jueves, 12 de diciembre de 2013

Horror vacui

   El "horror vacui", que literalmente significa "miedo al vacío", es una característica del arte en la que no se deja ni un ápice de la superficie del lienzo u objeto sin pintar, sin decorar. Es decir, con mayor o menor fortuna estética, se trata de cubrir todo. Si hay suerte y maña, resultará un conjunto pictórico deslumbrante. Si no, estaremos ante un abigarramiento de colores, formas, etc.


   Precisamente ayer destacaba la sencillez de las ceremonias escandinavas de los Nobel, y hoy quiero hacer mención a la misa que tuvo lugar a la vez en Johannesburgo en memoria de Nelson Mandela. La voy a resumir en una palabra: horror (vacui).

Abrazo de reconciliación entre las dos mujeres de Mandela:
Winnie Mandela (ex-mujer) y Graça Machel (viuda)

   A las 11 de la mañana, en el estadio de fútbol Soccer City y bajo una lluvia incesante, comenzaba la ceremonia, a la que asistieron representantes de más de 90 países (Jefes de Estado y de Gobierno incluidos), y que prometía ser emotiva, solemne, y memorable. Pues lo primero, lo fue a ratos. Lo segundo, no. Lo tercero, sin duda, aunque no me atrevería a decir si en buen sentido. 

El Soccer City, con ocupación irregular dada la, a ratos, torrencial lluvia

   Vaya por delante que el hecho de realizarla en un estadio de fútbol donde no ha mucho se jugó el último Mundial hasta la fecha (el ganado por la selección de España, por cierto) ya me pareció arriesgado. Es decir, las muchedumbres son difíciles de controlar "per se", así que si encima las metemos en espacios asociados mentalmente al jolgorio, la energía, los gritos, los cánticos... pues ya me contarán Ustedes. El lugar no es muy propicio para un servicio religioso fúnebre, la verdad. ¿La explicación? Es que así cabía más gente. Un horror (vacui).



   Por otro lado, simplemente echando un ojo al programa de la ceremonia, se veía una sucesión poco menos que interminable de discursos e intervenciones. Diecinueve, ni más ni menos (que al final, resultaron ser veintitrés). Y ante esto, o nos echamos a temblar, o nos agenciamos una butaca cómoda. ¿Era necesario que hablase toda esa gente? Sin duda, no, no lo era. Un horror (vacui).

SS.AA.RR. los príncipes Victoria de Suecia, Haakon de Noruega y
Felipe de Borbón (junto al Presidente de México, Peña Nieto)

   Analizando los discursos, algunos de ellos eternos, el mensaje era calcado. Usarían distintas palabras y énfasis, pero el mensaje era el mismo. Honrar a Mandela, sus valores y su trayectoria. Pues bien, si de ello se trataba, con los discursos de sus nietos (por cierto, los más originales, sentidos y breves), del Presidente de las Naciones Unidas y de la Presidente de la Unión Africana era más que suficiente. Después, sermón y, por último, palabras de gratitud y cierre del Presidente de Sudáfrica. Todo lo demás, como acabo de leer en un artículo, puro marketing en favor de los oradores. Un horror (vacui).

La viuda de Mandela, Graça Machel, a su llegada al estadio. 

   Y ahora, respirando hondo, hablemos de la actitud de respeto de los asistentes. ¡Ojo! No me refiero a la gente de las gradas, que saltaban, cantaban y bailaban porque así acostumbran honrar a sus difuntos (aunque el Vicepresidente del Congreso pidió respeto y silencio en reiteradas ocasiones), y que además estaban exultantes por la lluvia que, según la tradición, cuando cae en un funeral es porque "las puertas del cielo se han abierto para recibir al difunto". Mejor miremos la actitud de los representantes de los Estados. Jefes de Estado y ex-Jefes de Estado bromeando, riendo, alternando en las gradas, como si estuvieran, de hecho, en un partido de fútbol. Para empezar, algunos ya llegaron tarde. Otros, se sacaron "autofotos" al uso adolescente. Todo, recordemos, en un oficio fúnebre. ¿Para qué fueron si no tenían pensado guardar el rigor y gravedad debidos? ¿Por hacer bulto? Un horror (vacui).

Me remito a la expresión de ira contenida de la Primera Dama de los EEUU
para explicar esta imagen. La acompaño totalmente en el sentimiento.

