domingo, 23 de octubre de 2011

Los siete pecados capitales del invitado.

   Una invitación, ya sea a un evento social, ya a un acto oficial, ya a una sencilla reunión privada, es algo que hay que cuidar primorosamente. En muchas ocasiones el invitado no sabe (o no se molesta, lo que es infinitamente peor) adecuar su conducta a los requisitos que tal condición exige.

   No se trata aquí de hacer un estudio sobre el comportamiento que se ha de tener una vez metidos en harina, que también, sino unas nociones más procedimentales, y referidas en su mayoría al antes y al después, en vez de al durante. He aquí lo que NO ha de hacerse, si se es invitado:

 1- No confirmar asistencia: una vez recibida la invitación ha de dársele pronta respuesta, sobre todo, en consideración al anfitrión. ¡Cuánto se facilitaría el trabajo de quien organiza un evento si se sabe de antemano y de un modo fidedigno el número de asistentes!. Si no nos apetece acudir, daremos la consabida explicación del “compromiso previo”, y si acudimos procuremos indicar número de asistentes y condición de los mismos (es decir, hacer notar si iremos con niños o con personas muy mayores o si alguno de los miembros de nuestro grupo tiene alguna circunstancia que haya de ser tenida en cuenta: silla de ruedas, perro lazarillo, ...)

Olivia Wilde, en la última edición de loa Globos de Oro,
con vestido largo, según la etiqueta requerida.

 2- No respetar lo que se haya dicho en la confirmación: parece absurdo, pero no lo es. ¿Nunca ha pasado que se avisa de que acudirán tres personas y luego sólo aparecen dos o una... o lo que es peor, a la inversa? ¡Desde luego que ocurre! Es frustrante tener organizada una mesa o una fila de asientos y que todo se vaya a tomar viento por la desconsideración de los asistentes, que no se han molestado en advertir, siquiera a última hora, de estas variaciones. De verdad, aunque sea justo antes de salir de casa en dirección al evento o reunión, llamen al anfitrión u organizador para informarle de estas contingencias, porque puede que dé tiempo de proceder a los cambios pertinentes, sabiéndolos con un mínimo de antelación.

 3- Desobedecer a la etiqueta exigida: es un tremendo error no preocuparse por este aspecto. Si el anfitrión no lo hace notar por sí mismo, no teman preguntar “¿Cómo hay que ir vestido? ¿De sport, traje, esmóquin, …?” Por un lado sabrán que acuden acordes con los deseos de vestimenta del anfitrión y, por otro, puede incluso que su pregunta sirva para que éste recuerde que no ha hecho mención alguna a este extremo en las invitaciones, y proceda a subsanar el descuido.

 4- Ser impuntuales: en principio, ha de llegarse a la hora que se nos ha indicado. Pero en eventos más privados (en casa del anfitrión) es incluso preferible llegar con cinco minutos de retraso (más de quince minutos es un retraso que hay que avisar por teléfono directamente al anfitrión, presentándole excusas), para dar tiempo a últimos retoques. Siempre los hay.


El Conejo Blanco de "Alicia en el País de las Maravillas" (1951), impuntual de cuento.


 5- Exigir deferencias inmerecidas: es muy común que un invitado quiera sentarse en un sitio mejor del que le corresponde o que alguien, que ha llegado tarde, se enfade porque no se le ha esperado para dar comienzo al ágape o ceremonia. Estos y otros casos de análoga naturaleza son ab-so-lu-ta-men-te imperdonables. Y, en la medida de los posible, quien los cometa quedará automáticamente excluido de ese evento y de otros que organice ese anfitrión a futuro.

 6- Traer bebida o comida sin avisar: el tema de los regalos es un capítulo aparte, pero digamos aquí que si el anfitrión ha encargado o cocinado los alimentos a degustar, postres incluidos, y ha adquirido bebidas que considera apropiadas para esa comida, sólo en caso de extrema confianza traeremos un plato o licor que el anfitrión sabe que traeremos, si así se ha pactado en una conversación previa. En cualquier caso, el obsequio se lo entregaremos al anfitrión en privado, no delante de los demás invitados (que no han traído nada).

 7- No agradecer la invitación: tanto si se declina como si no, ha de agradecerse que el organizador haya pensado en nosotros. Si, a mayores, hemos acudido y disfrutado de la reunión o acto, en los días siguientes remitiremos una nota o llamaremos para agradecer la invitación y felicitar nuevamente (cuando nos hemos despedido del anfitrión al terminar la reunión también lo habremos hecho) la organización del acto. Este sí es buen momento para regalar una botella de licor o unas flores, acompañando la misiva de agradecimiento.

Un sencillo ramo de flores, un buen agradecimiento.

   Así pues, son reglas fáciles de cumplir que no debemos ver como un engorro, sino como algo que facilita la labor del anfitrión, y además asegurarnos un buen nombre social u oficial, consiguiendo que se nos reconozca como personas respetuosas y serias, y sin necesidad de realizar mayores proezas ni dispendios.

   Como siempre, en el medio está la virtud.

1 comentario:

  1. Estimada Fer, muchas gracias por tu comentario en mi web. Te lo comunico por esta vía porque no encuentro correo electrónico al que dirigirme.
    Me gusta tu blog, te auguro muy buenos pronósticos.
    Y por supuesto, muchísimas gracias por incluir mi web tu listado de sitios elegantes.
    A tu disposición,
    Charo, Evento y Gestión.

    ResponderEliminar