viernes, 21 de septiembre de 2012

Para contestar así... mejor no hacerlo.

 Acabo de enterarme de esta noticia publicada en El Economista donde se recoge una respuesta a una postulación laboral.

   Por una parte, sí es cierto que el correo electrónico remitido por Carlos es claramente genérico. Y los expertos en Recursos Humanos aconsejan informarse previamente sobre datos de la empresa, su labor, e incluso, de ser posible, obtener un nombre o puesto concreto dentro de la misma al que dirigir el "curriculum vitae". Hasta aquí, fallo de Carlos.

Imagen de la conversación entre Carlos y la empresa
 
   Por otra, la respuesta que se le da es exageradamente desagradable, engreída y nada profesional. Para empezar, acusar a una persona por no tutear es directamente incomprensible. Aunque alguien solicite puesto laboral a una persona de menor edad que la suya, el tratamiento correcto es el de "Usted" porque, como decía mi abuela, no hemos desayunado juntos esta mañana, así que no veo de dónde se pueden tomar esas confianzas sin permiso ni trato previos.

   Para continuar, el lenguaje es excesivamente coloquial, con lo cual el propio mensaje didáctico (si es que se pretende tal cosa en esa respuesta) pierde efectividad, dando paso a una relajación absoluta de las formas y, por ende, pérdida vertiginosa de credibilidad por parte de la empresa que contesta.

   Por último, lo que es absolutamente intolerable, ya no sólo desde el punto de vista de la educación, los modales o el respeto, sino incluso desde un enfoque más económico, laboral o de eficiencia, es que la respuesta se dé sin haber leído el perfil profesional de Carlos. Me explico: si Carlos fuese realmente una persona influyente (cosa que no sabemos y no deja de ser posible) podría dedicarse a hundir la imagen de la empresa. Del artículo se colige, de hecho, que la reputación digital de la misma quedó muy dañada a raíz de la repercusión que tuvo en las redes sociales todo este asunto. Y, por otra parte, imaginemos que Carlos fuese el candidato perfecto, efectivamente, y que la empresa responde así dando por sentado que no lo es: la empresa habría perdido un activo muy valioso para sus intereses, dejando de contratar a alguien inmejorable porque ha tenido el error de remitir un correo genérico.
   

Así pues, y dado que se trata de una empresa dedicada a la Comunicación, sólo podemos decir que "en casa del herrero cuchillo de palo", y que Carlos podría haber replicado, perfectamente, algo parecido a esto:

"Viendo que en esta empresa hay tanto tiempo disponible para responder tan prolijamente a mi solicitud laboral, y tomando tal circunstancia como que la carga de trabajo no debe de ser mucha, casi es mejor para mis intereses que hayan descartado mi candidatura, motivo por el cual les doy infinitas gracias. Atentamente, etc."

  Aconsejo a los responsables de la Comunicación de las instituciones públicas y privadas que respiren hondo antes de responder... o no responder, directamente, si las técnicas de relajación no sirven en ese momento.    

   Como siempre, en el medio está la virtud.





domingo, 12 de agosto de 2012

Identifíquese... o no pasa.

   La última noticia que leo sobre Londres pone ante mí un oxímoron de envergadura olímpica, nunca mejor dicho: un miembro de la organización de los Juegos Olímpicos impidió el paso hacia la zona mixta (espacio reservado para deportistas) a Su Majestad Doña Sofía y a Su Alteza Real D. Felipe, ya que carecían de acreditación. No sirvió el argumento de su real identidad y su intención sanísima de felicitar a un deportista español, el taekwondista Nicolás García, por la medalla de plata recién obtenida.


   Aquí está la paradoja a que me refiero: un mal profesional que cumplió indudablemente con su deber. Este galimatías se explica desde dos momentos temporales, aplicando analógicamente la teoría jurídica de la causalidad... muy útil, por otra lado, para establecer las responsabilidades:

- Causa próxima: en ese momento, el responsable de la zona acotada impide diligente y correctamente el paso a personas "a priori" no autorizadas ni identificadas como para acceder a ella. Hasta aquí, todo bien.

- Causa remota: el "pero" es que, siendo miembro de una organización de este calibre, no sólo por su relevancia mediática, sino también por su implicación internacional, la participación de Jefes de Estado y de Gobierno, relaciones diplomáticas, e incluso desde un punto de vista emocional (tanta adrenalina, tensión y sentimientos aflorando a la vez), ha de haber un ejercicio previo de preparación y, si es menester, memorización de rostros.

Nicolás García, con su medalla de plata en taekwondo.

   Porque este incidente sólo puede deberse a dos motivos: el miembro de la organización desconocía a esos miembros de la Familia Real española, o bien sí sabía quiénes eran pero, al no llevar éstos su acreditación, utilizó esta circunstancia para intentar degradar a los regios individuos cortándoles el paso.

   En cualquier caso, ante cuestiones de responsabilidad del tipo "¿Debe saberse él los rostros o debe el Comité Organizador facilitarle una lista con las personalidades de obligado conocimiento?", hay que hacer una apreciación: bien es cierto que no tienen que conocer a la flor y nata de todos los países, pero... ¿no sería esperable que conozcan al menos a los diplomáticamente relevantes? Es decir, los miembros de los Gobiernos, Jefaturas de Estado, Familias Reales, Presidentes de los Comités Olímpicos de cada país son celebridades que no necesitan, como suele decirse, presentación o, en este caso, acreditación. 


   Porque, a quienes se enrocan en el argumento de que no llevaban acreditación y es ésta un elemento imprescindible y nunca soslayable (así debería ser), les pregunto: si fuese Su Graciosa Majestad Isabel II la que quería acceder sin acreditación, ¿también le habría puesto freno? Quizás este sea un ejemplo demasiado excesivo, ya que es súbdito suyo, pero... ¿y si se tratara de David Beckham? ¿Y si fuese Hugh Grant? Quizás habría hecho gala del mismo celo profesional... o no. Dado que hoy finalizan estos Juegos, casi podemos decir que "nunca lo sabremos".