   Los puntos positivos: la oración interreligiosa a cargo de cuatro ministros judío, hindú, islámico y cristiano (muy integrador, muy al estilo Mandela), la actitud de la familia del homenajeado (sin dramas ni llantos, y guardando la compostura), los discursos de los nietos (sobre todo el ejemplo que les dio su abuelo sobre que "un grupo de árboles resiste los golpes del viento, pero el árbol que sobresale es tumbado por él", consejo sobre la humildad que deberían seguir muchos de los allí presentes) y la presentación y bienvenida a cargo de Cyril Ramaphosa (muy correcta y directa). Un punto positivo más iba a ser el intérprete de signos que tradujo los discursos junto al atril... pero todavía no está claro que fuese un intérprete de verdad, según últimas noticias, con lo cual puede acabar siendo un punto muy negativo.... ¡y ridículo, garrafal, dantesco, inefable!

El presunto intérprete de signos, traduciendo lo que dice Cyril Ramaphosa.

   Los puntos negativos: ciertos fallos de organización, algunos errores en los tratamientos (se refirieron a Felipe de Bélgica como "Su Alteza Real", cuando ya es "Su Majestad", como bien sabemos), las reprimendas del Sr. Ramaphosa a la concurrencia (tenía razón, pero no hizo más que dar mayor relevancia y protagonismo a esas faltas de respeto y, además, ¡interrumpía discursos para lanzar estas regañinas!)) y el criterio de precedencias en las gradas que no fui capaz de entender (si alguien tiene la gentileza de aclarármelo, le obsequiaré con mi eterna gratitud). 

El saludo entre el Presidente de los EEUU y el de Cuba,
considerado el más impactante momento del día.
   Pero, eso sí, Mandela es y será siempre un ejemplo de valor, resistencia, humildad y compasión. No tiene la culpa el homenajeado de que resulte el homenaje, como en este caso, un horror (vacui).

   Como siempre, en el medio está la virtud

Imágenes de RTVE y Gabinete de Protocolo
   



   

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Premios Nobel: oda a la sencillez

   Muchas veces se me ha oído decir (o leído) que "menos es más", que la solemnidad y la celebración no están en absoluto reñidas con la sobriedad. El ejemplo lo hemos visto ayer, sin duda, en la península Escandinava. Oslo primero y Estocolmo después han dado una lección de elegancia y verdadera pompa en sendas ceremonias de entrega de Premios Nobel. ¿Han necesitado para ello toneladas de flores? No. ¿Acaso una sucesión de discursos a cual más emotivo y reivindicativo? No. ¿Sombreros como los de Ascott, quizás? No.

Planos del Salón del Ayuntamiento de Oslo, en ausencia de los protagonistas.
La inicial de Nobel, destacando en dorado sobre el enmoquetado del escenario.


   De hecho, y dado que el destino y la casualidad son así de caprichosos, hoy se simultanearon los premios en honor a Alfred Nobel con un oficio religioso en memoria del difunto Nelson Mandela. Y más casualidad es todavía que Mandela fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz justamente hace 20 años, puesto que estos premios se entregan el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Nobel. Pues bien, gracias a este antojo del sino, hemos podido comparar unas y otra ceremonias, aunque las comparaciones sean odiosas (e inevitables).

Los premiados, en pie esperando la llegada de SS.MM. los Reyes de Noruega,
que ya ha sido anunciada por las fanfarrias.

   Comencemos por Oslo. A las 13:00h hacía su entrada en el Salón del Ayuntamiento de Oslo la representación de la entidad premiada (la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas), quienes se dirigieron al estrado y esperaron de pie junto a sus asientos. Al punto, sonó una fanfarria que anunció la llegada de "Deres Majesteter" (Sus Majestades), y una vez sentados éstos en sus tronos, comenzó una pieza musical introductoria de la ceremonia. Los príncipes herederos no acompañaron a Harald y Sonia en esta ocasión, puesto que estaban representando a la familia real noruega en Sudáfrica. La etiqueta exigida para este evento matutino fue de traje oscuro para los caballeros y traje corto para las damas.

Los Reyes de Suecia escuchando el discurso del Presidente del Comité.
Centrada en el atril, la efigie de Alfred Nobel.

