viernes, 26 de agosto de 2011

El abanico: un complemento imprescindible.

   Hoy, cuando se cumple una efeméride importante para mí, tengo constantemente en mi memoria una de las mejores herencias que me pudiera imaginar: saber valorar la importancia del abanico.

   Este utensilio, complemento, adorno, instrumento, objeto (considérelo cada cual como quiera) procede de la remota antigüedad, como demuestran ancestrales imágenes egipcias o chinas. El abanico plegable se inventó en China en el siglo VII y llegó a España bajo el mecenazgo del Conde de Floridablanca, en el siglo XVIII. En el siglo XIX se fundó la Real Fábrica de Abanicos, y la única escuela-taller de abanicos que queda ya en el mundo se encuentra en Cádiz. Fin de la clase de historia.


  Gustav Klimt, "Mujer con abanico"
   

  
   Haciendo un uso adecuado del mismo, además de aliviar un momentáneo sofoco, o de dar esquinazo al calor reinante un determinado día o durante un determinado evento, se consigue un efecto visual muy plástico, lleno de cadencia, feminidad y distinción. 

   Como se puede comprobar, el abanico y yo:  uña y carne.

   Además de su finalidad refrescante, tiene una utilidad estilística innegable. Aunque para gustos no hay nada escrito, lo aconsejable es que el abanico sea de madera natural (hablando de abanicos, es como el blanco hablando de colores: hace juego con todo) o lacado de un color a juego con el bolso y/o zapatos. En cuanto a los dibujos y estampados, a título personal me inclino por abanicos lisos (así podemos gozar de mayor libertad a la hora de combinarlos con el resto de complementos). Lo que es totalmente inadmisible es un abanico estampado a usar con ropa también estampada, sobre todo si se padece de vértigos o facilidad de mareos.


   Como en todo, el truco está en usarlo bien y de un modo provechoso. A nadie se le ocurriría subir al escenario de un importante teatro si no sabe cantar o a nadie se le pasaría por la cabeza liarse los cabos a la idem y embarcarse sin tener la más remota idea de navegación. Matizo: a nadie prudente, elegante y mesurado. Pues lo mismo sucede con el abanico. A saber:

-  lo correcto es abrirlo y cerrarlo con una única mano y en único movimiento. No obstante, recuerdo la manera de abrirlo que tiene Concha Velasco, sujetando con la derecha y empujando la primera varilla de un golpe seco con la mano izquierda, y lo hace bastante natural.
-  los movimientos de abrir y cerrar serán eficaces y rápidos. Ello no quiere decir que haya que abrirlo o cerrarlo con un golpe aprendido en clase de artes marciales. Si es un buen abanico, sujetándolo por la primera varilla, la gravedad hará el resto... y no será necesario darle impulso como si lanzásemos un dardo.
-  el abanico se abre en paralelo o de fuera a dentro. No cojan el abanico en vertical y lo desplieguen hacia delante, por favor... es un abanico, no un arma para desfigurar la cara de quien tenemos enfrente. 
-  el abanico NO debe golpear contra nada. El movimiento ha de ser fluido y continuo, sin cortapisas. No es una herramienta de flagelo que golpea rítmicamente el pecho, la mano, la mesa o al vecino del asiento contiguo.
-  el abanico, en su movimiento NO debe interferir en el contacto visual. No se debe ocultar de modo intermitente la propia mirada a golpe de abanico.
-  el abanico es individual. Salvo que las personas colindantes se lo pidan o agradezcan, el aire debe dirigirse a quien mueve el abanico, exclusivamente.
- el abanico NO es una turbina ni un molino. Los movimientos serán enérgicos en su justa medida. Si no se excede con la fuerza eólica... su peinado se lo agradecerá. Pero ha de moverse y generar aire, no vaya a parecer que están teniendo un ligero temblor de muñeca con el abanico abierto. Recordemos al gran Aristóteles: “En el medio, está la virtud”
-  el abanico se despliega TOTALMENTE. Pocas cosas me sacan más de quicio que ver a alguien abanicándose con un abanico semicerrado, a medio abrir. Es como cortar los alimentos con el lado romo del cuchillo: una ridiculez que ni viste ni se resiste.


   Hagan la prueba: en una sala abarrotada, saquen su sencillo abanico y notarán, al punto, una serie de miradas cargadas de admiración o envidia por la fantástica idea que han tenido. Algunos asistentes admirarán el toque que les da... otros, asados de calor, envidiarán el oasis que se han procurado con tan particular y distinguido complemento. Ya me contarán si no es cierto, esto.

   Un afectuoso saludo.

2 comentarios: