viernes, 23 de septiembre de 2011

Cuatro modas y... un musical.

   Los largometrajes musicales, sobre todo los de otros tiempos, optaban por vestir a sus protagonistas femeninas de un modo muy naïf, muy cándido e inocente. Una estrategia para que pareciesen más etéreas al bailar, más puras en sus gestos, incluso más limpias y melodiosas en sus voces.

   Y no digo todo esto por decir, sino porque he comprobado que hay incluso una prenda fetiche para los musicales. Nadie lo ha dicho (seguramente porque son conjeturas en absoluto mías), pero hay un vestido que, “mutatis mutandis”, tras los cambios de época y moda del personaje, podría llamarse “El Vestido de los Musicales”: entallado al torso, falda de vuelo, tímido escote y color claro.

   Empezaremos por el vestido que llevaba Mary Poppins (Julie Andrews) durante la escena dentro del dibujo en el parque, mientras cantaba una de las canciones insignia de la película, el popular “Supercalifragilísticoexpialidoso”. Es un vestido de la época, desde luego, blanco, con falda èvasée, y fajín rojo.

Julie Andrews en "Mary Poppins" (1964)
   Continuamos nuestra ruta histórica y recalamos en los años 30. Liesl von Trapp (Charmian Carr) baila junto a su enamorado en el templete de la casa familiar, ataviada con un vestido de gasa, de color muy pálido, cuya falda se ensancha con el baile. “Sonrisas y lágrimas” también recurre a este tipo de vestido para la indumentaria de Fräulein María (de nuevo, Julie Andrews), en la escena de la marionetas, el famoso vestido azul que le recomienda, no sin malicia, la Baronesa Schräder (una felina Eleanor Parker) en un momento ulterior de la trama.

Charmian Carr, bailando en "Sonrisas y lágrimas" (1965)

   Se parecen mucho al que lleva María (Natalie Wood) cuando acude al baile. De hecho, el vestido color blanco con fajín rojo, como el de Mary Poppins, es icono de esa preciosa portorriqueña protagonista de “West Side Story”, emblema de inocencia que ayudó a que la actriz fuese conocida como “la novia de América”. La película, por otra parte no es más que una revisitación del clásico shakespeareano “Romeo y Julieta”, fruto, a su vez, del “aggiornamento” que el autor británico hizo del mito de Píramo y Tisbe. Ovidio incluso atribuye a la sangre vertida por los dos amantes, que empapó las raíces de una zarza, el color purpúreo de las moras. Pero esto no son más que divagaciones.

Natalie Wood y Rita Moreno contemplan su creación en "West Side Story" (1961)
   Por último, otro modelo de inocencia (incluso cursi) que lleva vestido de gasa blanco es Sandy (Olivia Newton-John) en el baile del instituto de “Grease”, cuando comparte coreografía con su amado Dany. De este vestido destaca su virginal claridad, ya que es absolutamente blanco, al igual que los complementos.
La muñeca más famosa del mundo ataviada  como Sandy en "Grease" (1978)

   Opino que el simbolismo es necesario y útil, pero una repetición de patrones (a propósito elijo este término) puede resultar contraproducente por saturación. Los homenajes y reminiscencias son plausibles, pero cuidado con la pérdida de originalidad.

      Como siempre, en el medio está la virtud.

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