jueves, 8 de septiembre de 2011

El arte, y la obligación, de responder.

   Imaginen a una madre llamando a su hijo. La mujer lo llama y obtiene el silencio por respuesta. ¿Qué creen que pasará, si es una madre responsable? Pues empezará a ponerse nerviosa, a llamar de nuevo a su hijo, reiteradamente y cada vez a mayor volumen, y a buscarlo por todas partes. Cuando encuentre a su retoño jugando tan tranquilo, más le vale a éste justificar que no la había oído (la música estaba muy alta, con la puerta cerrada y el ruido del juego no escuchaba, etc) o la regañina está asegurada. “¿Por qué no contestas cuando te llamo?”, dirá la madre hecha una furia, “Estaba preocupada”
  
   Pues yo me hago esta misma pregunta. ¿Por qué la gente no se toma la molestia de responder?

"Mafalda", por Quino

   En las invitaciones, generalmente en la esquina inferior derecha, aparece con cierta frecuencia “S.R.C.” y un número de teléfono o fax, o una dirección de correo electrónico. Significa “Se ruega contestación”, y el número es para que los invitados hagan uso de él y llamen o envíen un fax, o envién un mensaje electrónico avisando de si asistirán o no, y si lo harían acompañados o en solitario. Si aparece “R.S.V.P” (répondre s'il vous plaît), la actitud a tomar es idéntica. Esto no se exige por capricho, sino porque es necesario para permitir el trabajo del anfitrión a la hora de reservar locales, mesas, sitios, o número de comensales, ya que no es lo mismo sentar a 20 personas que a 100.

   Aún así, para facilitar las cosas, los anglosajones han inventado el “regrets only”, es decir, que sólo han de llamar quienes no vayan a asistir, y a los que no contesten se les tiene como asistentes confirmados. Si luego no acuden, se atendrán a las consecuencias. Igual que cuando llega una carta certificada y firmamos la recepción, se nos tiene por notificados.


   Lo que NUNCA se puede responder a una invitación es “Si puedo, me acerco” o, más coloquial y  antipático aún, “si me coincide, aparezco”. Si no se quiere o puede ir a un  evento o reunión, es mejor declinar amablemente (es decir, con excusa) la invitación a dejar la respuesta a medias. Y esto, por desgracia, es tan frecuente como las apariciones estelares e improvistas de gente que no confirmó o que no avisó de que al final sí acudiría... tras haber asegurado en un primer y único momento que no lo haría. Es una de las mayores muestras de egoísmo y desprecio por el trabajo ajeno.

   Por último, como nota general de convivencia y modales básicos, imagínense ir por la calle y encontrarse a alguien conocido (o apreciado o querido... todos los grados se ven afectados por el problema que se plantea aquí), saludarle y preguntar cómo está o entregarle una documentación, y que se gire y se marche sin devolver el saludo ni muchísimo menos dar las gracias. Su opinión sobre esa persona caería en picado, con total seguridad, y procurarían no tener más trato con ella, por grosera y desagradable. Así, los mensajes de texto en el teléfono móvil y los correos electrónicos también han de contestarse... siempre.  Aunque sea con una sencilla llamada perdida (que luego habrá de justificarse por correo o en persona con un “no podía hacer otra cosa, en ese momento”) o con un correo que rece “Recibido. Gracias. Un saludo”. Lo deseable es que la respuesta sea de más envergadura (no hace falta tampoco un testamento por contestación), pero siempre será mejor eso que nada, y en ambos casos, ¡es gratis!

   Como siempre, en el medio está la virtud.

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