sábado, 5 de diciembre de 2015

DBE, aunque no "Dame"

   Ha tenido a bien Su Graciosa Majestad la Reina Isabel II nombrar Dama Comendadora de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, la más importante orden de la Commonwealth, a la Doña Ana Patricia Botín-Sanz de Sautuola O'Shea, por los servicios prestados en beneficio de las finanzas británicas.

Ana Botín, nueva DBE, a la que vemos en esta imagen ataviada con un color premonitorio.

   Un gran honor que le hace la soberana (a propuesta del gobierno británico, claro está) a la empresaria, quien desde este momento puede añadir el sufijo DBE a su nombre. Este sufijo significa "Dame of the British Empire", y le habría conferido tratamiento de "Dame Ana Patricia" de haber sido ésta nacional de algún país cuyo Jefe de Estado fuese la propia Isabel II. Pero la Botín es española, no galesa ni australiana, así que el DBE es honorífico y el "Dame" queda reservado a sus colegas de grado en la Orden: Dame Julie Andrews, Dame Agatha Christie, Dame Joan Sutherland, ... 

   Ni que decir tiene que Doña Ana Botín podrá lucir cuando sea preceptivo su lazo rosa con bordes gris perla con la insignia dorada y esmaltada en celeste. Será preceptivo, como regla general, cuando la etiqueta requerida sea de frac y traje largo, o fuera de esos casos cuando la invitación rece "Decorations may be worn" (Pueden llevarse condecoraciones).

Los hermanos Corr (y su orgulloso padre en el centro), tras recibir sus insignias como
MBE también honoríficos, en tanto que son irlandeses en vez de británicos.

   El de Dama Comendadora (Caballero Comendador en el caso de los varones, con prefijo KBE) es el segundo grado de la orden en importancia, sólo superado por el de Caballero o Dama Gran Cruz (cuyo acrónimo es GBE en ambos sexos). Estos dos grados más importantes conceden el tratamiento de Sir o Dame, aunque sólo cuando se trata de súbditos de Isabel II, como ya se ha dicho, y conceden además escudo de armas. Si el condecorado ya tiene escudo heráldico, tendrá derecho a rodearlo con el anillo de la Orden. De esto sí se puede beneficiar Doña Ana Patricia.

   La orden fue creada por Jorge V, abuelo de Isabel II y primo del Su Majestad Imperial el Zar Nicolás II -con quin guardaba un parecido físico asombroso, además-, el 4 de junio de 1917 (casualmente, un año que acabaría siendo fatídico para el Romanov y su familia, como todos sabemos).

Isabel II con sus atributos de Gran Maestre de la Orden,
y el Duque de Edimburgo con su capa y estrella de Canciller.

   Tiene cinco grados: GBE (Grandes Cruces), KBE o DBE (Caballeros y Damas Comendoradores), CBE (Comendadores), OBE (Oficiales) y MBE (Miembros). Sin embargo, el collar de la orden y el manto o capa están resevados al primer grado. Todos los grados, en cambio, tienen derecho a la medalla en forma de cruz, que será de oro esmaltada de celeste para GBE, KBE o DBE y CBE, dorada sin esmalte para los OBE y plateada sin esmalte para los MBE.

   El Gran Maestre de la Orden es Isabel II y el actual Canciller es su marido, Su Alteza Real el Duque de Edimburgo. Y hay un "umerus clausus" de miembros: sólo puede haber simultáneamente 100 GBE, 845 KBE o DBE (entre ellos, la Botín), y 8.960 CBE. De los otros no hay número cerrado en total, pero sí anual: sólo se pueden nombrar como máximo 858 OBE y 1.464 MBE al año.

Dame Julie Andrews, musa de esta bitácora,
con su insignia esmaltada en azul, puesto que es DBE.

   La Capilla Mayor de la orden es la mismísima Catedral de San Pablo, donde cada cuatro años se celebra una misa con todos los miembros. La Capilla Menor está en la cripta de la Catedral.

   Así, resumiendo, es la condecoración que recibirá Ana Botín. ¡Que la disfrute y... enhorabuena! Ya sabemos que no supone ningún cambio en su estatus jurídico o económico (ni falta que le hace) - aunque sí en el puesto a ocupar a partir de ahora según la precedencia de los actos celebrados en Reino Unido-, pero a nadie le amarga un dulce.


   Como siempre, en el medio está la virtud.


Imágenes de Google Images




miércoles, 17 de junio de 2015

Excepciones en la boda real de Suecia

   Este sábado tuvo lugar en Estocolmo la tercera boda real en cinco años, entre el benjamín de los SS.MM. los Reyes de Suecia, el Príncipe Carlos Felipe, y Sofía Hellqvist, quien pasó a ostentar desde ese momento los títulos de Prinsessa av Sverige (Princesa de Suecia) y Hertiginna av Värmland (Duquesa de Värmland), con tratamiento de Alteza Real, igual que su marido. 

Los recién casados, a la entrada de la capilla.

   De todos los detalles de la boda habla con precisión y rigor extraordinarios mi querida María de la Serna en esta completa y fantástica entrada de su bitácora "Protocolo a la vista". Así que, para ver todo lo relacionado con el protocolo y el ceremonial del enlace, no hay más (ni menos) que acudir raudos a este artículo... de lujo. Sin embargo, hubo tres cosas que me parecieron distintas, excepciones a la regla, precisamente, al leer el minucioso informe de mi Marita, y de eso va el comentario de hoy. 

   Para ir en orden cronológico, veamos primero la llegada de invitados y, entre ellos, los príncipes daneses. Los cuatro llevan banda de condecoración (puesto que la etiqueta era de frac/vestido largo, y ello permite —casi obliga a— llevar diademas y condecoraciones), y es muy gráfica para ver que cada Orden es un mundo, no sólo en el color o emblema, o en el país que la concede, sino también a veces en cómo se lleva. 

Los Príncipes Herederos de Dinamarca y los Príncipes Joaquín y Marie de Dinamarca


   Cuando uno va condecorado a una gala en el extranjero, debe llevar la máxima condecoración que posea del país anfitrión (si es que le han otorgado varias) y, subsidiariamente, la máxima que posea del país propio. En este caso concreto, primaban las condecoraciones suecas (país anfitrión) y, a falta de ellas, las danesas (país propio). 

   Por eso, S.A.R. el Príncipe Federico lleva la banda de Caballero de la Orden de los Serafines, la de mayor rango en Suecia, mientras que su esposa la Princesa María y su hermano el Príncipe Joaquín llevan sendas bandas de Gran Cruz de la Orden de la Estrella Polar, la segunda orden sueca en importancia. Estas tres bandas, al igual que la inmensa mayoría de condecoraciones a lo largo y ancho del globo, van sobre el hombro derecho. Sin embargo, la Princesa Marie, al no poseer condecoración sueca, lleva la más alta distinción de su propio país, que es la banda de Dama de la danesa Orden del Elefante.
La Familia Real de Suecia y, detrás más invitados reales,
como la Condesa de Wessex o la Princesa Hisako Takamado de Japón

   A simple vista, parece que el Príncipe heredero y su cuñada llevan la misma condecoración, porque ambas son completamente celestes. Un estudio pormenorizado de la lista de condecoraciones que posee cada uno, o un aumento de la imagen para ver la venera que pende de cada banda (cruz de malta en el caso de Federico, un elefante en el caso de Marie) eliminarían nuestro error. Pero no hace falta hilar tan fino: hay una pista que se ve también a la legua y que indica que ambas son distintas. Federico lleva su banda sobre el hombro derecho, pero Marie la lleva sobre el izquierdo, como exigen las condecoraciones danesas (y las inglesas también, por ejemplo). ¡Qué sencillo adivinar, pues, que son diferentes distinciones, gracias a este excepcional uso de algunas de ellas! 

Distribución de invitados en el templo.