   El primero de los dos discursos corrió a cargo de Thorbjorn Jagland, Presidente del Comité de los Premios Nobel. Como era de esperar (casi obligatorio, diríamos) la primera referencia fue para Nelson Mandela, por la coincidencia ya explicada y por la propia personalidad, valores y relevancia del propio Mandela. Y sin más, se habló de la necesidad de abolir las armas químicas, exhortando a países como Angola, Corea del Norte y Egipto a que ratifiquen el Convenio Internacional sobre esta materia. 

Entrega del Premio Nobel de la Paz 2013

   Al fin de este discurso, y tras un despiste momentáneo del señor Jagland (se sentó antes de dar el premio), se hizo entrega al Director General de la OPAQ de la medalla de oro y el diploma que acreditan a dicha organización como galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2013. Ambos tomaron asiento (esta vez ya según lo previsto), mientras una segunda pieza musical era interpretada, a cuyo fin tuvo lugar el discurso de agradecimiento de Ahmet Üzümcü. Tras el mismo, otra pieza musical de despedida.

Tras el discurso de agradecimiento, los Reyes felicitan a los representantes de la OPAQ

   Por último, los Reyes saludan y felicitan a la delegación de la OPAQ allí presente, se hacen la consabida foto de familia, y abandonan el Salón Azul al son de una fanfarria, en compañía del Presidente del Comité. Seguidamente, hacen lo propio los miembros de la OPAQ y termina la ceremonia. Así, sin más... ni menos.


El escenario del Palacio de Conciertos, listo para comenzar.
En las butacas azules, la Familia Real y miembros de la Fundación Nobel.
En las butacas rojas, los galardonados.

   Más tarde, a las 16:30, en el país vecino, comenzaba la Ceremonia de entrega de Premios Nobel en el Palacio de Conciertos de Estocolmo. Un redoble de tambor anunciaba la entrada de los Reyes Carlos Gustavo y Silvia, que iban acompañados por su hijo el Príncipe Carlos Felipe y su yerno el Príncipe Daniel. Ninguna de sus hijas estaban presentes: Victoria, representando a la familia en Johannesburgo, y Magdalena, imposibilitada para volar dado su avanzado estado de gestación.


Sus Majestades y Sus Altezas Reales, en pie, escuchando el himno real sueco.
Tras ellos, la mesa con los premios que se entregarán inminentemente.

   Como la propia página oficial de los Premios advertía, la etiqueta requerida era de frac y pajarita blanca para ellos, y vestido de noche para ellas. Y así cumplieron los premiados, y también las dos mujeres que intervinieron: Jean Munro (que acudió a recoger el premio en nombre de su madre, Alice Munro) y Juleen R. Zierath (que presentó a los premiados en Fisiología o Medicina). Lógicamente, también Su Majestad la Reina Silvia, que portaba la "Tiara de las Nueve Puntas" de la Reina Sofía de Nassau, que ya lució en la boda de su hija la Princesa Magdalena.

Con todos los protagonistas ubicados en sus sitios,
comienza la ceremonia con el discurso del Presidente de la Fundación Nobel.


   Una vez escuchado, en pie, el himno real, tomaron asiento. Y al son de una música interpretada por la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo (a la batuta, Andreas Hanson) entraron en dos filas los galardonados y los miembros de la Fundación Alfred Nobel. El discurso de apertura lo pronunció Carl-Henrik Heldin, Presidente de la Fundación Nobel (de nuevo, haciéndose mención a Mandela y al premio horas antes). El atril, en vez de estar centrado en el escenario, se ubicó hacia la derecha del mismo, para que los oradores no ocultaran el busto de Alfred Nobel, que presidía junto a las banderas de Suecia y Noruega, colocadas sobre el palco de la Orquesta.

La "N" en medio del escenario, punto de encuentro del Rey con los premiados.
Primera reverencia de los galardonados, al Rey. Todo el mundo en pie.


   Después, se entregaron los premios de Física, Química, Fisiología o Medicina, Literatura y Economía, siguiendo el mismo esquema, a saber:

- un relator o relatora cantaba las virtudes de los galardonados, explicando por qué son acreedores de la medalla y el diploma. 

- el relator o relatora anunciaba su placer al invitar al galardonado a recibir el premio de manos de Su Majestad, el Rey.

- el Rey y el galardonado se encontraban sobre la "N" (inicial de Nobel) que imperaba sobre la moqueta en medio del escenario y se entregaba el premio, al son de una fanfarria y con todos los asistentes en pie.