   Como siempre, en el medio está la virtud.






sábado, 28 de julio de 2012

Londres se marca un triple


   Anoche, Londres se convirtió, oficial y definitivamente, en la primera sede olímpica triple, es decir, la primera ciudad en albergar por tercera vez unos Juegos Olímpicos. La Ceremonia inaugural, que comenzó a las 22'00 horas con absoluta puntualidad, constituyó simultáneamente el punto final de la Olimpíada y el punto de partida de los Juegos Olímpicos.

Fuegos pirotécnicos sobre el estadio olímpico para festejar el magno evento
   Tras una primera fase recreando la campiña inglesa, y con una espectacular transformación del espacio, se llegó a una recreación dickensiana de la revolución industrial, que sirvió muy inteligentemente como hilo argumental para la forja del último aro, el cual se elevó hasta completar, junto a sus cuatro compañeros, un símbolo olímpico del que saltaban chispas, literalmente.

   El sentido del humor también hizo acto de presencia de la mano de Rowan Atkinson y de Daniel Craig. De hecho, para la entrada solemne de Su Graciosa Majestad, Isabel II, se hizo uso de un cómico vídeo donde James Bond recoge a la soberana y la escolta en helicóptero hasta el estadio. Momento distendido que dio lugar a una de las escenas climáticas de la noche: recibimiento oficial de la Reina por parte del Presidente del COI, e izado de la bandera de Gran Bretaña mientras un coro de niños sordomudos entonaban el himno “Good save the Queen”. Isabel II ocupó su lugar en la presidencia del palco de honor, junto al Presidente del Comité Olímpico Internacional, segunda autoridad en precedencia del evento.

Isabel II, ovacionada al ocupar su puesto presidencial en el palco

   Mucha música británica (y alguna que no lo era, pero que sonó igualmente) durante toda la ceremonia, y varios homenajes e intervenciones de personalidades destacadas de Reino Unido fueron nota común y lógica de los distintos movimientos, habiéndose de incluir en este grupo no sólo personas presentes, sino también ya desaparecidas o incluso ficticias como Mary Poppins o la Reina de Corazones.

   Todas las actuaciones terminan llevando inexorablemente a otro acontecimiento crucial: desfile de las delegaciones de deportistas. En total, desfilaron 204 países, encabezados por Grecia (prerrogativa que ostenta por ser la cuna histórica de los Juegos Olímpicos). Las delegaciones hacían su entrada por el nombre de cada país en orden alfabético inglés, lengua de Reino Unido, país sede, cuya delegación fue la última en acceder al estadio, en tanto que anfitrión. Cada delegación iba acompañada de su bandera, que se entregaba a un voluntario para que la hincase en algún punto de una colina artificial, y de un niño con una especie de cuerno de la abundancia, cuyo protagonismo se adivinaría más adelante. España desfiló en 172ª posición, siendo abanderado un sonriente y orgulloso Pau Gasol. 

La bandera portada anoche no era la misma que se entregó a Rafael Nadal cuando se le otorgó tal honor (al que tuvo que renunciar porque una lesión le impidió participar en los Juegos), ya que el escudo no estaba centrado, mientras que en la asignada al manacorí sí lo estaba.

   Finalizado el desfile (en el que destaca que, por primera vez, en todas las delegaciones sin excepción hay presencia de atletas femeninas), y durante una actuación musical, decenas de ciclistas ataviados con alas luminosas recorrieron la pista del estadio, en clara alegoría a la paloma de la paz. Posteriormente, otro momento solemne de la noche: los discursos del Presidente del Comité Organizador, del Presidente del Comité Olímpico Internacional y, finalmente, las palabras de la Reina dando por inaugurados los Juegos.

   Sólo faltaban los últimos y necesarios pasos, ya puramente olímpicos: la bandera, portada por personalidades de probada valía y calidad humanas, irrumpe en el estadio y es llevada al pie del mástil más alto, donde se iza al son del himno olímpico. Sólo resta la llegada del fuego sagrado, salido semanas atrás del Templo de Hera, en Grecia. La antorcha, a bordo de una lancha, y custodiada por David Beckham, llega por el Támesis a las inmediaciones del estadio, donde es recogida por el penúltimo relevista. Mientras éste la porta hasta el estadio, en el seno de éste tienen lugar los juramentos olímpicos de una atleta, un juez y, por primera vez, un entrenador.

El original pebetero

   La antorcha hace su entrada triunfal y siete jóvenes atletas, designados a tal fin por igual número de olímpicos británicos veteranos, toman en siete antorchas el fuego y lo acercan, en el centro del estadio, y rodeados de todas las delegaciones de deportistas, a los 204 cuernos de la abundancia que llevaban los niños durante el desfile y que ahora se encuentran al final de otras tantas: da comienzo un reguero de 204 llamas olímpicas que, súbitamente, empiezan a cerrarse y juntarse hasta dar lugar a una gigantesca llama. Y se llega al final con “Hey, Jud”, interpretada por Paul McCartney.

   En mi modesta opinión, y más allá de una escenografía cuidadísima, unos tempos perfectamente marcados y un mensaje histórico y didáctico de autobombo (como suele ser habitual), las partes creativas de la ceremonia se me antojaron algo extremas: ora se narraba con excesiva lentitud los acontecimientos históricos, ora se buscaba la emotividad de un modo un tanto descarado. Aunque cada tipo de público pudo entender y disfrutar partes aisladas de la velada, faltó en cierta medida un mayor carácter universal en la transmisión del mensaje global.