   Otro aspecto que me chocó viendo imágenes fue la distribución de los principales invitados en el templo donde se celebró el enlace. La regla general dice que la familia e invitados de la novia ocupen el lado del Evangelio, igual que hace ésta a pie de altar, y los del novio, el de la Epístola. Sin embargo, cuando se casa un príncipe, aunque los novios respeten esa ubicación por deferencia a la novia, la familia real ocupa, al igual que siempre, el lado del Evangelio, como excepción a la regla general. En este caso, la familia real sueca siguió la norma ordinaria y dejó el lado del Evangelio a la familia de la Princesa Sofía.

Mesa presidencial durante el banquete.

   Por último, del plano de la mesa nupcial se extrae la tercera salvedad de este resumen: los novios suelen presidir juntos una mesa presidencial de número par. De hecho, suelen ser seis: los novios, los padrinos y sus cónyuges. Aquí se ve que hubo once, y que S.A.R. Carlos Felipe presidió realmente la mesa, ocupando su esposa el sitio de honor a su derecha. Extraño me parece, así que analizo y descubro qué invitado "sobraba": S.M. la Reina Margarita de Dinamarca, madrina del novio. Bueno, la foto no la estropea, ni mucho menos, pero para los que somos tiquismiquis protocolarios, quizás haber dejado la mesa en diez o haber sumado al "padrino" de la boda (amigo de la infancia del novio) para que fueran doce habría sido menos chocante.

   Estas excepciones a la regla han dado un toque distinto a la ceremonia. No mucho, pero sí lo bastante como para poder comentarlo. Aunque al final por lo que hay que dar gracias es que S.A.R. la Princesa Magdalena no se puso de parto en plena boda, habida cuenta de que lo hizo sólo día y medio después. Se puede decir que estuvo cerca. Lo importante, la bienvenida al mundo del nuevo principito y toda la felicidad para la nupcial pareja. 

   Como siempre, en el medio está la virtud.


Imágenes de HOLA







domingo, 10 de mayo de 2015

Bautizo de los "Enfants Princiers"

   Hacía 56 años que no se bautizaba a un heredero al trono de Mónaco. Pero ya se vuelve a poner el cronómetro en marcha, porque hace una horas ha tenido lugar en la Catedral monegasca, no uno, sino dos bautizos, en la misma ceremonia, eso sí. Sus Altezas Serenísimas el Príncipe Heredero Jacques y su hermana la Princesa Gabriella han recibido ese Sacramento en una soleada mañana, y así han sido los pasos seguidos.


Interior de la Catedral y adorno floral conjunto para Jacques y Gabriella

   Desde primeras horas de la mañana accedían al templo los invitados, reservando sitio de honor a cada lado del altar para la familia Grimaldi (que ocuparía el lado del Evangelio) y para los Príncipes de Mónaco y los padrinos de los principescos mellizos (que tomaron lugar en el lado de la Epístola).
 

S.A.R. la Princesa Carolina y S.A.S. la Princesa Estefanía
llegando a la Catedral acompañadas de sus respectivos hijos

   Sobre las 10:20 de la mañana hacían su llegada S.A.R. la Princesa Carolina y sus hijos, seguida pocos instantes después de S.A.S. la Princesa Estefanía, también acompañada de su progenie. Mientras que la primogénita de Rainiero y Gracia llevaba pamela y traje corto, su hermana menor optó por un vestido quizá demasiado juvenil y veraniego, dadas las circunstancias. Por precedencia, se sentaron la Princesa Carolina, la Princesa Estefanía, Andrea Casiraghi y Pierre Casiraghi. En segunda fila, por orden de sucesión al trono monegasco, S.A.R. la Princesa Alejandra de Hannover y sus primos hermanos los hijos de Estefanía: Louis y Pauline Ducruet y Camille Gottlieb.


