martes, 4 de octubre de 2011

“Downton Abbey”, te necesitábamos.

   Ahora que está comenzando su segunda temporada, quiero cantar las virtudes de esta fantástica serie, en todos sus aspectos: no sólo la técnica (visual, sonora, decorados, atuendos, …), no sólo el contexto (excelente rigor histórico, inmejorable asesoramiento protocolario, …), sino, sobre todo, en contenido (ágiles e intensos guiones a partes iguales, y los valores que transmite).

Imagen promocional de la serie.

   Intentaré comentar lo positivo -no encuentro lo negativo, aunque puede que lo haya- de esta ficción, sin arruinar o adelantar los giros del argumento a quien no la haya visto todavía (si es así, pongan remedio inmediatamente y comiencen a disfrutarla).

   Ceremonial y protocolo.- es de un rigor incuestionable, no en vano han contado con el asesoramiento de un experto en protocolo acostumbrado a prestar servicios a la nobleza y realeza británicas. Impresiona ver los detalles, los tratamientos, las exigencias (la mesa la atienden los lacayos, no las doncellas), la ubicación en la mesa,  la diferencia entre mayordomo, ayuda de cámara, lacayo, etc. Para una mejor aprehensión de estos asuntos, lo mejor es no perder nunca de vista al Sr. Carson, el mayordomo, que vive por y para que todo se haga bien y conforme a las reglas. Siento especial debilidad y ternura por este personaje: la corrección llevada al extremo... literalmente.

Una de las majestuosas cenas en Downton Abbey.

   Legislación y política.- retrata con total honestidad la posición injustificadamente inferior de la mujer, a principios del siglo XX (anteayer, como quien dice), que ni siquiera puede votar o heredar el patrimonio de su padre en detrimento de un familiar lejano. No obstante, las hijas de los Condes demuestran sus inquietudes, sus ganas de independencia y su interés por resultar mujeres útiles, y no meras anfitrionas o “personalidades sociales”.  Y no hay que olvidar que bebe de la emblemática “Arriba y abajo” (en inglés, “Upstairs, Downstairs”) y su reflejo de la diferencia de clases que, aunque muy atenuada por las buenas relaciones entre patrones y empleados, también queda patente.

   Elitismo.- la Condesa Viuda, la impagable y majestuosa Maggie Smith, muestra desprecio por casi todos los demás, incluida su nuera, que pese a haber aportado una inmensa fortuna económica al patrimonio familiar y ser una más que digna sucesora en el título de Lady Grantham, no ha conseguido que la matriarca olvide sus innobles orígenes (es norteamericana, y la suegra lo ve como un insalvable defecto). También se advierte cierta actitud, deplorable, a la hora de buscar marido a las chicas casaderas de la familia, puesto que importa sólo la posición social y/o económica del prometido, mucho más que su edad o sus aptitudes maritales. Por otra parte, la reputación familiar e individual de cada miembro del clan son asuntos de primordial trascendencia, y su defensa puede llevar a actitudes o decisiones en otro caso ilógicas o exageradas.

Maggie Smith, inmensa actriz que da vida a la Condesa Viuda

   Valores.- tanto por parte de los aristocráticos dueños como de gran parte del servicio doméstico, se hace gala a lo largo de los episodios, de una lealtad y una honestidad más allá de toda duda. La generosidad entre compañeros, el respeto al trabajo ajeno (preciosa lección que imparte Lord Grantham a su heredero, el Sr. Crawley), la honestidad contrapuesta a la envidia que reina no sólo entre criados, sino también entre hermanas, y la humildad que debe regir en cualquier relación (horizontal o vertical) son eje del entramado de los guiones. A este respecto, la figura del Sr. Bates es ejemplar, sobre todo si la entendemos como némesis de “los deleznables”: la doncella de la Condesa y el lacayo Thomas.

El Sr. Carson, mayordomo de la mansión, junto a William, segundo lacayo.

   Amor y cariño.- es determinante en las relaciones paternofiliales, pero también a la hora de examinar el trato que hay entre señores y empleados (preciosa escena en la que el Sr. Carson reconoce a Lady Mary que el servicio también tiene favoritos, y la complicidad que surge entre ellos desde entonces), y entre contrayentes, que no todos los matrimonios habrán de ser concertados, sino que, a veces, hay verdadera voluntad de contraerlos (¡menos mal!).

El Sr. Carson consuela y asesora a Lady Mary

   Lenguaje y diálogos.- me complazco especialmente con este aspecto. Es una maravilla escuchar esos respetuosos comentarios, esa manera distinguida e impecable de insultarse (en esto, la luchas dialécticas de la Condesa Viuda con su nuera y con la madre del heredero son proverbiales), el modo sutil de declarar intenciones positivas o negativas... De hecho, aplaudo la labor del equipo de doblaje en español. He visto capítulos en versión original y en versión doblada, y, cosa rara, prefiero esta última, porque la encuentro más útil a la hora de mejorar nuestro lenguaje, tan rico en matices y sinónimos, cuya elegancia y cadencia se van perdiendo de un modo alarmante, preocupante, deprimente.

   Recomiendo de forma rotunda y entusiasta esta serie que demuestra perfectamente la etapa histórica que enmarca la trama, las costumbres a la sazón, y el poder de la elegancia y la distinción, se esté arriba o abajo. Y todo ello sin caer en el empalago melindroso de otras ficciones de época.

   Como siempre, en el medio está la virtud.

3 comentarios:

  1. Muy fan de la serie y de ti claro

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  2. Una descripción muy rigurosa y acertada de la serie.

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  3. Totalmente de acuerdo con todo lo aquí expresado. Me parece una serie memorable y de una belleza deliciosa de ver. Se puede aprender mucho de esta serie. Voy por la sexta y última temporada. Lástima que acabe pero la actriz que representa a la condesa madre no quería seguir y nada hubiera sido igual sin ella.

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