- el galardonado inclinaba la cabeza tres veces: ante el Rey, ante el relator y miembros de la Fundación (que devolvían el solemne saludo) y ante el público del patio de butacas. Acto seguido, tomaba asiento.

Los otros dos saludos reverenciales que hacían los premiados:
a los relatores y miembros de la Fundación, y al público. Todo el mundo en pie.

   Durante la ceremonia, la música estuvo presente y amenizó la entrega de los premios. Mención especial hay que hacer por su buen gusto en la elección de la pieza "I could have danced all night", de la banda sonora de "My Fair Lady". Mención obligada... por motivos obvios, ¿no?.

Entregado el último premio, suena el Himno Nacional de Suecia y la Familia Real se va.
En la mesa, ya no quedan premios por dar.


   Tras la entrega de todos los premios, la Orquesta entonó el "Du gamla, Du fria", himno nacional sueco, que escucharon todos en actitud respetuosa y en pie, como debe ser. A su fin, la familia real abandonó el escenario, y los miembros de la Fundación felicitaron a los recién premiados.

Sobre la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo, las banderas sueca y noruega.
Las reales butacas, a la espera de los Premios Nobel 2014.


   De este ceremonia se extraen dos premisas importantes para cualquier acto, a mi modo de ver. Más que importantes son incluso calificables de cruciales: cuando se entrega un premio la concurrencia ha de estar en pie (máxime si lo entrega un Jefe de Estado o de Gobierno), y no es necesario que hable todo el mundo (más bien al revés). Porque es agotadora una remesa de discursos repetitivos, que no hacen más que aburrir, cuando queda patente que los silencios se pueden llenar muy bien con una pieza musical breve, que es cien mil veces más ameno, no hay ni que decirlo.

En el Salón Azul del Ayuntamiento de Estocolmo, entrada en procesión de
los comensales de la mesa de honor en el banquete de gala tras la ceremonia

   Si se quieren intervenciones de los premiados, se hace como en este caso: en el transcurso de otra ceremonia (el banquete ofrecido en honor de los galardonados en el Salón Azul del Ayuntamiento de Estocolmo) se les deja hablar. Pero ya es en otro espacio, ya es con otro público, hay un brindis que propone el Presidente de la Fundación Nobel en honor del Rey de Suecia, y otro que propone éste en honor de Alfred Nobel, hay procesión de entrada de invitados, procesión de postres con bengalas... y así no se carga a la misma ceremonia con todos los discursos. Se puede escuchar a todos (siempre que sea necesario), pero hay que saber dosificarlo.

Tradicional procesión de los postres.
Las vistosas bengalas resaltan en la penumbra del salón

   Como siempre, en el medio está la virtud. 

Imágenes de www.nobelprize.org





   

viernes, 18 de octubre de 2013

Representando con mejor o peor fortuna.

   ¡Qué bonito es el verbo "representar"! Ya sea poner en escena una obra teatral, ya sea actuar en nombre de la familia en una ceremonia, o bien parecer más joven de lo que se es -el típico "¿Tienes esa edad ya? ¡Pues no la representas!" que para algunos es mejor que el aire puro-.


   Pero lo mejor es cuando una institución, agrupación o persona muestra su confianza en uno hasta el punto de que le deja que actúe "en nombre de". Significa investir a esa persona de una presencia, de una relevancia y de una apostura tremendas, sobre todo en casos de representación personal y voluntaria. De este tipo de representación hemos visto varios ejemplos esta última semana. Por ejemplo, el Cardenal Angelo Amato actuó representando a la Santa Sede en la ceremonia de beatificación que se celebró en Tarragona el pasado domingo, día 13. Un día antes, Su Alteza Real el Príncipe Don Felipe presidía el desfile militar que con ocasión de la festividad de la fiesta nacional tuvo lugar en Madrid, y lo hacía en sustitución o representación de su padre el Rey. Y ayer, Soraya Saenz de Santamaría representó al Presidente del Gobierno en una entrega de premios en Barcelona.