Baptisterio

   Junto a la puerta lateral de la Catedral, la "Porte de Saint-Nicholas", esperaban los padrinos y el Arzobispo de Mónaco, el Excmo. y Rvdmo. Sr. Bernard César Augustin Barsi, para recibir a la Familia Real. Primero llegaron los principitos acompañados de sus ayas. No se puede callar el atuendo de éstas. A mi modo de ver, ni el peinado ni el tocado estaban a la altura de unos personajes que van a jugar un papel en la ceremonia, ocupándose de los bebés justo detrás de los Príncipes de Mónaco.


Los padrinos y ministros concelebrantes, esperando
la llegada de la Familia Real en la Puerta de San Nicolás.

   Pasadas las 10:40 salió del Palais Princier el coche oficial que llevó a SS.AA.SS. los Príncipes Alberto II y Charlene de Mónaco hasta la Catedral, donde cogieron en brazos a sus hijos y, tras saludar a los padrinos y a los ministros concelebrantes, tuvo lugar la primera parte del rito bautismal.


Tras la primera parte del rito bautismal, acceden a la Catedral.

   El Arzobispo les preguntó: "¿Cómo vais a llamar a vuestros hijos?", a lo que ellos respondieron: "Jacques y Gabriella". Nuevamente el Arzobispo: "¿Y qué pedís para Jacques y Gabriella de la Iglesia de Dios?", y en respuesta: "El Bautismo". Dicho esto, y tras recordar a padres y padrinos la obligación de educar a los niños en la fe católica, procedieron a la signación (hacer la Señal de la Cruz sobre la frente de cada niño). Acto seguido, entraron en la Catedral y ocuparon sus asientos junto al altar, donde estaba un hermoso baptisterio con una talla representando el Bautizo de Jesús por Juan en el río Jordán.


Tras las lecturas y la homilía, preparados para el bautismo

   Por extraña precedencia, S.A.S. la Princesa Charlene ocupó el puesto de más rango con su hijo Jacques en brazos y detrás de ella los padrinos de éste: Diane de Polignac Nigra, prima de Alberto II por parte del Príncipe Rainiero, y Christopher Le Vine Jr, también primo de aquél, pero por parte de la Princesa Gracia. A su lado, con la Princesa Gabriella en el regazo, Alberto II y detrás los padrinos de la pequeña: Nerine Pienaar, esposa del famoso capitán de la selección sudafricana de rugby y amigo de Nelson Mandela, y Gareth Wittstock, hermano de la Princesa Charlene.


Tras el bautismo por ablución de Jacques y Gabriella, el Arzobispo enunció:
"Vous êtes maintenant baptisés" ("Ahora estáis bautizados")

   La Primera Lectura, leída por Andrea Casiraghi, el salmo cantado por el coro de la Catedral y el Evangelio según San Juan, completaron la liturgia de la Palabra. Tras la homilía y la oración de los fieles, leída por la madrina del Príncipe Jacques, terminaba con la Letanía de los Santos en su versión breve, también interpretada por el coro, esta parte, y empezaba la del bautismo en sí.


Unción del crisma y encendido de las velas que portaban los padrinos

   Todos en pie, se procedió a la bendición del agua y después, al ser exhortados a ello por el Arzobispo, los padres y padrinos renunciaron a Satanás e hicieron profesión de fe en nombre de los principitos. Luego, fueron bautizados, primero Jacques Honoré Rainier y luego Gabriella Thérèse Marie.
 

Actas de Bautismo y registro eclesiástico

   Tras la unción del crisma bautismal por parte de Arzobispo, padres y padrinos, y encender una vela por cada niño con el fuego del cirio pascual, se retomó la parte eucarística. Momento especial el de la paz, donde las Princesas Carolina y Estefanía lanzaron sendos besos a su hermano, que los "recogió" entre sus manos. Para finalizar, mensaje de Su Santidad el Papa Francisco leído por el Nuncio Luigi Travaglino, y bendición apostólica por el Arzobispo de Mónaco.


Los Príncipes de Mónaco, firmando las actas.
La Princesa lleva miniatura como Dama Gran Cruz de la Orden de San Carlos.

