miércoles, 11 de diciembre de 2013

Premios Nobel: oda a la sencillez

   Muchas veces se me ha oído decir (o leído) que "menos es más", que la solemnidad y la celebración no están en absoluto reñidas con la sobriedad. El ejemplo lo hemos visto ayer, sin duda, en la península Escandinava. Oslo primero y Estocolmo después han dado una lección de elegancia y verdadera pompa en sendas ceremonias de entrega de Premios Nobel. ¿Han necesitado para ello toneladas de flores? No. ¿Acaso una sucesión de discursos a cual más emotivo y reivindicativo? No. ¿Sombreros como los de Ascott, quizás? No.

Planos del Salón del Ayuntamiento de Oslo, en ausencia de los protagonistas.
La inicial de Nobel, destacando en dorado sobre el enmoquetado del escenario.


   De hecho, y dado que el destino y la casualidad son así de caprichosos, hoy se simultanearon los premios en honor a Alfred Nobel con un oficio religioso en memoria del difunto Nelson Mandela. Y más casualidad es todavía que Mandela fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz justamente hace 20 años, puesto que estos premios se entregan el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Nobel. Pues bien, gracias a este antojo del sino, hemos podido comparar unas y otra ceremonias, aunque las comparaciones sean odiosas (e inevitables).

Los premiados, en pie esperando la llegada de SS.MM. los Reyes de Noruega,
que ya ha sido anunciada por las fanfarrias.

   Comencemos por Oslo. A las 13:00h hacía su entrada en el Salón del Ayuntamiento de Oslo la representación de la entidad premiada (la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas), quienes se dirigieron al estrado y esperaron de pie junto a sus asientos. Al punto, sonó una fanfarria que anunció la llegada de "Deres Majesteter" (Sus Majestades), y una vez sentados éstos en sus tronos, comenzó una pieza musical introductoria de la ceremonia. Los príncipes herederos no acompañaron a Harald y Sonia en esta ocasión, puesto que estaban representando a la familia real noruega en Sudáfrica. La etiqueta exigida para este evento matutino fue de traje oscuro para los caballeros y traje corto para las damas.

Los Reyes de Suecia escuchando el discurso del Presidente del Comité.
Centrada en el atril, la efigie de Alfred Nobel.

   El primero de los dos discursos corrió a cargo de Thorbjorn Jagland, Presidente del Comité de los Premios Nobel. Como era de esperar (casi obligatorio, diríamos) la primera referencia fue para Nelson Mandela, por la coincidencia ya explicada y por la propia personalidad, valores y relevancia del propio Mandela. Y sin más, se habló de la necesidad de abolir las armas químicas, exhortando a países como Angola, Corea del Norte y Egipto a que ratifiquen el Convenio Internacional sobre esta materia. 

Entrega del Premio Nobel de la Paz 2013

   Al fin de este discurso, y tras un despiste momentáneo del señor Jagland (se sentó antes de dar el premio), se hizo entrega al Director General de la OPAQ de la medalla de oro y el diploma que acreditan a dicha organización como galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2013. Ambos tomaron asiento (esta vez ya según lo previsto), mientras una segunda pieza musical era interpretada, a cuyo fin tuvo lugar el discurso de agradecimiento de Ahmet Üzümcü. Tras el mismo, otra pieza musical de despedida.

Tras el discurso de agradecimiento, los Reyes felicitan a los representantes de la OPAQ

   Por último, los Reyes saludan y felicitan a la delegación de la OPAQ allí presente, se hacen la consabida foto de familia, y abandonan el Salón Azul al son de una fanfarria, en compañía del Presidente del Comité. Seguidamente, hacen lo propio los miembros de la OPAQ y termina la ceremonia. Así, sin más... ni menos.


El escenario del Palacio de Conciertos, listo para comenzar.
En las butacas azules, la Familia Real y miembros de la Fundación Nobel.
En las butacas rojas, los galardonados.

   Más tarde, a las 16:30, en el país vecino, comenzaba la Ceremonia de entrega de Premios Nobel en el Palacio de Conciertos de Estocolmo. Un redoble de tambor anunciaba la entrada de los Reyes Carlos Gustavo y Silvia, que iban acompañados por su hijo el Príncipe Carlos Felipe y su yerno el Príncipe Daniel. Ninguna de sus hijas estaban presentes: Victoria, representando a la familia en Johannesburgo, y Magdalena, imposibilitada para volar dado su avanzado estado de gestación.


Sus Majestades y Sus Altezas Reales, en pie, escuchando el himno real sueco.
Tras ellos, la mesa con los premios que se entregarán inminentemente.

