domingo, 12 de agosto de 2012

Identifíquese... o no pasa.

   La última noticia que leo sobre Londres pone ante mí un oxímoron de envergadura olímpica, nunca mejor dicho: un miembro de la organización de los Juegos Olímpicos impidió el paso hacia la zona mixta (espacio reservado para deportistas) a Su Majestad Doña Sofía y a Su Alteza Real D. Felipe, ya que carecían de acreditación. No sirvió el argumento de su real identidad y su intención sanísima de felicitar a un deportista español, el taekwondista Nicolás García, por la medalla de plata recién obtenida.


   Aquí está la paradoja a que me refiero: un mal profesional que cumplió indudablemente con su deber. Este galimatías se explica desde dos momentos temporales, aplicando analógicamente la teoría jurídica de la causalidad... muy útil, por otra lado, para establecer las responsabilidades:

- Causa próxima: en ese momento, el responsable de la zona acotada impide diligente y correctamente el paso a personas "a priori" no autorizadas ni identificadas como para acceder a ella. Hasta aquí, todo bien.

- Causa remota: el "pero" es que, siendo miembro de una organización de este calibre, no sólo por su relevancia mediática, sino también por su implicación internacional, la participación de Jefes de Estado y de Gobierno, relaciones diplomáticas, e incluso desde un punto de vista emocional (tanta adrenalina, tensión y sentimientos aflorando a la vez), ha de haber un ejercicio previo de preparación y, si es menester, memorización de rostros.

Nicolás García, con su medalla de plata en taekwondo.

   Porque este incidente sólo puede deberse a dos motivos: el miembro de la organización desconocía a esos miembros de la Familia Real española, o bien sí sabía quiénes eran pero, al no llevar éstos su acreditación, utilizó esta circunstancia para intentar degradar a los regios individuos cortándoles el paso.

   En cualquier caso, ante cuestiones de responsabilidad del tipo "¿Debe saberse él los rostros o debe el Comité Organizador facilitarle una lista con las personalidades de obligado conocimiento?", hay que hacer una apreciación: bien es cierto que no tienen que conocer a la flor y nata de todos los países, pero... ¿no sería esperable que conozcan al menos a los diplomáticamente relevantes? Es decir, los miembros de los Gobiernos, Jefaturas de Estado, Familias Reales, Presidentes de los Comités Olímpicos de cada país son celebridades que no necesitan, como suele decirse, presentación o, en este caso, acreditación. 


   Porque, a quienes se enrocan en el argumento de que no llevaban acreditación y es ésta un elemento imprescindible y nunca soslayable (así debería ser), les pregunto: si fuese Su Graciosa Majestad Isabel II la que quería acceder sin acreditación, ¿también le habría puesto freno? Quizás este sea un ejemplo demasiado excesivo, ya que es súbdito suyo, pero... ¿y si se tratara de David Beckham? ¿Y si fuese Hugh Grant? Quizás habría hecho gala del mismo celo profesional... o no. Dado que hoy finalizan estos Juegos, casi podemos decir que "nunca lo sabremos".

   Como siempre, en el medio está la virtud.