   Terminada la ceremonia, los invitados y eclesiásticos abandonaron el templo. Sólo quedaron junto al altar la familia Grimaldi, los Príncipes de Mónaco, los Padrinos, y el Arzobispo, para firmar las actas de bautismo de cada principito. Primero, firmaron la del Príncipe Heredero Jacques y después la de la Princesa Gabriella.


Tras la foto oficial, la Familia Real sale del templo ya vacío
hacia la escalinata principal, para mostrar al pueblo a los "Enfants Princiers"

   Tras las fotos oficiales junto al sitial episcopal, la familia se encaminó a la puerta principal de la Catedral para presentar a los niños ya bautizados al pueblo monegasco. Pronto los retiraron del sol (y pienso que también influyó una pequeña indisposición del Príncipe Heredero) y las ayas los llevaron al Palais Princier mientras sus padres y demás miembros de la familia presenciaban desde la escalinata una danza típica de Mónaco.


La concurrencia recibió con vítores y aplausos a los Príncipes de Mónaco,
al Príncipe Heredero y a la Princesa.

   Como última etapa, los Príncipes de Mónaco se dirigieron a pie al Palais Princier y aprovecharon para saludar a los monegascos que se acercaron a vivir en primera persona esta celebración, la cual aguantaron estoicamente los principitos sin llorar ni refunfuñar. Al contrario, más bien parece que S.A.S. el Marqués de Baux y S.A.S. la Condesa de Carladès tienen muy buen carácter.


Tras una nueva foto con toda la familia, los Príncipes fueron a pie hasta el Palais Princier
y aprovecharon para saludar a los monegascos que se habían acercado hasta la Catedral

   Una ceremonia tradicional en un Mónaco atestado de banderas y globos azules y rosas en honor de los mellizos, marcada por las pautas de la liturgia, como es natural, y por las necesidades más oficiales o administrativas como la de firmar las actas bautismales. Y gracias a los gestos y sonrisas de los dos protagonistas, muy llevadera. Y las salvas de honor disparadas cada treinta minutos le dieron ese toque de real solemnidad tan necesario, toda vez que es una ceremonia que atañe al heredero al trono.


La nota familiar, las hermanas lanzando besos a Alberto II en el rito de la paz,
y los principitos divirtiéndose con sus ayas (atención a la guisa) y su madre.
   Como siempre, en el medio está la virtud. 


Imágenes de MonacoInfo


   

martes, 10 de marzo de 2015

La fluidez en un acto.

   Con el vídeo promocional de la canción que va a representar a España en Eurovisión recién salido del horno, y tras la lógica discusión sobre si ganará o no y sobre qué me gusta más y qué me gusta menos de la canción o del vídeo, mi mente protocolista se pone enseguida a analizar lo que es en sí el festival, y lo compara con la reciente gala de los Premios Óscar, sobre todo en cuanto a la fluidez o, dicho de un modo más directo al grano, en cuanto a la maestría de evitar dispersión o aburrimiento del público. 

Logo oficial del festival Eurovisión 2015

   Ambos son actos con una estructura reiterativa: sucesión de canciones, por un lado, y sucesión de premios y discursos de premiados, por otro. Sin embargo, la principal diferencia es la duración y la alternancia de clímax y anticlímax. Mientras que en los Óscar hemos padecido trece pausas de 3 minutos de duración cada una, en la noche eurovisiva sólo hay dos pausas publicitarias: una a mitad de las actuaciones (después de la décimotercera canción) y otra entre la última canción y las votaciones. 


   Y las pausas necesarias entre canciones, puesto que muchas veces hay que retirar o añadir enseres al decorado para las distintas actuaciones, la organización eurovisiva las colma con pequeños vídeos sobre los siguientes participantes puestos en relación con sus países o banderas o con escenas y panorámicas del país anfitrión. Además de su brevedad y de ocultar los "trapos sucios" de la escenografía, estos vídeos mantienen la atención del público, evitando que cambien de canal y se queden viéndolo. 