Su Alteza Real Don Felipe, presidiendo el desfile del Día de la Hispanidad
en representación de su padre

   En los dos primeros casos, la representación tuvo lugar sin incidentes, y asumiendo cada uno su lugar. Por ejemplo, por primera vez en el desfile del día de la Hispanidad el himno en los honores de ordenanza fue la versión breve de 27 segundos, en vez de la versión de 54 reservada al Rey, y las banderas de las unidades no saludaron al paso de la tribuna presidencial donde estaba Su Alteza, porque éste no es Capitán General de los tres ejércitos. Y estos cambios se hicieron sin mayor problema y sin ningún tipo de suspicacia por parte de los protagonistas. 


   El tercero y más reciente de los ejemplos propuestos, no obstante, sí ha desencadenado comentarios y actitudes poco o nada deseables. ¿El motivo? Simple y llanamente político. No hay que darle más vueltas. Pero para entendernos, hagamos un resumen de los elementos: entrega de premios organizada por una entidad privada a la que están invitadas, entre otras, dos autoridades procedentes de los gobiernos central y autonómico catalán. Y ahí se arma el lío y, lo que es peor, se esgrime el protocolo como arma arrojadiza, y como velo para ocultar una grosería y una lucha política. 

Pese a haber presidido el desfile y pronunciar el brindis posterior,
el primero en precedencia no es el Príncipe, sino Su Majestad la Reina. 

   En un acto al que acuden el Presidente de una Comunidad Autónoma y un Vicepresidente del Gobierno central, la precedencia está clara, según jurisprudencia constitucional: primero el Presidente autonómico y luego el Vicepresidente estatal. Es igualmente incontestable que si concurren Presidente estatal y Presidente autonómico, éste ocupa un lugar ulterior al de aquél. También está claro en el artículo 9 del Real Decreto 2099/1983 que en una sustitución el sustituto no se arroga la precedencia del sustituido, salvo que éste sea el Rey o el Presidente del Gobierno y el otro le esté representando "expresamente". Pues bien, he aquí el resquicio que se ha usado en esta ocasión.

   ¿Iba la Vicepresidente en sustitución "expresa" del Presidente ausente -camino de la Cumbre Iberoamericana- y por tanto ocupando su lugar también en precedencia o no? Si entendemos que sí, porque la ley que regula el Gobierno central así lo estipula, entonces es lógico pensar que cierra la ceremonia el discurso de la Vicepresidente. Si entendemos que no había representación por escrito firmada por el Presidente donde éste nombra "ad hoc" a la Vicepresidente su representante para ese acto, ésta acude en calidad de Vicepresidente (no de Presidente en funciones) y cierran el acto las palabras del Presidente autonómico. Al final, los organizadores del acto entendieron que tenía más sentido aplicar la primera opción: sustitución expresa del Presidente del Gobierno con asunción de su precedencia por parte de su sustituta a la sazón. Y el Presidente autonómico decidió no acudir, mandando a un subordinado suyo en su representación.

Los dos protagonistas de la última trifulca mal llamada "protocolaria".

   Pero no olvidemos una cosa, también con el Real Decreto 2099/1983 en la mano, y es que los actos los preside la autoridad que los organiza, que puede cederla o no, según mejor le convenga. Naturalmente, como juiciosamente dice siempre Don Rafael Vidal, "no vamos a invitar a alguien para no tratarle bien", y no cabe pensar que la ceremonia fuese a ser presidida por el jefe de la entidad ante la atónita mirada de la Vicepresidente (o Presidente en funciones) y el Presidente autónomico. En mi opinión, incluso si consideramos que tiene razón en el razonamiento protocolario, la actitud del Presidente de la Generalitat es de un mal gusto indudable, e incluso la tildaría de infantil, demagógica e impropia de una persona con tal grado de representatividad de una población entera.


   Ahora viene lo que más me gusta de todo: los titulares periodísticos, ávidos siempre de carnaza fresca, que rezan "Mas planta a Soraya", como si el grosero desdén lo tuviera el Presidente de la Generalitat para con la Vicepresidente, cuando en realidad a quien está haciendo el desplante es a la entidad organizadora del acto, que es quien lo ha invitado. Tristísimo, en cualquier caso, que se utilice una norma protocolaria para poder dar una patada política en el suelo. Si algo me disgusta del protocolo es lo politizado que está. Nunca me cansaré de decirlo. Es como si Ferrá Adriá, apasionado por la cocina, viera cómo se politiza una paella en función de si es más importante que lleva arroz valenciano o marisco gallego. Insólito, ¿eh? Pues eso es lo que está pasando con el protocolo, que en vez de dejarle cumplir su función dinamizadora y comunicativa, apaciguadora de egos mal llevados, está siendo utilizado como argumento denigrado y denigrante, como excusa barata usada por quienes quieren imponer su voluntad, sean del bando que sean. 