   En definitiva, lo mejor fueron las partes más solemnes y simbólicas, las naturalmente olímpicas, y la base musical, que dotó de mayor energía una representación por momentos lánguida y plomiza. Si bien técnicamente fue una ceremonia impecable, no gozó, a mi juicio, de la espectacularidad de anteriores aperturas, ni despertó en mí sensaciones ni emociones distintas de las previsibles.

   Como siempre, en el medio está la virtud





sábado, 30 de junio de 2012

La meteorología y la elegancia


   ¡Ya estamos en verano! Más concretamente, desde las 23:05 horas del día 20 de junio. Es decir, no estoy diciendo nada nuevo. Tampoco descubro el pan de molde si digo que ha habido estos días una ola de calor asfixiante. Y tampoco puede considerarse revolucionaria la afirmación siguiente: la temperatura influye en el estado de ánimo. Pero que sea sabido no quita que sea igualmente cierto y digno de consideración, puesto que todos los avatares, y la meteorología es uno de ellos, pueden determinar la elegancia con que nos mostremos o actuemos, sobre todo cuando las condiciones son extremas.
Vinilo de "Las cuatro estaciones", de Vivaldi

   Por aquello de llevar la contraria al calendario (así de beligerante puedo llegar a ser), empecemos analizando la elegancia en condiciones de frío y lluvia. Sólo en "Desayuno con diamantes" una persona calada hasta los huesos puede conservar cierta apostura o gallardía... y ni aun así. Porque es frustrante salir a la calle con un buen peinado, un buen abrigo o gabardina y un buen paraguas, y que al entrar en algunos vórtices cósmicos de aguacero y viento (los cruces entre dos calles suelen alojar estas turbinas) todo termine sacudido, empapado, encrespado, consiguiendo además que tengamos aspecto entre resfriado y furibundo. Y ¿no es genial que la gente que usa gafas, al entrar en un local cerrado, vea cómo en cuestión de tres nanosegundos se empañan las lentes como si estuviesen en una sauna finlandesa? Aunque todo tiene su lado bueno, y un mercurio bajo mínimos también nos permite usar bufandas, guantes, sombreros, que llevados con estilo, nos devuelven esa distinción y esa calidez invernal tan paradójica y atractiva.
La famosa escena de "Desayuno con diamantes" (1961)

   Pero por si no fuera suficiente, pasada la etapa gélida y lluviosa, aparece ante nosotros una nueva amenaza: el calor.  Las altas temperaturas hacen que nos aflojemos corbatas y camisas, que nos quitemos zapatos o americanas (¡prohibido!), o que rompamos el equilibrio entre chaqueta o chal y vestido. Y ya no hablemos de la sudoración, que a veces se reduce a las axilas, pero otras provocan torrentes en la columna vertebral o en el torso, que traspasan los tejidos. Para eso también hay vías de solución y, como en el caso anterior, se puede mantener a raya al calor sin perder ni un ápice de elegancia, sino que es más, se puede ganar (y mucho) en distinción: usando un abanico, por ejemplo, en el caso de las señoras. En la Armada, de hecho, existe un uniforme específico de verano, en blanco, y que en mi opinión es el más bonito de todas las Fuerzas.
S.A.R. el Príncipe de Asturias, recibiendo honores de ordenanza
con el uniforme blanco (verano) de la Marina Española. 

   Los locales pueden ayudar a evitar estos desaguisados regulando su temperatura. Y no es baladí, la cuestión. Hay que buscar una temperatura confortable en los eventos y en las oficinas. Y confortable no es asarse de calor en enero con un termostato a 26º y tiritar de frío en verano con un huracán de aire acondicionado a 18º. No puede ser que alguien que viene abrigado de la calle (y que no se puede quitar todo al entrar en el banco o en Correos) tenga que soportar cómo los oficinistas están en mangas de camisa, lo cual ya es un horror, mientras se va cociendo en su ropaje invernal. Y tampoco es normal que alguien que entra con tejidos veraniegos empiece a temblar y ponerse azul ante un funcionario que se ha puesto un jersey o una funcionaria parapetada con chaqueta y pañuelo al cuello.


   Es importante, no sólo desde una perspectiva de estilo o de comodidad, sino también analizando el asunto medioambientalmente. Aunque en la calle haga frío, en un edificio cerrado y lleno de personal la temperatura es más elevada "per se", con lo cual la calefacción no necesita estar al nivel de un horno industrial. Y aunque en la calle haga mucho calor, al entrar en un edificio siempre hace algo más de fresco, y existe ropa de verano que los trabajadores pueden usar (manga corta, tejidos finos, ...) de tal suerte que no hay por qué gastar en un aliento gélido procedente de Groenlandia a través del climatizador.

   Lo que no puede ser es coger un constipado por salir a la calle fría sudando tras haber hecho un trámite en una oficina, o por entrar en una oficina con escarcha con atuendo de verano para ir por la calle.

   Como siempre, en el medio está la virtud.








La danza europea


   Se da un curioso fenómeno últimamente al que he querido bautizar como "la danza europea". No sé si se debe a la situación política y económica por la que está atravesando el continente (y todo el mundo, por desgracia), o si es un mero problema de falta de atención, de profesionalidad o de cualificación, lo cual sería más grave, incluso.



   En resumidas cuentas, la bandera europea tiene una parca regulación (quizás demasiado) en cuanto a su uso. En lo que los países miembros atañe, no es obligatorio que ondee en las fachadas junto a la nacional, regional y local, salvo en edificios que acojan instituciones con competencias pertenecientes de un modo directo a la Unión. También se aconseja que ondee el 9 de mayo, Día de Europa, en todos los edificios oficiales de los Estados miembros.

   Por eso, la práctica habitual, dada la optatividad de su uso y colocación, es colocarla en último lugar, si se coloca. No obstante, y volviendo a la idea de inicio de esta reflexión, en los últimos tiempos hay una cierta fiebre europeísta en nuestro país... pero antinormativa y, lo que es más ridículo e inexplicable todavía,  intermitente.
Estas imágenes de la página oficial de La Moncloa se tomaron con dos días de diferencia.
¿A qué se debe el incomprensible cambio de colocación de la bandera?