Actuación musical en la gala de los Premios Tony,
considerada de las más amenas y entretenidas cada año.

   Efectivamente, es importante durante un acto que las transiciones de una fase a otra sea lo más breves posible o, de no poder hacerse así, al menos dotarla de cierta fanfarria para evitar bostezos. Y también es importante jugar, como dijimos, con momentos intensos combinados con momentos de relajación de la atención (relajación, no desaparción). Mientras estamos viendo la canción, estamos atentos a la actuación. Mientras esperamos a que el presentador abra el sobre del premiado, estamos atentos. Será mérito de esa canción o del discurso del galardonado que la atención no decaiga, pero nuestro deber como organizadores del acto es evitar que ese decaimiento se prolongue por culpa de nuestra mala praxis. 

   Una organización farragosa o torpe puede quedar salvada por el carisma de los protagonistas, aunque no sea su deber. Pero ha de ser al contrario: la organización debe precisamente salvar el acto incluso si los que intervienen en él son más sosos que una acelga hervida. Es decir, nosotros tenemos que organizarlo, prepararlo de modo que sea ameno, imaginando que los que están sentados en sus butacas tienen que estar centrados porque quieren, porque conseguimos atraerles (o retenerles, por qué no decirlo) impidiendo que caigan en la apatía más desastrosa.

La actuación de Alex O'Dogherty en los últimos Premios Goya,
elegida en las encuestas como el peor momento de la noche.

   Además de proyecciones, juegos de iluminación, actuaciones musicales y demás ortopedia, es muy útil (y ayuda también a reforzar el mensaje del acto) usar los propios pasos del acto. Piénsese por ejemplo en los gestos litúrgicos del acto. Así, el hecho de que la mejor actriz el año anterior dé el Óscar al mejor actor de este año y viceversa es algo que despierta del letargo a la audiencia: al verla aparecer, sabes que un premio importante se va a entregar; o la cuenta atrás en voz alta para el final de votaciones en Eurovisión es una tradición que ayuda a involucrar activamente al público. 

   Puede ser de gran pompa (y puede servir de verdadera inauguración del acto) la entrada al mismo: el cortejo. El último que entra es el que lo preside aunque no sea el de mayor rango, salvo en el caso de las bodas, donde preside el ministro religioso o el oficiante civil, pero la última en entrar es la novia, verdadera protagonista del día, como es bien sabido (y si no lo sabían, ahora sí). Respeta la regla el acto académico, donde preside el Rector aunque esté presente un Ministro, que tiene mayor precedencia a nivel reglamentario. También la entrega de Premios Príncipe de Asturias, donde a la entrada de S.A.R. el Príncipe (preside), S.M. la Reina ya estaba en su palco. Y estas peculiaridades influyen también en dar solemnidad al acto: momento particular la reverencia del Príncipe a su madre Doña Sofía en pleno escenario.

Los entonces Príncipes haciendo la reverencia a la Reina Sofía, en palco.
Para hacerlo bien, Doña Letizia no debería estar mirando al suelo, sino a la Reina.

   Los miembros de la mesa (y a veces, toda la concurrencia, como en los juicios) espera en pie hasta que el presidente se sienta o invita a hacerlo a los presentes. Durante el acto, los discursantes se dirigen al atril o se acercan a su respectivo micrófono después de que el presidente, moderador, maestro de ceremonias o último conferenciante les haya dado la palabra. Y el discurso será lo más breve posible. Además, siempre se puede hacer como en los Premios Nobel y distribuir los discursos entre ceremonia y cena posterior. Finalizado el acto, la salida se hará a la inversa: el más importante o el que ha presidido, primero, seguido por los demás, por orden de importancia.