   Como siempre, en el medio está la virtud.



   Imágenes de internet. 

      

lunes, 22 de julio de 2013

Vive le Koning!


   Por tercera vez este año, ha habido una abdicación real. Su Majestad Alberto II de los belgas ha cedido el trono a su hijo Felipe, y Su Majestad Paola ha sido sucedida como consorte por su nuera Matilde. Se podría resumir el compendio de ceremonias de ayer con tres palabras: emotividad, sencillez y agradecimiento. No en vano, se celebraban el Día Nacional de Bélgica y los veinte años de reinado del rey Alberto, y estas circunstancias se vieron indefectiblemente reflejadas en las distintas actuaciones de los monarcas entrantes y salientes, y demás Familia Real.

Interior de la Catedral Saints-Michel et Gudule



   Para empezar, la tradicional celebración del "Te Deum" en la Catedral de Saints-Michel et Gudule, en el corazón de Bruselas. A las 9 de la mañana se iniciaba el cortejo en el interior del templo, entre aplausos a la pareja real formada por Alberto y Fabiola. A medida que, siguiendo a Monseñor André-Joseph Léonard, iban llegando a pie de altar, cada uno de los miembros de la Familia Real belga hacía tres inclinaciones de cabeza para saludar, por este orden, al tabernáculo, a las autoridades políticas y judiciales ubicadas en el lado de la Epístola, y a los asistentes que ocupaban la nave central. Igual rito se siguió al terminar la ceremonia y abandonar la Catedral. El orden de entrada a la misma fue: los Reyes Alberto y Paola, la Reina Fabiola, los Príncipes Felipe y Matilde, los Príncipes Astrid y Lorenzo y los Príncipes Lorenzo y Clara.

Saludo tradicional en tres momentos.


   Ellos, de uniforme y llevando la banda púrpura de la Orden de Leopoldo, la de mayor distinción del país, fundada por el primer rey de Bélgica, Leopoldo I. La única excepción, el marido de la Princesa Astrid, que iba de traje azul marino y, lógicamente, sin condecoraciones. Ellas, correctísimas y elegantes, de traje corto y sombrero o tocado, salvo la Reina Fabiola quien, no obstante, fue fiel a la gama de violetas, color que tanto caracteriza a la Familia Real belga. Mientras el Príncipe Felipe llevaba uniforme de Teniente-General del Ejército de Aire, Su Majestad Alberto II llevaba el de Almirante de la Marina.

La Familia Real, durante el "Te Deum"

   Monseñor dedicó unas emotivas palabras de agradecimiento a Alberto y Fabiola, que se emocionó, y, tras los cánticos tradicionales -uno de ellos, una pieza medieval maravillosamente interpretada por el coro- y las preces por el monarca a la sazón y su sucesor, impartió la bendición y sonaron los himnos de la Unión Europea, la Novena Sinfonía de Beethoven, y el de Bélgica, "La Brabançonne". Ambos fueron interpretados a lo largo de la jornada en reiteradas ocasiones, dada la especial vinculación de Bruselas y Bélgica con la Unión Europea, y por el carácter oficial de las ceremonias que tuvieron lugar.

Sala del Trono en el Palacio Real, a la espera de la abdicación de Alberto II.

   A la salida, último acercamiento y saludo de Alberto y Paola como Reyes de los belgas, y último también de Felipe y Matilde como príncipes de Bélgica, a los ciudadanos congregados ante la Catedral. Acto seguido, en caravana oficial hacia el Palacio Real, en cuya Sala del Trono tendría lugar la abdicación de Alberto II, a las 10:30. La mesa presidencial estaba compuesta por el Rey Alberto, el Príncipe Felipe, el Primer Ministro belga y la Ministra de Justicia. El acto comenzó con un discurso de Alberto agradeciendo a su mujer su apoyo, y pidiendo a su hijo un buen ejercicio de sus atribuciones reales. Al volver a su sitio, su hijo lo recibió en pie y le dio un entrañable abrazo. 

