Este sábado tuvo lugar en Estocolmo la tercera boda real en cinco años, entre el benjamín de los SS.MM. los Reyes de Suecia, el Príncipe Carlos Felipe, y Sofía Hellqvist, quien pasó a ostentar desde ese momento los títulos de Prinsessa av Sverige (Princesa de Suecia) y Hertiginna av Värmland (Duquesa de Värmland), con tratamiento de Alteza Real, igual que su marido.
Los recién casados, a la entrada de la capilla. |
De todos los detalles de la boda habla con precisión y rigor extraordinarios mi querida María de la Serna en esta completa y fantástica entrada de su bitácora "Protocolo a la vista". Así que, para ver todo lo relacionado con el protocolo y el ceremonial del enlace, no hay más (ni menos) que acudir raudos a este artículo... de lujo. Sin embargo, hubo tres cosas que me parecieron distintas, excepciones a la regla, precisamente, al leer el minucioso informe de mi Marita, y de eso va el comentario de hoy.
Para ir en orden cronológico, veamos primero la llegada de invitados y, entre ellos, los príncipes daneses. Los cuatro llevan banda de condecoración (puesto que la etiqueta era de frac/vestido largo, y ello permite —casi obliga a— llevar diademas y condecoraciones), y es muy gráfica para ver que cada Orden es un mundo, no sólo en el color o emblema, o en el país que la concede, sino también a veces en cómo se lleva.
Los Príncipes Herederos de Dinamarca y los Príncipes Joaquín y Marie de Dinamarca |
Cuando uno va condecorado a una gala en el extranjero, debe llevar la máxima condecoración que posea del país anfitrión (si es que le han otorgado varias) y, subsidiariamente, la máxima que posea del país propio. En este caso concreto, primaban las condecoraciones suecas (país anfitrión) y, a falta de ellas, las danesas (país propio).
Por eso, S.A.R. el Príncipe Federico lleva la banda de Caballero de la Orden de los Serafines, la de mayor rango en Suecia, mientras que su esposa la Princesa María y su hermano el Príncipe Joaquín llevan sendas bandas de Gran Cruz de la Orden de la Estrella Polar, la segunda orden sueca en importancia. Estas tres bandas, al igual que la inmensa mayoría de condecoraciones a lo largo y ancho del globo, van sobre el hombro derecho. Sin embargo, la Princesa Marie, al no poseer condecoración sueca, lleva la más alta distinción de su propio país, que es la banda de Dama de la danesa Orden del Elefante.
La Familia Real de Suecia y, detrás más invitados reales, como la Condesa de Wessex o la Princesa Hisako Takamado de Japón |
A simple vista, parece que el Príncipe heredero y su cuñada llevan la misma condecoración, porque ambas son completamente celestes. Un estudio pormenorizado de la lista de condecoraciones que posee cada uno, o un aumento de la imagen para ver la venera que pende de cada banda (cruz de malta en el caso de Federico, un elefante en el caso de Marie) eliminarían nuestro error. Pero no hace falta hilar tan fino: hay una pista que se ve también a la legua y que indica que ambas son distintas. Federico lleva su banda sobre el hombro derecho, pero Marie la lleva sobre el izquierdo, como exigen las condecoraciones danesas (y las inglesas también, por ejemplo). ¡Qué sencillo adivinar, pues, que son diferentes distinciones, gracias a este excepcional uso de algunas de ellas!
Distribución de invitados en el templo. |
Otro aspecto que me chocó viendo imágenes fue la distribución de los principales invitados en el templo donde se celebró el enlace. La regla general dice que la familia e invitados de la novia ocupen el lado del Evangelio, igual que hace ésta a pie de altar, y los del novio, el de la Epístola. Sin embargo, cuando se casa un príncipe, aunque los novios respeten esa ubicación por deferencia a la novia, la familia real ocupa, al igual que siempre, el lado del Evangelio, como excepción a la regla general. En este caso, la familia real sueca siguió la norma ordinaria y dejó el lado del Evangelio a la familia de la Princesa Sofía.
Mesa presidencial durante el banquete. |
Por último, del plano de la mesa nupcial se extrae la tercera salvedad de este resumen: los novios suelen presidir juntos una mesa presidencial de número par. De hecho, suelen ser seis: los novios, los padrinos y sus cónyuges. Aquí se ve que hubo once, y que S.A.R. Carlos Felipe presidió realmente la mesa, ocupando su esposa el sitio de honor a su derecha. Extraño me parece, así que analizo y descubro qué invitado "sobraba": S.M. la Reina Margarita de Dinamarca, madrina del novio. Bueno, la foto no la estropea, ni mucho menos, pero para los que somos tiquismiquis protocolarios, quizás haber dejado la mesa en diez o haber sumado al "padrino" de la boda (amigo de la infancia del novio) para que fueran doce habría sido menos chocante.
Estas excepciones a la regla han dado un toque distinto a la ceremonia. No mucho, pero sí lo bastante como para poder comentarlo. Aunque al final por lo que hay que dar gracias es que S.A.R. la Princesa Magdalena no se puso de parto en plena boda, habida cuenta de que lo hizo sólo día y medio después. Se puede decir que estuvo cerca. Lo importante, la bienvenida al mundo del nuevo principito y toda la felicidad para la nupcial pareja.
Como siempre, en el medio está la virtud.
Imágenes de HOLA
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