   La ley es clara sobre la posición que ocupará la bandera de España cuando ondee en número par junto a otra (artículo 6.2.b), y sin embargo imágenes recientes nos presentan que este puesto de honor lo ocupa la bandera comunitaria, relegando a un segundo lugar a la nacional. 

   Pero lo que provoca mayor perplejidad es que este criterio se usa ora sí, ora no. Es decir, no hay una continuidad, una "jurisprudencia". Y si a ello sumamos que este error se comete en las más altas esferas de representación y que muchos puestos de protocolo de instituciones de menor ámbito competencial o territorial están ocupados por personas sin formación en estas lides, se junta que el mal ejemplo del llamémosle "modelo a seguir", no es corregido nunca por nadie de inferior  rango (porque no aprecian la incorrección, básicamente), perpetuando y perpetrando tal dislate.

A situaciones iguales, es decir, reunión con un Presidente autonómico,
diferente solución en cuanto a usar o prescindir de la bandera de la Unión.

   La última novedad es que el Gobierno español solicita al Comité Olímpico Internacional que en los inminentes Juegos Olímpicos ondee la bandera europea junto a las de los países participantes. No sé cómo se resolverá... pero me parece absolutamente descabellado, grotesco y rayano en lo patético el mero hecho de proponer tal aberración. No hay que olvidar que la Unión Europea no es la única agrupación de países, sino que existen otras, que podrían invocar su derecho (lógicamente) a que sus banderas también participen.

   Y además, precisamente como símbolo de hermanamiento entre los países, existe un pabellón único para todos en este caso, que es la bandera olímpica. De hecho, un atleta, según los casos, puede competir, a título personal, bajo la enseña olímpica. Si se admiten las banderas de las agrupaciones de países... ¿competirá el atleta al amparo de la bandera olímpica, o de la bandera europea, de la Commonwealth, de la Organización de la Francofonía, de la Liga Árabe, de Mercosur, …?



   Mientras no exista una regulación más completa sobre el uso de los símbolos europeos, donde se establezca cómo, dónde y cuándo usarse -y cómo, dónde y cuándo NO usarse-, lo que hay que hacer es ceñirse a la que sí tenemos: respetar las precedencias que figuran reglamentadas y, sobre todo, no mezclar churras (uso de los símbolos) con merinas (como adornos o para enviar mensajes políticos distintos de aquéllos para los que fueron concebidos)

   Como siempre, en el medio está la virtud.
   




martes, 5 de junio de 2012

¿Un error histórico?


   A raíz de una discusión sobre si un futuro Rey de España que se llamase Juan debería ser considerado como Juan III o Juan IV, opción por la que me inclino, dicho sea de paso, nos surgió otra duda, que se podría reconducir al machismo que ha reinado tradicionalmente entre los historiadores, a quienes pido de antemano disculpas por los errores en que pueda incurrir al explicar lo siguiente.

Escudo en Wikipedia de los Reyes Católicos donde se observan las armas de Castilla, León, Aragón,
Granada y Nápoles (en vez de las de Navarra, que aparecen en el escudo franquista)

   Veamos, la conclusión a la que se llegó en esa discusión es que es erróneo llamar a la dinastía de los Austrias así, en tanto que reinaron como descendientes de Juana I de Castilla y Aragón, y no por ser los vástagos de Felipe el Hermoso (que a nuestro juicio está mal llamado Felipe I).

   Se esgrimieron a favor de esto varios argumentos:
  • si bien es cierto que Juana es considerada como Reina “nominal” de España, recayendo las responsabilidades del reinado en su marido Felipe de Austria, no lo es menos que la dinastía que da derecho a la corona del reino español procede de ella y no de él. Por eso, Carlos I y sucesores no deberían ser llamados “Austrias”, porque la corona nos les viene de esa rama.

    Monumento dedicado a la Reina Juana I de Castilla,
    en Tordesillas, donde estuvo cautiva.

  • si se argumentase que los descendientes de Juana la Loca se denominan “Austrias” por el mero hecho de asumir el apellido paterno, ello entraría en contradicción con que Alfonso XII, Alfonso XIII o el mismo Juan Carlos I sean considerados “Borbones” en vez de “de Asís”, puesto que el primero de los mencionados fue hijo de Isabel II (la Borbón) y Francisco de Asís. No entraremos a discutir si era hijo biológico puesto que sí era hijo legítimo del Príncipe Francisco (nótese que no se habla de Rey Francisco I, a diferencia del privilagiado y beneficiado Felipe I el Hermoso) e hijo biológico, por parto... no queda otra, de Isabel, titular de la corona . Así, siguiendo con la analogía, si el día de mañana un Francisco llega al trono de España, ¿entonces debería llamarse Francisco II (igual que el Felipe nieto de Juana I reinó como Felipe II)?.
  • y si se ostenta como justificación que el Rey Felipe I fue Rey por haberse ocupado efectiva y patentemente de la regencia y ejercido el dominio sobre los territorios de la corona de su esposa, se supone que si el día de mañana subiese al trono una Princesa María Cristina, lo haría bajo el apelativo de María Cristina II, en respeto a la regencia (ejemplar, por cierto) de la madre de Alfonso XIII hasta la mayoría de edad de éste. No parece posible que así sea.
Retrato de S.M. María Cristina, regente, con su hijo menor de edad
aunque Rey desde su nacimiento, S.M. Alfonso XIII.

   Esta disquisición, la conclusión a la que me hace llegar es que afortunadamente los tiempos han cambiado, como así lo han hecho las cosas y las normas, incluso las que se refieren a la sucesión dinástica. No obstante, seguiré considerando que los conceptos de “Felipe I” y “Austrias” son un tanto erróneos. Y perdónenme si son excesivos el chauvinismo y el feminismo de mi postura.