Momento de la firma del acta de abdicación por S.M. Alberto,
y atril donde fue firmada por los testigos


   Tras las palabras del Primer Ministro, también centradas en el agradecimiento a los Reyes por su labor durante esos veinte años de reinado, llegó el momento jurídico de la lectura del acta de abdicación por parte de la Ministra de Justicia, que ejercía de fedataria del solemne momento. Alberto firmó dos originales de dicha acta, y luego los testigos, autoridades de los poderes legislativo y judicial, principalmente, rubricaron también su refrendo y testimonio, ratificándose así la abdicación. En ese momento, se entró en un período de interregno, en tanto que Felipe no sería Rey hasta que no hubiese prestado juramento, y Alberto había dejado de ser Rey de los belgas para ser simplemente Rey de Bélgica. Así pues, había un rey y dos reinas, pero nadie reinando. 

Trono para la prestación del juramento por parte del, hasta ese momento, Príncipe Felipe.


   Antes del mediodía, mientras los Príncipes Felipe y Matilde se dirigían hacia allí en coche descapotable con matrícula "1", los Presidentes del Parlamento Federal de Bélgica anunciaron la ceremonia que tendría lugar en el hemiciclo de la Cámara, y las consecuencias legales que tendría, así como la legislación aplicable a la abdicación que había tenido lugar y al juramento que estaba a punto de ser prestado. El trono estaba preparado sobre una tarima en el centro del hemiciclo. A la derecha, una fila especial de asientos fue ocupada por los hijos de Felipe y Matilde, por los Reyes Alberto, Paola y Fabiola y la Princesa Matilde, y por los hermanos y cuñados del Príncipe Felipe. A la entrada de Alberto y Paola, aplausos larguísimos que se repitieron cuando accedió a la estancia el Príncipe Felipe, ataviado para la ocasión con uniforme de General del Ejército de Tierra, como se desprendía de las cuatro estrellas que llevaba en las divisas. Como nota curiosa, Felipe fue anunciado al entrar como "Le Roi", dado que poco tardaría en serlo.

Prestación de juramento de Alberto II (1993) y Felipe (2013).


   Tras las palabras de bienvenida del Presidente de la Cámara, S.A.R. Felipe Príncipe de Bélgica y Duque de Brabante prestó juramento en los tres idiomas oficiales de Bélgica, convirtiéndose así en S.M. Felipe Rey de los belgas, a su mujer en S.M. Matilde Reina de los belgas, y a su primogénita en S.A.R. Elisabeth Princesa de Bélgica, Duquesa de Brabante y heredera al trono. Las palabras de agradecimiento que dirigió el nuevo Rey a su esposa y padres, y que terminó con un "Viva Bélgica" en cada uno de los idiomas de su país, fueron recibidas con aplausos y respondidas brevemente por la Presidente del Senado belga. Acto seguido, el Rey abandonó el hemiciclo escoltado por los Presidentes del Parlamento Federal y firmó, junto a su esposa, en el Libro de Honor de las cortes belgas. A estas alturas, hay ya dos reyes y tres reinas en Bélgica, y se ha gritado "Vive le Roi" por séptima vez para celebrar una prestación de juramento de un nuevo monarca. 

Los Reyes de los belgas, junto a los Reyes de Bélgica.


   Las salvas acompañaron a los recién estrenados Reyes en su trayecto en caravana desde la Cámara hasta el palacio. Una vez llegados de nuevo al Palacio Real, los nuevos monarcas salieron a saludar a los ciudadanos congregados en la Place des Palais. A ellos se unieron sus predecesores Alberto y Fabiola, quienes abandonaron el balcón para dejar paso a los hijos de los Reyes, los Príncipes Elisabeth, Gabriel, Emmanuel y Eléonore. Por último, se sumaron nuevamente los reyes Paola y Alberto, acompañados esta vez por Fabiola, y en el balcón de al lado, los hermanos del Rey y sus cónyuges: Astrid y Lorenzo, Lorenzo y Clara.

Dos reyes, tres reinas consortes, una princesa-duquesa, y tres príncipes


   A las 14:10 tuvo lugar el Homenaje al Soldado Desconocido, tradición del Día Nacional belga que supuso el primer acto oficial de Felipe como Rey, y que podría decirse que le sirvió de investidura como Jefe de las Fuerzas Armadas de Bélgica. Al pie de la Columna del Congreso, Su Majestad saludó a la tumba y avivó la llama que arde permanentemente en el pebetero. Para terminar, el himno belga y saludo de despedida.

