viernes, 9 de septiembre de 2011

Un ejemplo de falsa modestia: el ridículo asunto de los tratamientos.

   Vivimos unos tiempos de muchos problemas y pocas soluciones. Y lo que es peor, que muchas de esas soluciones no se adoptan para solucionar problemas, sino por una hipócrita tendencia a quedar bien. ¿El resultado? Que esa solución innecesaria y no demandada acarrea NUEVOS problemas... en definitiva, el absurdo llevado al paroxismo.

   Viene esto a colación del último grito en los Gobiernos, en lo que a protocolo se refiere: la ridícula eliminación de tratamientos, como señal de transparencia y buenas intenciones (eso sí, sobre las dietas, coches oficiales y demás beneficios del cargo no ha habido pronunciamiento en ese sentido, sino que se mantienen férreamente).

   Pongámonos en antecedentes. Por ejemplo, el Presidente del Gobierno de la Nación tiene el tratamiento de Excelencia (Excmo. Sr.), al igual que un Senador, o que el Presidente del Tribunal Supremo, o que un Duque. Así, cuando en una mesa se sientan el Presidente, un Senador y un Duque, las minutas (cartelitos que identifican el sitio de cada uno) deben comenzar todas por “Excmo. Sr. D. ...”.

El Sr. Presidente del Gobierno y el Excmo. Sr. Presidente del Congreso de los Diputados.

   Esto es tradicionalmente así, pero los Gobiernos, en un alarde de humildad en grado sumo, decidieron suprimir sus tratamientos. ¡Qué buenos y generosos son nuestros dirigentes! ¡La viva imagen de la sencillez y la austeridad! Simplemente olvidaron un pequeño detalle: el alcance de esa humildad.

   No es cuestión de recordar aquí la “teoría de división de poderes” de Montesquieu, ni la regulación de competencias que distribuye la Constitución. Baste decir que si el Presidente quiere que los Ministros, los Secretarios de Estado, los Directores Generales, y demás miembros de la Administración (incluido él mismo) se queden sin tratamiento, ¡perfecto!, pero ello no afecta a los Alcaldes, Senadores, Jueces, Militares, Académicos, Eclesiásticos, Nobles, etc. Y ahí es donde se arma la de Lepanto en un instante. En dos sentidos:

   1º El Gobierno central se rige por una LEY que establece los tratamientos, por lo que el REGLAMENTO que los suprime, no es de aplicación (aun siendo posterior, no la deroga, por ser de rango normativo inferior, y prevalece aquélla sobre éste). No obstante, algunos Gobiernos autonómicos sí han procedido a esa eliminación mediante Ley, con lo cual sí es operativa. Un asesor o técnico de protocolo tiene obligación legal (otra cosa es lo que luego se haga) de tratar al Presidente del Gobierno de la Nación como “Excelencia” y a los demás Presidentes de Comunidad Autónoma, según su legislación. Igual apreciación se hace de los demás miembros de Gobierno y Administración centrales y autonómicos.

La Excma. Sra. Presidente del Parlamento de Galicia, flanqueada por
el Excmo. Sr. Alcalde de Santiago de Compostela y el Sr. Presidente de la Xunta de Galicia
.


   2º Cuando asistan a una mesa miembros del Gobierno junto con miembros del Parlamento, poder judicial, personas con título nobiliario o académico, mandos militares, …, a aquéllos se les tratará por su cargo “Señor Presidente” y a todos éstos por si título “Excelencia”, “Señoría”, “Magnífico Señor”, “Reverendísimo Señor”, etc. Y hemos de ser firmes en marcar esa diferencia, puesto que quien no recibe tratamiento es porque no lo ostenta (porque no lo ha tenido nunca o porque voluntariamente prescinde del mismo).

   Los tratamientos son síntoma de respeto a una ocupación o formación, de reconocimiento de un cargo o de un título. Ha de respetarse a todo el mundo y no usarlo con quien deliberadamente reniega del mismo, y sí con quien lo quiere mantener. Si un Ministro acepta que no tiene tratamiento, no por ello hemos de retirar el suyo a un Alcalde o a un Rector. A cada uno lo que tiene, o lo que mantiene.

   Como siempre, en el medio está la virtud.

1 comentario:

  1. ¡Gracias por el artículo!

    Realmente entiendo que haya muchoa gente que no comprenda la necesidad del uso de tratamiento. En ellos ven rescoldos de tradicionalismo, sin preguntarse realmente qué son o para qué sirven

    Y, como todo en protocolo, sirve para que la gente no se mate unos a otros por culpa de acciones espontáneas.

    Personalmente seguiré utilizando los tratamiento, bien les guste o no. De la misma forma que seguiré llamando al señor, señor y a la señora, señora.

    Un saludo,

    Daniel

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