   Como siempre, en el medio está la virtud.



lunes, 21 de mayo de 2012

El escenario y sus elementos

   Más allá de las personas y los tiempos, el ceremonial y el protocolo también han de tener en cuenta el tercer elemento: el espacio. Y tomemos espacio en el sentido más amplio, considerando no sólo la sala o el lugar (si es un evento a la intemperie), sino cualquier aspecto que incida en el evento en sí. A mi modo de ver, a excepción de los invitados y asistentes, y del programa o movimientos durante el transcurso de la ceremonia, todo lo demás es espacio: los adornos, los símbolos, los elementos arquitectónicos, los utensilios informáticos, el mobiliario, la megafonía y acústica, la luz, la temperatura y cualquier otro que se nos ocurra.


Ceremonia de la Firma del Tratado de Lisboa. El la belleza arquitectónica del espacio,
 Monasterio de los Jerónimos de Lisboa, se realza con esos juegos de luces,
dando un toque actual sin por ello restar un ápice de magnificencia. 

   Pero en este caso nos centraremos en los elementos, por así decirlo, más protagonistas, porque sobre ellos recae más la vista y atención de los presentes: el escenario y sus elementos. El escenario no tiene por qué ser materialmente una tarima más elevada con su mesa presidencial. Pensemos en una boda al aire libre o en la colocación de una primera piedra: no hay tarima y sin embargo podemos distinguir claramente dónde está el escenario. Sin embargo, lo más habitual sí será encontrarnos con una platea y, al frente, en un plano superficial más alto, la mesa con sus elementos ceremoniales (que pueden ser desde los micrófonos y las minutas con los nombres de los ponentes de una charla, hasta las vinajeras y misales sobre el ara en una ceremonia religiosa).


   A modo de ejemplo, revisemos unos errores que son los más típicos en este tipo de eventos:

1- Adornos florales exagerados.- en más de una ocasión las flores adoptan un protagonismo que ni merecen ni ayuda, puesto que pueden llegar a ocultar de la vista de la concurrencia lo que pasa o quién habla! Muchas veces se ha visto un extraño fenómeno que mi admirada Isabel Amaral acierta en denominar "las flores parlantes", y es que, según desde donde se observe (o fotografíe) el evento, parece que la disertación o discurso lo ofrecen la flores que tapan físicamente la cara del orador. Por otro lado, en una comida o cata, una profusión de flores aromáticas dará al traste con la finalidad gustativa del acto, puesto que todo tendrá gusto floral.


La mesa de la imagen se antoja excesivamente pequeña: no permite tomar asiento ni siquiera a los  Jefes de Gobierno de los países implicados en el acuerdo a firmar.
Además, las flores impiden ver si firman realmente o si sólo se intercambian cromos.
Habría sido más acertado colocar las flores delante de la mesa, en el suelo.


2- Mesa cubierta.- la mesa presidencial puede ser de diferente factura, y así podremos optar por una mesa muy sencilla pero cubierta con un tapete de buen tejido y color, o por una mesa tallada y labrada, joya artesanal que no deberíamos cubrir para privar de esa belleza al público. Pero en cualquier caso, ha de reconocerse un dato... no todo el mundo sabe comportarse con la dignidad que requiere ocupar puesto de honor en la mesa presidencial, y hay que intentar que la parte inferior de los allí sentados quede oculta. Hoy día las mesas de congresos y salones de actos ya tienen una lámina frontal que se ocupa de eso, pero si no fuese tal el caso, deberemos procurar que así sea, bien con un tapete suficientemente amplio o, si no queremos usarlo, una cartela con el logotipo y título del evento o empresa colocada de modo que disimule las faldas, los pantalones o zapatos sucios, o los gestos poco apropiados (hay picores muy poco oportunos que, no obstante, son aliviados sin cuidado alguno por quien los padece).

3- Banderas.- las banderas se han de colocar de acuerdo con su precedencia, según estén en exterior o en interior, y con respecto a su número y ubicación respecto del evento. No hay nada que dé aspecto de mayor dejadez que comprobar que las banderas se han colocado sin criterio alguno, como salgan. Y aquí se impone una recomendación: no por llenar todo de banderas vamos a conseguir un entorno más solemne. Es preferible colocar las dos o tres banderas que sabemos necesarias en vez de provocar un "maremagnum" cromático y vexilológico que acarree mareos o vahídos a personas con sensibilidad visual y estética.


Era innecesario el tapete frontal porque nadie se sienta tras la mesa. Y si va a quedar así, es mejor ni ponerlo. Se ve a la legua el apaño chapucero, que resta toda seriedad.
Mención aparte merecen esas banderas arrastrando por el suelo pedregoso. ¡Un horror!


4.- Utensilios.- si hay que utilizar elementos tales como vasos, botellas, símbolos, estatuas, etc., éstos han de estar en perfecto estado y relucientes, y se ha de intentar que de ninguna manera sean colocados en los lindes de la mesa o peana, para evitar su caída. Parecerá una tontería, pero no es la primera vez que un elemento importante de la escena se cae al suelo porque el tapete sufrió un leve tirón.

   Obviamente, hay mil detalles más que observar y para ello, nada mejor que un profesional, sobre todo en casos de eventos de gran difusión o afluencia. No obstante, en general, hay que buscar que ningún elemento perturbe la comodidad y presencia de los asistentes, que son los principales destinatarios del evento, lógicamente. Y ello abarca desde eliminar barreras a personas con movilidad reducida, o disponer de aseos e instalaciones perfectamente higienizadas, a impedir que un soniquete enturbie la captación del discurso o que la luz impida ver una proyección con mayor nitidez.