Saludo solemne al Soldado Desconocido, durante el himno de Bélgica.

   El siguiente acto, que también realizó Su Majestad Felipe en solitario, fue la revista a las tropas civiles y militares, a partir de las 16:05. El Rey subió a un jeep desde el que fue recorriendo en pie la calle de Bruselas a cuyo costado se ubicaban los vehículos y miembros de las distintas unidades civiles (bomberos, protección civil, policía, ...) y militares, que saludaban al paso del monarca. Mientras, los invitados y autoridades iban ocupando su puesto en la tribuna montada en la Place des Palais para presenciar el desfile que tendría lugar a partir de las 17:00. En el punto donde terminó la revista a las tropas, S.M. Matilde aguardaba a su marido acompañada del "bourgmestre" (alcalde) de Bruselas y a la llegada de aquél, ambos subieron en el coche descapotable y se dirigieron a la tribuna, mientras que hacían lo propio, saliendo del Palacio Real, Paola y Alberto junto a sus nietos.

Tribuna para presencia el desfile, frente al Palacio Real.


   La Familia Real ocupó sus puestos en dicha tribuna, desde la que S.M Felipe presenció todo el desfile en pie. Los demás, sólo se pusieron en pie al paso de determinadas unidades como el Cuerpo de la Guardia Real, que celebraba sus veinte de existencia ayer también. El desfile fue el primer acto oficial presidido por los Reyes Felipe y Matilde. Además de la tradicional bandera hecha en el cielo con el humo de los aviones del ejército, la nota original del desfile, el cual terminó con todos en pie escuchando los himnos de Europa y Bélgica, la pusieron los perros que formaban parte de algunas unidades de rescate o de policía, y los vehículos antiguos de policía o sanitarios y Cruz Roja. La representación española, aparte de en la Reina Fabiola, recayó en una bandera de España que portaba un soldado del destacamento Eurocorps.

Vehículos antiguos del servicio de salud belga.

   A las 19:30, primer contacto de los Reyes de los belgas con el pueblo, en el Parque de Bruselas, disfrutando de los espectáculos y atracciones para celebrar la fiesta nacional. Sus Majestades se cambiaron de ropa, él por segunda vez, y llevaban un traje oscuro y un vestido en tonos fucsias y violetas, respectivamente. Ya sólo restaba el espectáculo de fuegos artificiales para poner el broche final a la larga e histórica jornada.

Los Reyes saludan desde el balcón antes de que dé comienzo el espectáculo pirotécnico


   Sobre las 22:20 de la noche, el balcón del Palacio Real se iluminó e hicieron aparación los Reyes, esta vez la Reina con vestido blanco estampado en azul. Felipe dirigió palabras de agradecimiento a su pueblo, dio otra vez el grito "Viva Bélgica" en los tres idiomas, y se retiraron a ocupar su puesto en la Place des Palais, junto con el resto de invitados, para presenciar el espectáculo de imágenes y pirotecnia. Todas las sillas eran de color grana, salvo dos, blancas, obviamente destinadas a Sus Majestades. 

Las dos últimas proyecciones sobre la fachada: despedida agradecida y bienvenida jubilosa.

   Los fuegos de artificio y el juego de imágenes fue espectacular, y la selección musical, aunque sorprendente en un par de ocasiones, fue la tradicional en espectáculos de este tipo y, de hecho, sonaron el "O Fortuna-Carl Orff" del "Carmina Burana" y "La Cabalgata de las Walkirias" de Wagner, piezas casi obligatorias en estas ocasiones. El final del espectáculo llegó con la proyección de dos imágenes muy emotivas: una tarta de cumpeaños con un 20 por velas y el mensaje (escrito en los tres idiomas oficiales) "Gracias, Señor" dedicado a Alberto II, y una foto de los Reyes Felipe y Matilde bajo la leyenda "Viva el Rey" (igualmente en los tres idiomas).

   Creo que no hay mejor modo de terminar este resumen de los actos de este día tan importante para Bñegica que con la frase dedicada por Alberto II a su esposa Paola durante su discurso previo a abdicar: "Merci... et un gros kiss"


Imágenes de Monarchie.be y de RTBF