jueves, 14 de marzo de 2013

Fin de la Sede Vacante

   Poco más tarde de las siete era cuando el tejado de la Capilla Sixtina centró todas las miradas del mundo. Un humo indiscutiblemente blanco salía de la chimenea anunciando que un candidato había sido elegido como nuevo Obispo de Roma, y que había aceptado.

   La "fumata blanca", que llegó con la quinta votación, en apenas 26 horas después del inicio del cónclave, por poco no envolvió a una gaviota que escogió la chimenea para posarse durante casi media hora. Las campanas de Roma empezaron a repicar, seguidas de las de toda la cristiandad. Este doblar que hace 13 días despedía a un Papa renunciante, recibía hoy al nuevo Pontífice.

Diferencia entre las humaredas negra y blanca.
La primera, tomada el martes, tras la primera votación de este cónclave ya finalizado.

   Tras haber sido interrogado por el Cardenal Re, que hacía las veces de Decano, con la fórmula "Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?" (¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?) y haber establecido el nombre con el que quiere ser conocido respondiendo al "Quo nomine vis vocari?", el Maestro de Ceremonias Marini levantó acta de esta aceptación y del nombre papal. Acto seguido, se quemaron las papeletas para la “fumata blanca". 

   Mientras, el elegido se dirigió a la sacristía de la Capilla Sixtina, denominada Sala de las Lágrimas, ya que el Papa accede a ella con la emoción a flor de piel, recién nombrado. Allí le aguardaban tres sotanas blancas de distintas tallas y tres pares de zapatos con idéntica previsión, y hubo de escoger la que y los que mejor le quedaban. Cuando regresó ya revestido de los atributos pontificios, los Cardenales electores le presentaron su respeto y obediencia. 


   Mientras el Papa (que lo es plenamente por el mero hecho de la aceptación de su elección) se retiraba a orar a solas en la Capilla Paolina en presencia de la Sagrada Forma, el Cardenal protodiácono Jean-Louis Tauran encaminaba sus pasos hacia el balcón del Palacio Pontificio, aderezado ya para la ocasión con cortinas de terciopelo rojo y las columnas forradas del mismo material. Allí pronunció el tan esperado: 

"Annuntio vobis gaudium magnum: ¡Habemus Papam!. 
Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, 
Dominum Giorgium Marium Sanctae Romanae Ecclesiae 
Cardinalem Bergoglio, qui sibi nomen imposuit Franciscum". 

El escudo de armas escogido por S.S. Francisco I será bordado
en el repostero que use en sus salutaciones desde el balcón.

   Quedó así desvelado ya el secreto de la "fumata blanca", y poco después apareció ya, sencillamente ataviado, el Obispo de Roma en el balcón, para saludar al pueblo y proceder, tras unas espontáneas primeras palabras, a su primera bendición "Urbi et Orbi". Se convierte en el Papa número 266, pero primero venido de ultramar (aunque es el duodécimo pontífice no europeo), primero en llamarse Francisco, y primer jesuíta que accede al Papado. 

   En las misas de mañana ya se dirá en su Canon "y con el Papa Francisco" en vez de "y con el Colegio Cardenalicio", como se venía haciendo desde las 20:00 horas del 28 de febrero. Y como no todo va a ser histórico y ancestral, la elección del nuevo Papa también ha quedado reflejada en la cuenta oficial de Su Santidad en Twitter.


    Termina así un cónclave breve, aunque no tanto como el que desembocó en la elección de Julio II, el Papa que encargó a Miguel Ángel que pintara los frescos de la Capilla Sixtina. Sin duda, sí fue mucho más corto que el que llevó al nombramiento de Gregorio X (duró casi tres años), motivo por el cual dicho pontífice estableció la norma que le da nombre a lo cónclaves: reclusión total y cierre con llave, a fin de evitar injerencias externas y, sobre todo, dilaciones excesivas de períodos de sede vacante.

   Como siempre, en el medio está la virtud.

Imágenes de "L'Osservatore Romano"



 

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