   En resumen, hay que lograr que los movimientos durante el acto o ceremonia sean fluidos y sin dejar silencios eternos que se acaban llenando de carraspeos y toses de los asistentes. En esto, las ceremonias religiosas son un modelo a seguir de los que se pueden coger mil ideas. Pero hay que tener cuidado y no saturar el acto de estos trucos o momentos, porque se causará el efecto de rutina que dispersa tanto la mente como las pausas mal organizadas y los silencios excesivos. Imaginen que hubiera espectáculo de fuegos artificiales durante toda una cena. ¿Sería impactante o especial usarlos también como colofón final de la misma?

Si tras una actuación como la de Emmelie de Forest, ganadora de 2013,
viene una balada insulsa, hay que esforzarse para que no cunda el aburrimiento.


   Como siempre, en el medio está la virtud.


Imágenes de Google y RTVE.

miércoles, 25 de febrero de 2015

¡Y van 87!

   Todavía con la resaca de las quinielas y con cierto desajuste de sueño los que aguantamos estoicamente hasta el final, se pueden dar un par de pinceladas sobre lo que fue la octogesimoséptima ceremonia de los premios de la AMPAS (Academy of Motion Picture Arts and Sciences), más comúnmente conocidos como los Premios Óscar.
 


   Como ya es costumbre desde hace más de una década (la primera vez fue en 2002) se celebraron en el Teatro Dolby de Los Ángeles, anteriormente conocido como Teatro Kodak. No podía faltar la alfombra roja sobre la que desfilaron los invitados y donde las funciones del equipo de protocolo abarcaban desde sujetar letreros con el nombre de los asistentes menos conocidos hasta hacer de "damas de honor" ayudando a las invitadas a colocar bien las colas de sus vestidos de gala para que salieran bien.
 
   Contra la opinión de algunos colegas míos, me pareció que la decoración que hacía las veces de trasera para las fotos en la alfombra roja era muy diáfana y original, toda en blanco con figuras colgantes en forma de "A" (de "Academy") con la silueta de la estatuilla troquelada en el centro. Preferible mil veces a la consabida tabla salpicada de logotipos al tresbolillo. Así, en el teatro sólo había logotipos de la propia Academia o de sus premios. La contrapartida fue que los patrocinadores exigen tener sí o sí su espacio, y éste consistió en trece pausas publicitarias de tres minutos de duración cada una que hicieron algo tedioso el transcurso de la ceremonia, al interrumpirla constantemente. 

Gwyneth Paltrow, justamente considerada de las más elegantes de la noche.

   Comenzó la gala, también como es habitual, con número musical. Este año, gracias a que el presentador, Neil Patrick Harris, está curtido en musicales de Broadway, fue más previsible si cabe este tipo de comienzo. Bien acompañado en esta actuación inicial por Anna Kendrick y Jack Black, el maestro de ceremonias demostró su talento y no defraudó, tampoco en la ironía que suele prodigar.

   El escenario, fantástico, amplio y espectacular, ayudó a dotar de más solemnidad a esta entrega de premios, que transcurrió sin dificultades ni interrupciones. En general, los discursos fueron breves, aunque algún premiado estuvo al borde de la hiperventilación al querer decir todo lo que le restaba de su lista de agradecimientos mientras empezaban los acordes de una música como de "te estás alargando... y te lo vengo a recordar" que un año era la angustiosa sintonía de "Tiburón", pero que este año era más estilo fanfarria de premiado. Me gustaba más la de "Tiburón".

Neil Patrick Harris, en plena actuación inaugural de la ceremonia.

   Fue de agradecer, sobre todo por su brevedad y contenido, el discurso de la Presidente de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, que condenó los ataques a la libertad de expresión y el resto del tiempo se dedicó a cantar las bondades del cine. Los demás premiados agradecieron su Óscar y en algunos casos pronunciaron mensajes en favor de la igualdad de las mujeres, como la Mejor actriz de reparto; de no desanimarse ni perder la esperanza, como el premiado con el Mejor guión adaptado; o de entender a las personas que padecen ciertas patologías, como la premiada como Mejor Actriz al hablar del papel que le dio este premio.