Encuentro acertado el haber colocado las banderas hispanoamericanas en ese lateral.
Aunque los juegos de tres banderas españolas a cada lado de la mesa me parece excesivo.


   La regla de oro es: el espacio debe adaptarse y acoger a los invitados, nunca a la inversa. Y con esta regla seguro que asumiremos perfectamente los requisitos idóneos para que el evento se desarrolle dentro de ese marco, sin pasarnos de simplistas (algo de solemnidad o de creatividad siempre vienen bien) pero sin caer en un neobarroquismo exagerado que pueda llegar a entorpecer el evento o a los asistentes al mismo.


   Como siempre, en el medio está la virtud





miércoles, 25 de abril de 2012

Los "Lindos Evangelistas"

   ¿Sabría alguien decir por qué en el Festival de Cine de Venecia, enmarcado dentro de la Biennale, el premio es el León de Oro y no una gacela de plata o un cedro tallado en bronce con incrustaciones?

Máximo galardón de la Mostra de Cine de Venecia: el León de Oro.

   Pues todo tiene que ver con el patrón de la ciudad, San Marcos. Este santo, uno de los cuatro Evangelistas, y cuya festividad se celebra hoy, día 25 de abril,  forma parte de la cuaterna de los "Tetramorfos", es decir, cuatro representaciones alegóricas de cada uno de los cuatro Evangelistas, siguiendo una visión del Profeta Ezequiel. Por orden, éstos son:

- San Mateo: originariamente llamado Leví, era un publicano (cobrador de impuestos) que invita a comer a Cristo a su casa y a partir de ahí cambia su vida y se convierte en uno de los doce Apóstoles.
   Su festividad se celebra el día 21 de septiembre, coincidiendo con el inicio del otoño. Y su representación es un hombre que suele ser configurado como un hombre alado o un ángel.

Icono de un ángel portando el Evangelio según San Mateo

- San Marcos: no conoció a Cristo en persona, pero sí aparece mencionado en el libro de "Hechos de los Apóstoles" donde se recogen los primeros pasos de los emisarios de Jesús. Sus reliquias se veneran en Venecia.
   Se conmemora, ya se ha dicho, el 25 de abril, y se representa con la figura de un león, que puede ser alado, lo más habitual, o áptero, en representaciones más recientes.

León dorado alado en la portada de la Basílica de San Marcos (Venecia)
- San Lucas: médico griego que, aunque no aparece mencionado en los Evangelios, sí se considera que estuvo en contacto con María, ya que es el único que hace mención a pasajes tan importantes de los primeros años de vida de Jesús como la visita de María a su prima Isabel o el nacimiento de Juan Bautista, o el extravío de Jesús con doce años y su hallazgo en medio de los sabios y doctores del Templo.
   Se celebra su fiesta el 18 de octubre, y se le representa como un buey, según se dice, por ser el único que hace mención a las condiciones en que vino al mundo Jesús: el pesebre.

Vidriera que representa a San Lucas, Evangelio en mano, y
detrás, la alegoría del buey alado, como es usual.

- San Juan: hermano menor de Santiago Apóstol, hijo de María Salomé y autor del Evangelio más elaborado e intenso, Juan es el más joven de los Apóstoles y es el que recibe en su casa a María tras la muerte de Jesús en la Cruz.
   Su festividad no es el 24 de junio (conmemoración del nacimiento de Juan Bautista, reciente el solsticio de verano), sino el 27 de diciembre, pasado el solsticio de invierno. Se le representa con un águila, y por eso Isabel II incluye en su blasón un águila, en honor a su padre Juan II y al santo.

Talla de San Juan Evangelista y estandarte de su Tercio,
donde se ve el águila sobre un libro que simboliza el Evangelio.
Imágenes de la Venerable, Real y Muy Ilustre Cofradía de María Santísima de Dolores de Ferrol.

   Aunque no es necesario aprenderse de memoria estos datos y puede que nunca lleguen a ser imprescindibles en nuestra vida laboral o personal, sí puede servir en algún momento para hacer un comentario, o bien para felicitar a los tocayos de los Evangelistas en sus onomásticas. Eso sin dejar de lado la famosa y cierta frase de que "el saber no ocupa lugar".

   Como siempre, en el medio está la virtud.

jueves, 12 de abril de 2012

¿Dónde me siento?


   Fíjense en un evento de cualquier naturaleza. Imaginen el principio, los primeros momentos, de llegada de invitados, saludos, reencuentros, presentaciones,... Si observan con atención, verán que se formula una pregunta recurrentemente: “Oye, y ¿yo dónde estoy?”.

   Siempre me ha hecho mucha gracia que alguien utilice esa expresión para averiguar cuál será su ubicación (asiento, principalmente) durante el acto. Dan ganas de responderle: “Está Ud. en el término municipal de …, provincia de ...”, pero abstengámonos, porque nadie está nunca de suficiente buen humor que no pueda cambiarlo diametralmente en fracciones de segundo.

Platea y palcos del Teatro Jofre (Ferrol)

   Ni que decir tiene que cuando no se ha previsto la protocolización de asientos (simplemente se practica ésta respecto de la mesa presidencial), sino que se deja que cada persona escoja libremente un lugar o se reserva simplemente una mesa o fila para invitados de honor (que ya estarán advertidos de que ostentan tal condición), este problema se reduce considerablemente.

   Pero aun en los supuestos de protocolización exhaustiva de asientos, esta inquietud, tan incómoda y nada deseable, que atenaza a los asistentes hasta el punto de impedirles disfrutar del evento en toda su plenitud hasta que no está resuelto el dilema, puede erradicarse. Haciendo una clasificación desde un enfoque económico, de más oneroso a menos gravoso, podrían indicarse las siguientes:

Una estricta Leslie Caron protocoliza eficientemente
aunque de viva voz los asientos en el almuerzo de "Le Divorce" (2003)

1) Contratar un equipo de asistentes o auxiliares pertrechados con planos y croquis donde aparece ubicado el asiento de cada invitado, y cuya función es acompañarle a su sitio u orientarle sobre dónde se encuentra.

