domingo, 15 de enero de 2012

Y el premio es para... una buena organización.

   Empieza la temporada que hace las delicias de los cinéfilos y de los interesados por los premios, en general. Globos de Oro, Óscar, Goya, Fotogramas de Plata, … Y a quienes nos importan la elegancia y las cosas bien hechas, nos ofrece una concatenación de oportunidades de coger ideas o aprender qué debe evitarse a toda costa.

   En general, podemos distinguir dos tipos de entregas de premios: las menciones oficiales (en las que no suele haber competencia entre nominados “in situ”) y las distinciones más corporativas, sociales o empresariales.

Entrega del Premio Príncipe de Asturias del Deporte a la Selección Española de Fútbol.

   En cuanto al segundo tipo, suele realizarse la entrega durante el transcurso de una gala organizada a tal fin, y la espectacularidad y repercusión es mayor, dado el despliegue. Pero también es recurrente el incurrir en errores garrafales (si se me permite la aliteración). Veamos los distintos elementos a tener en cuenta:

- Alfombra roja. Concepto acuñado para referirse a la entrada al edificio o salón donde se celebra la ceremonia, y donde se ubica la prensa para entrevistar y fotografiar a los asistentes. Ha de preverse que el clima no siempre es respetuoso con nuestra agenda , y se habilitará una carpa o toldo que ampare de inclemencias varias.

Alfombra roja a la entrada del Kodak Theatre (Los Ángeles)

- Etiqueta. Es un evento social, donde se nos premia o se premia a otros que, se supone, lo merecen. Por todo ello, si es un acto de mañana o sobremesa (casi nunca lo es) los hombres llevarán traje oscuro (o chaqué, si es muy sofisticado) y las mujeres traje corto (o de cóctel, en idéntico caso). Si es de noche, el hombre irá de esmóquin o traje oscuro y la mujer, de traje de noche o de cóctel. Este punto es más importante de lo que parece, puesto que según se recibe el premio o se asiste a la gala, se concede mayor o menor relevancia al galardón mismo. Un americano jamás recibiría un Oscar en vaqueros o sin llevar corbata o pajarita. En España, por desgracia, se han relajado mucho las formas, como si no se exigiese etiqueta, y a veces pasa por la alfombra roja gente ataviada como si fuese a la inauguración de un supermercado o a una discoteca, en vez de a un evento de este tipo. No sé por qué nos vanagloriamos de ser vulgares o chabacanos, en un tiempo en que cualquier ayuda es poca y en que tendríamos que procurar una imagen de nuestro cine más atractiva, darnos a valer. No sé por qué es así. Pero así es.

Colin Firth, sonriente y elegante, con el Globo de Oro 2010 a Mejor Actor Dramático

- Guiones inapropiados o poco preparados. Es muy común utilizar a una pareja de personalidades para que entreguen cada premio, de un modo ameno, con una pequeña conversación entre ellos, aludiendo a la categoría o tipo de premio. Es nefasto ver que no se han molestado en leer el guión, que no han ensayado, y que hacen silencios que al espectador resultan molestos y que deslucen. Igualmente graves son los diálogos excesivamente polémicos o que, en general, restan protagonismo a quien subirá inmediatamente a recoger su distinción. Muchas veces no se recuerda de qué premio se trataba, ni quién lo obtuvo, pero sí lo de nulos que fueron los entregantes. Inadmisible.

- Inconexiones o vacíos. No es la primera vez que se presenta a un premiado que resulta que no ha asistido. Alguien debe informar PREVIAMENTE, y no a través de un cartel en plena entrega, al entregante de que tal nominado o tal premiado no recoge el premio, de quién lo recogerá en su nombre o de si hay un video de agradecimiento del galardonado. Esos instantes de indecisión y silencio de quien está tras el atril sin saber qué pasa dan un aspecto deplorable.

Premio Goya

- Ubicación de los nominados o premiados. No me explico por qué es tan frecuente, pero lo es, que los nominados, al ser declarados premiados, tengan que levantar a media platea para llegar al pasillo y poder recoger la estatuilla; o que se pronuncie su nombre y pasen unos interminables segundos hasta que llegan desde el fondo de la sala al escenario. Lo más lógico será que los posibles galardonados estén CERCA del escenario y del pasillo de acceso al mismo, y no en el medio de la fila, ni en la fila del fondo.

- Discursos interminables. Es un problema peliagudo. Hay que comprender que la emoción o ilusión del momento les embargue. Pero cuando esa locuacidad llega a ciertos extremos, deriva en egolatría o recreación en el propio éxito, y hay que ponerle fin. No podemos incidir en el ánimo o solidaridad del discursante, pero sí podemos advertirle de su exceso. Ante casos especialmente obstinados, recordemos a Antonio Banderas tirando a la fuerza de un Almodóvar interminable. Lo cual nos da una idea a mayores: si el entregante es amigo del galardonado, nos puede echar una mano en estas lides, dada la confianza.

Antonio Banderas, poniendo necesario fin a los
agradecimientos de un oscarizado Pedro Almodóvar

- Desinformación de los presentes en el escenario. “Ya di las gracias... y ahora ¿por dónde me voy?” se preguntan los premiados, y a veces también los que entregaron el premio. Lo lógico es que salgan entre bambalinas y vuelvan a su sitio de un modo discreto. Si las circunstancias lo permiten, dejar la primera fila del lado opuesto al atril reservada a los premiados, es una solución muy cómoda.

   En definitiva, y como siempre, lo esencial es la elegancia, la planificación y la información a los que vayan a intervenir en cada entrega. Así será más fácil conseguir un acto fluido, sin dilaciones ni atropellos, donde cada galardonado pueda recoger su premio con la pompa y corrección que merece. Si luego decide estropearlo, ya será cosa suya.

   Como siempre, en el medio está la virtud.

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