   Como la propia página oficial de los Premios advertía, la etiqueta requerida era de frac y pajarita blanca para ellos, y vestido de noche para ellas. Y así cumplieron los premiados, y también las dos mujeres que intervinieron: Jean Munro (que acudió a recoger el premio en nombre de su madre, Alice Munro) y Juleen R. Zierath (que presentó a los premiados en Fisiología o Medicina). Lógicamente, también Su Majestad la Reina Silvia, que portaba la "Tiara de las Nueve Puntas" de la Reina Sofía de Nassau, que ya lució en la boda de su hija la Princesa Magdalena.

Con todos los protagonistas ubicados en sus sitios,
comienza la ceremonia con el discurso del Presidente de la Fundación Nobel.


   Una vez escuchado, en pie, el himno real, tomaron asiento. Y al son de una música interpretada por la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo (a la batuta, Andreas Hanson) entraron en dos filas los galardonados y los miembros de la Fundación Alfred Nobel. El discurso de apertura lo pronunció Carl-Henrik Heldin, Presidente de la Fundación Nobel (de nuevo, haciéndose mención a Mandela y al premio horas antes). El atril, en vez de estar centrado en el escenario, se ubicó hacia la derecha del mismo, para que los oradores no ocultaran el busto de Alfred Nobel, que presidía junto a las banderas de Suecia y Noruega, colocadas sobre el palco de la Orquesta.

La "N" en medio del escenario, punto de encuentro del Rey con los premiados.
Primera reverencia de los galardonados, al Rey. Todo el mundo en pie.


   Después, se entregaron los premios de Física, Química, Fisiología o Medicina, Literatura y Economía, siguiendo el mismo esquema, a saber:

- un relator o relatora cantaba las virtudes de los galardonados, explicando por qué son acreedores de la medalla y el diploma. 

- el relator o relatora anunciaba su placer al invitar al galardonado a recibir el premio de manos de Su Majestad, el Rey.

- el Rey y el galardonado se encontraban sobre la "N" (inicial de Nobel) que imperaba sobre la moqueta en medio del escenario y se entregaba el premio, al son de una fanfarria y con todos los asistentes en pie.

- el galardonado inclinaba la cabeza tres veces: ante el Rey, ante el relator y miembros de la Fundación (que devolvían el solemne saludo) y ante el público del patio de butacas. Acto seguido, tomaba asiento.

Los otros dos saludos reverenciales que hacían los premiados:
a los relatores y miembros de la Fundación, y al público. Todo el mundo en pie.

   Durante la ceremonia, la música estuvo presente y amenizó la entrega de los premios. Mención especial hay que hacer por su buen gusto en la elección de la pieza "I could have danced all night", de la banda sonora de "My Fair Lady". Mención obligada... por motivos obvios, ¿no?.

Entregado el último premio, suena el Himno Nacional de Suecia y la Familia Real se va.
En la mesa, ya no quedan premios por dar.


   Tras la entrega de todos los premios, la Orquesta entonó el "Du gamla, Du fria", himno nacional sueco, que escucharon todos en actitud respetuosa y en pie, como debe ser. A su fin, la familia real abandonó el escenario, y los miembros de la Fundación felicitaron a los recién premiados.

Sobre la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo, las banderas sueca y noruega.
Las reales butacas, a la espera de los Premios Nobel 2014.


   De este ceremonia se extraen dos premisas importantes para cualquier acto, a mi modo de ver. Más que importantes son incluso calificables de cruciales: cuando se entrega un premio la concurrencia ha de estar en pie (máxime si lo entrega un Jefe de Estado o de Gobierno), y no es necesario que hable todo el mundo (más bien al revés). Porque es agotadora una remesa de discursos repetitivos, que no hacen más que aburrir, cuando queda patente que los silencios se pueden llenar muy bien con una pieza musical breve, que es cien mil veces más ameno, no hay ni que decirlo.

En el Salón Azul del Ayuntamiento de Estocolmo, entrada en procesión de
los comensales de la mesa de honor en el banquete de gala tras la ceremonia

   Si se quieren intervenciones de los premiados, se hace como en este caso: en el transcurso de otra ceremonia (el banquete ofrecido en honor de los galardonados en el Salón Azul del Ayuntamiento de Estocolmo) se les deja hablar. Pero ya es en otro espacio, ya es con otro público, hay un brindis que propone el Presidente de la Fundación Nobel en honor del Rey de Suecia, y otro que propone éste en honor de Alfred Nobel, hay procesión de entrada de invitados, procesión de postres con bengalas... y así no se carga a la misma ceremonia con todos los discursos. Se puede escuchar a todos (siempre que sea necesario), pero hay que saber dosificarlo.

Tradicional procesión de los postres.
Las vistosas bengalas resaltan en la penumbra del salón

   Como siempre, en el medio está la virtud. 

Imágenes de www.nobelprize.org





   

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