2) En banquetes con una mesa imperial o rectangular, disponer de un mesero. Se trata de una pieza de piel que reproduce el plano de la mesa, con ranuras o huecos donde se introducen pequeñas etiquetas o tarjetas con los nombres de los comensales, según su ubicación.

3) Acompañar cada invitación con una tarjeta donde se reproduce el salón o espacio en un plano, con expreso señalamiento del lugar del invitado. Si se trata de banquetes, esta tarjeta puede entregarse a cada asistente durante los aperitivos.

4) En banquetes con varias mesas, colocar un panel. Este panel contiene en un único cuerpo todas las mesas, su disposición y la colocación de los invitados. Si se emplea el sistema mixto, es decir, simultanear panel y tarjetas individuales, se consigue mayor eficacia, aunque también se eleva el coste.

Panel donde los asientos se semiprotocolizan:
se indica la mesa, pero no el puesto concreto de cada comensal.
5) Que el anfitrión o su personal de protocolo se ocupe de indicar la ubicación a cada invitado. No es nada aconsejable este sistema, por motivos obvios (los responsables de protocolo están pendientes de más aspectos del evento que del acomodamiento de los asistentes, y el anfitrión no puede hacer esta labor porque se eternizaría y mientras tanto, estaría dejando a un lado sus deberes de anfitrión con respecto a los demás invitados), pero es sin duda el más económico.

   Si por cualquier motivo alguien ocupa un lugar que no le corresponde, se le hará saber de un modo amable, evitando cualquier azoramiento. Si la actitud del erróneamente sentado es de altivez o desprecio, se insistirá con un poco más de vehemencia. Cuando ni siquiera en esos casos se avenga a razones, sólo resta decir al legítimo usuario del asiento que se ha dado esta circunstancia. Si éste, con todo derecho aunque con poca consideración hacia el inocente anfitrión, porfía en ocupar su puesto, sólo restan dos opciones igualmente desagradables: llamar al personal de seguridad para que procedan a desaposentar al usurpador, o que ambos pretendientes al trono se batan en duelo sobre el jardín, parque o pradera más cercanos, pero NUNCA en pleno salón, delante de la concurrencia invitada al evento.

Grabado que representa el duelo entre Aaron Burr y Alexander Hamilton (1804)

   Deseando que no llegue la sangre al río, que la sensación de desasosiego locativo se desvanezca cuanto antes y que hayamos tenido buen tino a la hora de ordenar y distribuir a los asistentes en sus asientos, lo fundamental es que cada invitado pueda disfrutar del evento, banquete, ceremonia, concierto, espectáculo, etc. No olvidemos que es intolerable que el dónde, por mucha importancia que tenga, pueda llegar a eclipsar al qué.

   Como siempre, en el medio está la virtud



jueves, 29 de marzo de 2012

La Honestidad

   Esta bitácora no versa únicamente sobre la elegancia externa, más visible y plástica, sino que pretende abarcar también otros extremos que afectan a la parte más interna del ser humano.


   Los acontecimientos presentes invitan a hacer un análisis,... una profunda, realista y concienzuda reflexión acerca de lo que alguien debe hacer. No tanto el cómo cuanto el qué, no tanto la forma cuanto el contenido. Y muchas veces a esto último se responde exclusivamente haciendo uso de los valores de los que cada quien disponemos.




   A este respecto es importantísimo, absolutamente necesario, más bien, hacer gala de u concepto fundamental: la honestidad. Y me permito, sin tener yo excesivo conocimientos en las ramas más metafísicas y abstractas del saber, hacer una definición "a contrario sensu", es decir, partiendo de conceptos muy similares pero que en mi opinión no llegan a ser sinónimos de "honestidad" a un nivel absoluto. 


   Es muy habitual escuchar que alguien es bueno, o justo, u honrado, o humilde,  o empático. Y a veces se dice que es honesto cuando en realidad se está haciendo mención a una faceta de las anteriores. Así, hay que discernir entre honestidad y:
   


- Justicia → La justicia es lo que impide el doble rasero, procurando que a situaciones iguales se le apliquen criterios iguales. Busca igualmente que una norma o deber se cumpla, y que un derecho no se conculque. Pero la justicia en sí misma no contiene un criterio emocional, es decir, necesita de la equidad o de la comprensión para evitar que una aplicación rigurosa del criterio más justo acabe siendo contraproducente para el fin que persigue. 


- Sinceridad → al igual que en el caso anterior, la persona que dice todo lo que piensa, pero no piensa lo que dice, puede herir innecesariamente los sentimientos del vecino. Igualmente, suele acontecer que quien se dice sincero suele encajar muy mal las críticas, y suele adolecer por añadidura de carencia de sinceridad en los momentos donde es más necesaria.



- Honradez → supone hacer el bien sin mirar a quien, y no tomar lo que no corresponde. No obstante, se puede incurrir en injusticia, porque una persona honrada puede estar gastando energía y buenas intenciones en alguien que no lo merece, en detrimento de alguien que sí, si se deja llevar por la empatía o por una intensa compasión, de tal modo que a dos situaciones iguales, se disculpará al que nos cae bien o nos despierta simpatía, y no tanto a quien no provoque en nosotros esas sensaciones.

- Humildad → es básica para saber pedir disculpas, cosa que a veces ni siquiera hace falta (ya que basta con reconocer el error, e incluso muchas veces es suficiente enmendarse y no reincidir), y asumir los propios errores. Sin embargo, una persona absolutamente humilde corre el peligro de caer en servilismos que poco o nada tienen que ver con la honestidad. Nadie tiene derecho a pisarnos, y no debemos consentir que eso ocurra.


