombreros como los de Ascott, quizás? No.

Planos del Salón del Ayuntamiento de Oslo, en ausencia de los protagonistas.
La inicial de Nobel, destacando en dorado sobre el enmoquetado del escenario.


   De hecho, y dado que el destino y la casualidad son así de caprichosos, hoy se simultanearon los premios en honor a Alfred Nobel con un oficio religioso en memoria del difunto Nelson Mandela. Y más casualidad es todavía que Mandela fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz justamente hace 20 años, puesto que estos premios se entregan el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Nobel. Pues bien, gracias a este antojo del sino, hemos podido comparar unas y otra ceremonias, aunque las comparaciones sean odiosas (e inevitables).

Los premiados, en pie esperando la llegada de SS.MM. los Reyes de Noruega,
que ya ha sido anunciada por las fanfarrias.

   Comencemos por Oslo. A las 13:00h hacía su entrada en el Salón del Ayuntamiento de Oslo la representación de la entidad premiada (la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas), quienes se dirigieron al estrado y esperaron de pie junto a sus asientos. Al punto, sonó una fanfarria que anunció la llegada de "Deres Majesteter" (Sus Majestades), y una vez sentados éstos en sus tronos, comenzó una pieza musical introductoria de la ceremonia. Los príncipes herederos no acompañaron a Harald y Sonia en esta ocasión, puesto que estaban representando a la familia real noruega en Sudáfrica. La etiqueta exigida para este evento matutino fue de traje oscuro para los caballeros y traje corto para las damas.

Los Reyes de Suecia escuchando el discurso del Presidente del Comité.
Centrada en el atril, la efigie de Alfred Nobel.

   El primero de los dos discursos corrió a cargo de Thorbjorn Jagland, Presidente del Comité de los Premios Nobel. Como era de esperar (casi obligatorio, diríamos) la primera referencia fue para Nelson Mandela, por la coincidencia ya explicada y por la propia personalidad, valores y relevancia del propio Mandela. Y sin más, se habló de la necesidad de abolir las armas químicas, exhortando a países como Angola, Corea del Norte y Egipto a que ratifiquen el Convenio Internacional sobre esta materia. 

Entrega del Premio Nobel de la Paz 2013

   Al fin de este discurso, y tras un despiste momentáneo del señor Jagland (se sentó antes de dar el premio), se hizo entrega al Director General de la OPAQ de la medalla de oro y el diploma que acreditan a dicha organización como galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2013. Ambos tomaron asiento (esta vez ya según lo previsto), mientras una segunda pieza musical era interpretada, a cuyo fin tuvo lugar el discurso de agradecimiento de Ahmet Üzümcü. Tras el mismo, otra pieza musical de despedida.

Tras el discurso de agradecimiento, los Reyes felicitan a los representantes de la OPAQ

   Por último, los Reyes saludan y felicitan a la delegación de la OPAQ allí presente, se hacen la consabida foto de familia, y abandonan el Salón Azul al son de una fanfarria, en compañía del Presidente del Comité. Seguidamente, hacen lo propio los miembros de la OPAQ y termina la ceremonia. Así, sin más... ni menos.


El escenario del Palacio de Conciertos, listo para comenzar.
En las butacas azules, la Familia Real y miembros de la Fundación Nobel.
En las butacas rojas, los galardonados.

   Más tarde, a las 16:30, en el país vecino, comenzaba la Ceremonia de entrega de Premios Nobel en el Palacio de Conciertos de Estocolmo. Un redoble de tambor anunciaba la entrada de los Reyes Carlos Gustavo y Silvia, que iban acompañados por su hijo el Príncipe Carlos Felipe y su yerno el Príncipe Daniel. Ninguna de sus hijas estaban presentes: Victoria, representando a la familia en Johannesburgo, y Magdalena, imposibilitada para volar dado su avanzado estado de gestación.


Sus Majestades y Sus Altezas Reales, en pie, escuchando el himno real sueco.
Tras ellos, la mesa con los premios que se entregarán inminentemente.

   Como la propia página oficial de los Premios advertía, la etiqueta requerida era de frac y pajarita blanca para ellos, y vestido de noche para ellas. Y así cumplieron los premiados, y también las dos mujeres que intervinieron: Jean Munro (que acudió a recoger el premio en nombre de su madre, Alice Munro) y Juleen R. Zierath (que presentó a los premiados en Fisiología o Medicina). Lógicamente, también Su Majestad la Reina Silvia, que portaba la "Tiara de las Nueve Puntas" de la Reina Sofía de Nassau, que ya lució en la boda de su hija la Princesa Magdalena.

