viernes, 20 de enero de 2012

Cuando el protocolo se toma a risa.

   Aunque en otro momento ya he abordado el desagradable tema del instrusismo consentido, acontecimientos de los últimos días me obligan a retomarlo, puesto que puede que sea el trasfondo de esa serie de fenómenos anómalos. Me explico:

La mala distribución de cubiertos ha devenido en un problema menor,
en comparación con otros fallos inexplicables en protocolo oficial.

   Observamos perplejos ciertas fotografías recientes y comprobamos que hay pautas, reglas o incluso normas jurídicas, que se incumplen, desluciendo protocolariamente un acto, restando solemnidad o, simplemente, haciendo que pierda la elegancia debida.

   Hay un trajín, últimamente, con las banderas, que da la desagradable sensación de que quien las coloca, lo hace sin tener consciencia de lo que ello supone. Hay quien aduce un motivo deliberado, y ve una intención comunicativa en ello. Mi humilde opinión es que las banderas tienen su propia precedencia, y los mensajes han de transmitirse de otro modo. Si en la regulación de la bandera de la Unión Europea no se impone su uso sino en determinados edificios o con ocasión de contadas festividades, es precisamente porque, en consonancia con el principio de igualdad de los Estados miembros y el respeto a su identidad nacional que se recoge en el artículo 4.2 del Tratado de la Unión Europea, no se ve necesidad de ser más europeos de lo preciso.  No obstante, la bandera de Europa se sitúa a veces por delante de la autonómica o incluso de la española.


   Con ocasión del anuncio de que, a raíz del fallecimiento de uno de los ex-Presidentes de la Xunta de Galicia, se habían decretado tres días de luto oficial, constatamos este error en cuanto al uso de las banderas. Aparecían tras el Presidente gallego tres banderas que, por este orden de precedencia, correspondían a España, Unión Europea y Galicia. Más allá de lo desafortunado que resulta un comunicado de tal relevancia para la Comunidad Autónoma con la bandera gallega infravalorada, otro elemento llamaba poderosamente la atención: en cada bandera destacaba un crespón negro en señal de duelo... pero en vez de estar atado a la parte superior del asta, estaba prendido a la tela de cada bandera... y las banderas española y europea (no sólo la de Galicia) también ostentaban el luctuoso ornato. Supongo que huelga cualquier comentario a mayores acerca de lo deplorable de la imagen.


   Pocas horas después, en el marco de la recepción al Presidente Sarkozy con motivo de la entrega al mismo de la condecoración de la Orden del Toisón de Oro, tiene lugar una instantánea en la que figura S.M el Rey flanqueado por el Presidente del Gobierno y tres de los ex-Presidentes, quienes estaban colocados contraviniendo su orden de precedencia específico. Se argumentó, pobremente, a mi modo de ver, que esa colocación alternaba mejor los partidos políticos a los que pertenecían.


   Ese mismo día, la esposa de S.A.R. el Príncipe de Asturias presenció la imposición del Collar y Gran Cruz al Presidente francés ataviada con una falda que a todas luces se antojaba excesivamente corta. ¿Desoyó a sus asesores o simplemente sus asesores dieron su “placet” a tal guisa?.

   Bien. Llegados a este punto, creo que es necesario recordar una cosa: las precedencias, las normas de etiqueta, el uso de las banderas, … no son, “stricto sensu”, normas jurídicamente coercitivas. Sin embargo, sí lo son en la práctica, toda vez que un responsable de protocolo puede ser procedentemente despedido si las incumple y ello acarrea mala imagen o perjuicios a la institución o personalidad que abona su salario. Siendo así, entiendo que los primeros que deben respetarlas son esas instituciones o personalidades, y para ello han de tener especial celo al encargar estas competencias. La realidad, en cambio, nos presenta una tendencia a encargar el departamento o las funciones de “Protocolo y Comunicación” a personas amigas o votantes sin formación en tales lides.


   Si el director, dueño, etc. de una empresa decide dejar en manos de un incompetente los asuntos de protocolo y relaciones públicas, lo hace por su cuenta y riesgo, él paga su salario y él, o su empresa, sufre las consecuencias de una mala praxis por parte del empleado. Si esta decisión la toma un alto cargo de la Administración, está derrochando de un modo lamentable un caudal PÚBLICO, y la mala imagen que pueda acarrear esta ineptitud en perjuicio de esa institución, que representa a TODA la población, afecta a TODOS los ciudadanos a su vez contribuyentes.

   En definitiva, se trata de ser responsables, de cumplir los principios de conducta que la Constitución exige de estos altos cargos (objetividad, servicio al interés público, legalidad) y hacer que el fin último del bien común prime sobre los intereses particulares de quienes los ocupan. Es utópico, lo sé, y a pesar de ello, en este caso SÍ que es jurídicamente coercitivo, al estar consagrado en una norma de Derecho Positivo. Sin embargo, por dar un toque realista, aun cuando sigan con estos nepotismos, sólo pido que sepan rectificar si el “enchufado” demuestra ser una nulidad y procedan a su sustitución por otra persona (amiga o no) más capacitada, para evitar que se repitan casos como los mencionados... deprimentes.

   Como siempre, en el medio está la virtud.



2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con tus argumentos. Un saludo de una amante y profesional del protocolo

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    1. Muchísimas gracias!
      Sin duda, todos los protocolistas que tenemos verdadero respeto y vocación por nuestra labor deberíamos opinar así!
      Y precisamente estos días se vuelven a ver errores de protocolo similares a los que ilustran este artículo.
      El baile con la bandera europea es delirante.
      Un abrazo, y gracias por comentar!

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