   Un escenario cambiante entre premio y premio, con columnas doradas que se deslizaban, o réplicas del Óscar, o distintas tonalidades en las luces o incluso decorados diferentes, ayudaron a restar monotonía a la ceremonia. Quizás fue de lo que más me gustó, puesto que este tipo de actos tienen precisamente el riesgo de lo iterado del mecanismo: salen dos, dicen nominados, se abre el sobre, nombre del premiado, el premiado sube a recoger premio, discurso de agradecimiento... y vuelta a empezar, así con un sinfín de categorías. 

Emma Stone y Felicity Jones, LEGOscarizadas

   Pero en los premios de cine suele haber una categoría que ayuda también a cambiar de aires: Mejor canción. Si se usa bien la baza de hacer sonar las canciones nominadas, se obtienen resultados de entretenimiento (así fue con la interpretación de la canción "Everything is awesome", donde los bailarines entregaron a distintos personajes réplicas del Óscar hechas con piezas de LEGO) o de gran emotividad (como la actuación de la canción ganadora "Glory", que dejó a varios invitados llorando a lágrima viva mientras el público aplaudía en pie). 

   Y una cosa que hacen fantásticamente bien en los Óscar es el momento "In memoriam" donde honran a los personajes del mundo del cine fallecidos desde la última ceremonia. El vídeo con los rostros y nombres es lo de menos, puesto que así se hace en todos lados. Pero el hecho de que justo tras el vídeo alguien cante una canción dedicada a ellos (este año, la ya oscarizada Jennifer Hudson), y que tras la canción haya pausa publicitaria es una manera sublime de no cambiar bruscamente a un momento hilarante que echaría al traste la atmósfera del homenaje póstumo a los compañeros que no están.
 
Lady Gaga, en afectada reverencia tras dar la bienvenida a Dame Julie Andrews

   Esta vez, además, dado que se cumplen 50 años de la película "Sonrisas y lágrimas", se hizo un especial homenaje musical a la misma, donde Lady Gaga interpretó (bastante mejor de que me esperaba, todo hay que decirlo) momentos de las canciones del famoso musical de Rodgers y Hammerstein. Para mí uno de los hitos de la noche fue la aparición de Dame Julie Andrews, que abrazó y felicitó a Lady Gaga por su actuación, recibió una ovación del auditorio y presentó a los nominados al Óscar a Mejor banda sonora. 

   La noche finalizó con los cuatro grandes premios: director para Alejandro González Iñárritu por "Birdman", actor para Eddie Redmayne por su interpretación de Stephen Hawking, actriz para Julianne Moore (otro de mis hitos de la noche) y película para "Birdman". El año que viene, si nada lo impide, y siguiendo la tradición, Moore entregará el Óscar a Mejor actor, Redmayne entregará el Óscar a Mejor Actriz, e Iñárritu el Óscar a Mejor película. 

Julianne Moore con su Óscar a Mejor actriz.
Será porque nació el mismo día que yo, pero tengo especial debilidad por ella.

   Tras una broma fantástica de Iñárritu sobre lo extraordinario que es que dos mexicanos hayan ganado el Óscar a Mejor director en ceremonias consecutivas y las posibles medidas que la Academia tomaría para evitar que se repitiera, la ceremonia fue clausurada por Neil Patrick Harris en español con un "¡Buenas noches, everyone!", dejando vía libre a los invitados para asistir a las distintas recepciones y fiestas previstas para después de la gala.

   Sin entrar en los atuendos (sólo diré que me encantó el esmóquin gris del maestro de ceremonias en la alfombra roja) o en lo acertado de los premios, sí que debo decir que fue una gala digna, un tanto extenuante con tanta pausa publicitaria, pero muy bien organizada en sus tiempos y en sus fases. Personalmente me gustó cómo lo hizo el presentador, aunque también será porque me cae bien él en sí. Y sigo destacando los decorados, sobre todo en el escenario.

El escenario, en uno de los momentos. A ambos lados se ven las columnas
de enrejado dorado que ocuparon a veces el centro del escenario.


   Como siempre, en el medio está la virtud.


Imágenes de Google