Con todos los protagonistas ubicados en sus sitios,
comienza la ceremonia con el discurso del Presidente de la Fundación Nobel.


   Una vez escuchado, en pie, el himno real, tomaron asiento. Y al son de una música interpretada por la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo (a la batuta, Andreas Hanson) entraron en dos filas los galardonados y los miembros de la Fundación Alfred Nobel. El discurso de apertura lo pronunció Carl-Henrik Heldin, Presidente de la Fundación Nobel (de nuevo, haciéndose mención a Mandela y al premio horas antes). El atril, en vez de estar centrado en el escenario, se ubicó hacia la derecha del mismo, para que los oradores no ocultaran el busto de Alfred Nobel, que presidía junto a las banderas de Suecia y Noruega, colocadas sobre el palco de la Orquesta.

La "N" en medio del escenario, punto de encuentro del Rey con los premiados.
Primera reverencia de los galardonados, al Rey. Todo el mundo en pie.


   Después, se entregaron los premios de Física, Química, Fisiología o Medicina, Literatura y Economía, siguiendo el mismo esquema, a saber:

- un relator o relatora cantaba las virtudes de los galardonados, explicando por qué son acreedores de la medalla y el diploma. 

- el relator o relatora anunciaba su placer al invitar al galardonado a recibir el premio de manos de Su Majestad, el Rey.

- el Rey y el galardonado se encontraban sobre la "N" (inicial de Nobel) que imperaba sobre la moqueta en medio del escenario y se entregaba el premio, al son de una fanfarria y con todos los asistentes en pie.

- el galardonado inclinaba la cabeza tres veces: ante el Rey, ante el relator y miembros de la Fundación (que devolvían el solemne saludo) y ante el público del patio de butacas. Acto seguido, tomaba asiento.

Los otros dos saludos reverenciales que hacían los premiados:
a los relatores y miembros de la Fundación, y al público. Todo el mundo en pie.

   Durante la ceremonia, la música estuvo presente y amenizó la entrega de los premios. Mención especial hay que hacer por su buen gusto en la elección de la pieza "I could have danced all night", de la banda sonora de "My Fair Lady". Mención obligada... por motivos obvios, ¿no?.

Entregado el último premio, suena el Himno Nacional de Suecia y la Familia Real se va.
En la mesa, ya no quedan premios por dar.


   Tras la entrega de todos los premios, la Orquesta entonó el "Du gamla, Du fria", himno nacional sueco, que escucharon todos en actitud respetuosa y en pie, como debe ser. A su fin, la familia real abandonó el escenario, y los miembros de la Fundación felicitaron a los recién premiados.

Sobre la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo, las banderas sueca y noruega.
Las reales butacas, a la espera de los Premios Nobel 2014.


   De este ceremonia se extraen dos premisas importantes para cualquier acto, a mi modo de ver. Más que importantes son incluso calificables de cruciales: cuando se entrega un premio la concurrencia ha de estar en pie (máxime si lo entrega un Jefe de Estado o de Gobierno), y no es necesario que hable todo el mundo (más bien al revés). Porque es agotadora una remesa de discursos repetitivos, que no hacen más que aburrir, cuando queda patente que los silencios se pueden llenar muy bien con una pieza musical breve, que es cien mil veces más ameno, no hay ni que decirlo.

En el Salón Azul del Ayuntamiento de Estocolmo, entrada en procesión de
los comensales de la mesa de honor en el banquete de gala tras la ceremonia

   Si se quieren intervenciones de los premiados, se hace como en este caso: en el transcurso de otra ceremonia (el banquete ofrecido en honor de los galardonados en el Salón Azul del Ayuntamiento de Estocolmo) se les deja hablar. Pero ya es en otro espacio, ya es con otro público, hay un brindis que propone el Presidente de la Fundación Nobel en honor del Rey de Suecia, y otro que propone éste en honor de Alfred Nobel, hay procesión de entrada de invitados, procesión de postres con bengalas... y así no se carga a la misma ceremonia con todos los discursos. Se puede escuchar a todos (siempre que sea necesario), pero hay que saber dosificarlo.

Tradicional procesión de los postres.
Las vistosas bengalas resaltan en la penumbra del salón

   Como siempre, en el medio está la virtud. 

Imágenes de www.nobelprize.org