miércoles, 25 de febrero de 2015

¡Y van 87!

   Todavía con la resaca de las quinielas y con cierto desajuste de sueño los que aguantamos estoicamente hasta el final, se pueden dar un par de pinceladas sobre lo que fue la octogesimoséptima ceremonia de los premios de la AMPAS (Academy of Motion Picture Arts and Sciences), más comúnmente conocidos como los Premios Óscar.
 


   Como ya es costumbre desde hace más de una década (la primera vez fue en 2002) se celebraron en el Teatro Dolby de Los Ángeles, anteriormente conocido como Teatro Kodak. No podía faltar la alfombra roja sobre la que desfilaron los invitados y donde las funciones del equipo de protocolo abarcaban desde sujetar letreros con el nombre de los asistentes menos conocidos hasta hacer de "damas de honor" ayudando a las invitadas a colocar bien las colas de sus vestidos de gala para que salieran bien.
 
   Contra la opinión de algunos colegas míos, me pareció que la decoración que hacía las veces de trasera para las fotos en la alfombra roja era muy diáfana y original, toda en blanco con figuras colgantes en forma de "A" (de "Academy") con la silueta de la estatuilla troquelada en el centro. Preferible mil veces a la consabida tabla salpicada de logotipos al tresbolillo. Así, en el teatro sólo había logotipos de la propia Academia o de sus premios. La contrapartida fue que los patrocinadores exigen tener sí o sí su espacio, y éste consistió en trece pausas publicitarias de tres minutos de duración cada una que hicieron algo tedioso el transcurso de la ceremonia, al interrumpirla constantemente. 

Gwyneth Paltrow, justamente considerada de las más elegantes de la noche.

   Comenzó la gala, también como es habitual, con número musical. Este año, gracias a que el presentador, Neil Patrick Harris, está curtido en musicales de Broadway, fue más previsible si cabe este tipo de comienzo. Bien acompañado en esta actuación inicial por Anna Kendrick y Jack Black, el maestro de ceremonias demostró su talento y no defraudó, tampoco en la ironía que suele prodigar.

   El escenario, fantástico, amplio y espectacular, ayudó a dotar de más solemnidad a esta entrega de premios, que transcurrió sin dificultades ni interrupciones. En general, los discursos fueron breves, aunque algún premiado estuvo al borde de la hiperventilación al querer decir todo lo que le restaba de su lista de agradecimientos mientras empezaban los acordes de una música como de "te estás alargando... y te lo vengo a recordar" que un año era la angustiosa sintonía de "Tiburón", pero que este año era más estilo fanfarria de premiado. Me gustaba más la de "Tiburón".

Neil Patrick Harris, en plena actuación inaugural de la ceremonia.

   Fue de agradecer, sobre todo por su brevedad y contenido, el discurso de la Presidente de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, que condenó los ataques a la libertad de expresión y el resto del tiempo se dedicó a cantar las bondades del cine. Los demás premiados agradecieron su Óscar y en algunos casos pronunciaron mensajes en favor de la igualdad de las mujeres, como la Mejor actriz de reparto; de no desanimarse ni perder la esperanza, como el premiado con el Mejor guión adaptado; o de entender a las personas que padecen ciertas patologías, como la premiada como Mejor Actriz al hablar del papel que le dio este premio.

   Un escenario cambiante entre premio y premio, con columnas doradas que se deslizaban, o réplicas del Óscar, o distintas tonalidades en las luces o incluso decorados diferentes, ayudaron a restar monotonía a la ceremonia. Quizás fue de lo que más me gustó, puesto que este tipo de actos tienen precisamente el riesgo de lo iterado del mecanismo: salen dos, dicen nominados, se abre el sobre, nombre del premiado, el premiado sube a recoger premio, discurso de agradecimiento... y vuelta a empezar, así con un sinfín de categorías. 

Emma Stone y Felicity Jones, LEGOscarizadas

   Pero en los premios de cine suele haber una categoría que ayuda también a cambiar de aires: Mejor canción. Si se usa bien la baza de hacer sonar las canciones nominadas, se obtienen resultados de entretenimiento (así fue con la interpretación de la canción "Everything is awesome", donde los bailarines entregaron a distintos personajes réplicas del Óscar hechas con piezas de LEGO) o de gran emotividad (como la actuación de la canción ganadora "Glory", que dejó a varios invitados llorando a lágrima viva mientras el público aplaudía en pie). 

   Y una cosa que hacen fantásticamente bien en los Óscar es el momento "In memoriam" donde honran a los personajes del mundo del cine fallecidos desde la última ceremonia. El vídeo con los rostros y nombres es lo de menos, puesto que así se hace en todos lados. Pero el hecho de que justo tras el vídeo alguien cante una canción dedicada a ellos (este año, la ya oscarizada Jennifer Hudson), y que tras la canción haya pausa publicitaria es una manera sublime de no cambiar bruscamente a un momento hilarante que echaría al traste la atmósfera del homenaje póstumo a los compañeros que no están.
 
Lady Gaga, en afectada reverencia tras dar la bienvenida a Dame Julie Andrews

   Esta vez, además, dado que se cumplen 50 años de la película "Sonrisas y lágrimas", se hizo un especial homenaje musical a la misma, donde Lady Gaga interpretó (bastante mejor de que me esperaba, todo hay que decirlo) momentos de las canciones del famoso musical de Rodgers y Hammerstein. Para mí uno de los hitos de la noche fue la aparición de Dame Julie Andrews, que abrazó y felicitó a Lady Gaga por su actuación, recibió una ovación del auditorio y presentó a los nominados al Óscar a Mejor banda sonora. 

   La noche finalizó con los cuatro grandes premios: director para Alejandro González Iñárritu por "Birdman", actor para Eddie Redmayne por su interpretación de Stephen Hawking, actriz para Julianne Moore (otro de mis hitos de la noche) y película para "Birdman". El año que viene, si nada lo impide, y siguiendo la tradición, Moore entregará el Óscar a Mejor actor, Redmayne entregará el Óscar a Mejor Actriz, e Iñárritu el Óscar a Mejor película. 

Julianne Moore con su Óscar a Mejor actriz.
Será porque nació el mismo día que yo, pero tengo especial debilidad por ella.

   Tras una broma fantástica de Iñárritu sobre lo extraordinario que es que dos mexicanos hayan ganado el Óscar a Mejor director en ceremonias consecutivas y las posibles medidas que la Academia tomaría para evitar que se repitiera, la ceremonia fue clausurada por Neil Patrick Harris en español con un "¡Buenas noches, everyone!", dejando vía libre a los invitados para asistir a las distintas recepciones y fiestas previstas para después de la gala.

   Sin entrar en los atuendos (sólo diré que me encantó el esmóquin gris del maestro de ceremonias en la alfombra roja) o en lo acertado de los premios, sí que debo decir que fue una gala digna, un tanto extenuante con tanta pausa publicitaria, pero muy bien organizada en sus tiempos y en sus fases. Personalmente me gustó cómo lo hizo el presentador, aunque también será porque me cae bien él en sí. Y sigo destacando los decorados, sobre todo en el escenario.

El escenario, en uno de los momentos. A ambos lados se ven las columnas
de enrejado dorado que ocuparon a veces el centro del escenario.


   Como siempre, en el medio está la virtud.


Imágenes de Google