miércoles, 7 de septiembre de 2011

Don Protocolo y Señora.

   Como bien dice el Profesor López-Nieto y Mallo, “el protocolo se basa en la desigualdad. Si no, a santo de qué tiene más precedencia una persona que otra. O por qué una bandera se coloca a la derecha y otra a la izquierda”. Efectivamente, el protocolo es la antítesis de la igualdad. Pero hay otro enfoque de la igualdad que muchas veces se soslaya en el protocolo y que afecta a la diferencia de sexos.

El Príncipe Guillermo ayuda, galante, a su esposa a bajar del coche

   En general, el protocolo es protector con las mujeres llegando a lo rayano en el paternalismo, lo cual no es deseable en absoluto. Son reminiscencias de otros tiempos  en que los cargos los ocupaba el varón, y a la esposa se le hacían ciertas deferencias, ya fuera por agasajarla en su persona, ya para conseguir con ello los favores y mecenazgos del importante e influyente marido.

   Ejemplos de ello son ciertas reglas generales de ceremonial y precedencia, o nomenclatura:

-  en una mesa, no se debe sentar a dos mujeres juntas.
-  las mujeres no deben ser sentadas en punta de mesa.
-  la mujer no debe quedarse sola en la sobremesa.
-  la esposa del Embajador recibe el tratamiento de Sra. Embajadora, pero el marido de la Embajadora no es llamado Sr. Embajador, sino “marido de”.
-  La mujer asume la precedencia de su marido, pero no al revés.

   Pero la que más me llama la atención quizás sea la norma de rango constitucional (el mayor en nuestro Estado) que establece: “La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrá asumir funciones constitucionales,...”. El Real Decreto 1368/1987, cuyo artículo 1.2 y 3 refuerza esta absurda distinción, regula los tratamientos y honores de tal modo que, como se suele decir, “El Rey hace Reina, la Reina hace Príncipe”, es decir, la consorte del Rey recibe el tratamiento de “Su Majestad la Reina” y el consorte de la Reina recibe el tratamiento de “Su Alteza Real el Príncipe” (no “Príncipe de Asturias”, que está reservado al heredero). Me resulta incomprensible.


   Por otra parte, como contrapartida a este trato de favor a la mujer, existen otras normas que la discriminan claramente. Así, en la línea de sucesión al trono, como es bien sabido, a día de hoy se prefiere el varón a la mujer, aunque ésta sea de mayor edad que aquél. Y en las invitaciones y presentaciones, a la mujer se la trata con el apellido de su marido (el matrimonio formado por Rafael Martos y Natalia Figueroa sería presentado como “Sres. De Martos” o “D. Rafael y Dª Natalia Martos” y ella como “Dª Natalia Martos” o “Dª Natalia Figueroa de Martos”), aunque esta costumbre se va perdiendo, afortunadamente.

Isabel II y Francisco de Asís de Borbón

   Considero que la evolución es inevitable y lógica, y se llegará a un momento en que las buenas maneras y el protocolo, sin perjuicio de una sana caballerosidad, olvide esta bifronte consideración, ora proteccionista ora degradante, de la mujer, y que todas las personas, con independencia de su sexo, sean tratadas con naturalidad: sin frialdad y riguroso igualitarismo, y sin diferenciación excesiva.

   Como siempre, en el medio está la virtud.

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