Cartel de la película "Un dios salvaje" (2011)


   Tirando de fonética, alguien honesto será alguien honrado y justo, a partes iguales, dando por sentado una humildad en su justa medida. Y ello ha de servirnos, no sólo para conducirnos por la vida, sino también para saber evaluar cómo se conducen las personas con las que nos relacionamos, evitando a los falsamente quedos (en román paladín, las "mosquitas muertas") y nunca dejando de lado a gente íntegra que evita destacar por una sincera y franca modestia. 


   Por último seamos coherentes y, si nos consideramos personas honestas que gustan de compartir su opinión libremente, respetemos la misma libertad de quienes comparten una opinión distinta. En la inmensa mayoría de los casos, una discusión tiende a que las partes se enroquen en su postura y, en vez de prestar atención a los argumentos o aclaraciones del otro, se obcequen en conseguir que el otro reconozca "su error" en su modo de pensar, sentir o actuar. Mi consejo en estos casos es una frase que oía en mi infancia a menudo: "cada uno en su casa y Dios en la de todos".


   Como siempre, en el medio está la virtud.





lunes, 26 de marzo de 2012

¡Protesto, Señoría! Hay que observar el Protocolo.

   El mundo judicial está lleno de normas protocolarias, tanto desde el punto de vista legal como simbólico. Las vistas y los procesos, siguen un procedimiento y unos pasos específicos, pero no es de este aspecto más legal del que haré una aproximación hoy, sino de la otra faceta, más formal, que está recogida con total extensión en el Reglamento de honores, tratamientos y protocolo en los actos judiciales solemnes.

Salón del Pleno del Tribunal Supremo

   En primer lugar, acuñemos conceptos. Magistrado es, generalmente, el que forma parte de un Tribunal, esto es, un órgano colegiado, mientras que Juez es el que desempeña la labor de juzgar en solitario. Y ello incide en los tratamientos, ya que, a tenor de la norma citada, tienen tratamiento de:

- Excelentísimo Señor (Excelencia): 
el Presidente, Vicepresidente, Secretario General y Vocales del Consejo General del Poder Judicial, los Magistrados del Tribunal Supremo, el Presidente de la Audiencia Nacional, los Presidentes de los Tribunales Superiores de Justicia y los Presidentes de Salas de lo Contencioso o de lo Social en una provincia.   
Ostentarán también este tratamiento el Presidente y Magistrados del Tribunal Constitucional, así como los condecorados con la Gran Cruz (antiguamente denominada Cruz Meritísima) de la Orden de San Raimundo de Peñafort.

Su Majestad, con los atributos de Magistrado,
incluido en Gran Collar de la Justicia, a cuyo uso también tiene derecho
el Presidente del Tribunal Supremo en los actos de mayor solemnidad

- Ilustrísimo Señor (Señoría Ilusrísima):
los Presidentes de Sala (con la excepción recién vista), los Presidentes de las Audiencias Provinciales y los Magistrados (salvo los de los Tribunales Constitucional y Supremo).
Ostentarán asimismo este tratamiento los agraciados con la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort, que tiene consideración de Encomienda con placa.

- Señoría:
los Jueces (salvo los de Paz, que sólo lo ostentan en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales, pero no fuera de ellas) y los poseedores de las Cruces Distinguidas de Primera y Segunda de la Orden de San Raimundo de Peñafort, equiparadas a Encomienda sencilla y Cruz, respectivamente.

Cruz Distinguida de la Orden de San Raimundo de Peñafort

   El estrado se compone de tarima y una mesa en herradura, o una mesa presidencial y un estrado a cada lado, donde el centro lo ocupa el Tribunal (en cuyo caso el Secretario se sienta en el brazo que queda a derecha de éste) o el Juez y el Secretario. Las partes ocupan los estrados, en general, el Fiscal y parte actora el brazo a izquierda del órgano judicial y el Abogado en el brazo a la derecha del mismo. En cualquier caso, a mayor cercanía al órgano jurisdiccional, mayor precedencia, y por eso los Procuradores (cuando es preceptiva su personación) se sientan más cerca que los Abogados.

   Los Jueces, Magistrados y Magistrados del Tribunal Supremo, disponen de medalla y placa. Todas son iguales, salvo que las de los Jueces son plateadas, las de los Magistrados son doradas y las de los Magistrados del Tribunal Supremo tienen esmalete en los campos del escudo. Además, en cada una aparece una cinta con la palabra "Juez", "Magistrado" o "Magistrado del Tribunal Supremo".

Escudo del Consejo General del Poder Judicial

   También los Vocales y Secretario del Consejo General del Poder Judicial ostentan medalla y placa, que se diferencian de las anteriores en que son totalmente esmaltadas, y en que el símbolo no consiste en un escudo partido, sino en dos óvalos oscilantes hacia fuera.

   Por último, el distintivo más judicial es la toga, y no sólo para órganos judiciales, quienes pueden vestirla en actos jurisdiccionales y actos solemnes (pero no fuera de ellos salvo para cumplimentar al Rey), sino también para Procuradores, Fiscales, Graduados Sociales y Abogados. Sin embargo, mientras que las togas de éstos y las de los Jueces son absolutamente negras, las de los Magistrados tienen vuelillos o puñetas en blanco, al igual que los Secretarios Judiciales o los Fiscales de Primera y Segunda Categorías.

Dibujos de modelo de las medallas (anverso y reverso) y placas
que figuran como Anexo al Reglamento 2/2005.

   Aconsejo el acudir a los Juzgados de su ciudad para presenciar una vista cuando se admita Audiencia Pública, y poder apreciar estos pequeños detalles. Pero espero que no tengan que acudir nunca como partes que ocupan estrado, salvo que sea su profesión.

   Como siempre, en el medio está la virtud.