miércoles, 15 de febrero de 2012

Premios y distinciones: una correcta ceremonia.

   Como contrapunto a las galas de entrega de premios de cine o música, están las de reconocimiento de un mérito con carácter oficial. Me refiero a los nombramientos como hijo predilecto o adoptivo, graduaciones académicas, medallas de oro, condecoraciones, doctorados honoris causa, ...

   Se organizan más bien como un acto de mayor o menor solemnidad que se celebra generalmente en la sede del ente otorgante (Gobierno, Ayuntamiento, Paraninfo universitario, …) o lugar tradicional al efecto. En estos casos, suele haber uno o pocos premiados y la entrega va precedida de la lectura del acta donde el órgano describe los motivos que ameritan el premio y la decisión formal de su concesión.

El actor Javier Gutiérrez, con su galardón como "Ferrolano del Año",
flanqueado por los Alcaldes de Ferrol y Lugo

   Como el órgano suele ser colegiado, lo más usual es que haya una mesa presidencial donde se sienta la representación de ese órgano, a la que se dirige el premiado para recoger su galardón. Lo más correcto es saludar a todos los miembros de la mesa, dejando para el final al presidente de la misma, que suele ser quien hace entrega física del premio o diploma (o imposición, en caso de medallas o bandas).

   Aprovechando que ya sabemos de antemano quién es el premiado, podemos optar porque se siente en una butaca o estrado que, sin estar junto a la mesa presidencial, sí puede ubicarse en la misma tarima o escenario. Otra posibilidad es reservarle un sitio de honor en la primera fila de butacas, aunque en este caso estaremos obligándolo a subir las escaleras o la rampa, con los riesgos que ello conlleva en estos momentos de nerviosismo y emoción, agravados según la edad del sujeto. Lo que no es adecuado en este tipo de ceremonia es mezclar a los premiados entre el público, ya que no hay sorpresa en su nombramiento, que ya es conocido “a priori”, sino solemnidad en la entrega del galardón o la imposición de la medalla o insignia.

Paraninfo durante un Doctorado "Honoris Causa". Se puede var que Doctorando y Padrino
ocupan un lugar destacado a la izquierda de la tarima.

   Otro tema a tener en cuenta es el premio en sí. Si se trata de una medalla, insignia diploma o banda, no habrá mayor problema, puesto que no se trata de objetos pesados ni voluminosos, pero cuando se entrega una estatuilla, trofeo o placa, el engorro que ello ocasiona al premiado se antoja contradictorio con el fin de homenaje del acto en sí. Para eliminar este tipo de óbice, se puede decidir:

-  o bien no se entregan los premios, sino que se colocan todos sobre una mesa a la vista de los premiados y del público y aquéllos los recogen al finalizar el acto o se les hacen llegar a su domicilio posteriormente.
-  o bien se hace la entrega, habilitando una mesa auxiliar donde depositar el premio provisionalmente o se dispone de una persona o grupo de personas que se encargue de recoger el premio de manos del premiado (que ha vuelto a ocupar su sitio), de su custodia y posterior entrega al premiado respectivo.


   En los premios Príncipe de Asturias, por ejemplo, se hace acertadamente un combinado de ambas, y los premios destacan en una mesa situada tras el atril en la que permanecen estáticos toda la gala, aunque a cada premiado se le entrega en mesa presidencial un diploma.

   En todo caso, es primordial que la solemnidad se respete, puesto que premiar implica un homenaje a una persona o institución por una buena labor, por algo en beneficio de la comunidad que lo agasaja, o por un descubrimiento que merece ser celebrado. Aunque no podemos llegar a un nivel de estricta severidad que incomode a los galardonados o a los asistentes, si con una mala organización, o con un desarrollo farragoso del acto, diluimos esa solemnidad lógica y necesaria, estaremos malogrando simultáneamente ese homenaje presumiblemente merecido.

   Como siempre, en el medio está la virtud.



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