jueves, 3 de noviembre de 2011

Mesa presidencial: nociones procesales.

   La mayoría de los eventos que tienen lugar con carácter público, es decir, aquellos que concitan a un número de asistentes más o menos numeroso, ya sean de iniciativa u organización administrativa, ya de orden privado, implica una distinción: los que están en mesa presidencial y los que no.

   El mayor quebradero de cabeza al que ha de enfrentarse un anfitrión u organizador de este tipo de eventos es “¿Quién se situará en la mesa? ¿Cuántas personas son? ¿A qué institución representan? ¿Cómo será la ubicación?”. Ármense de paciencia los que tengan que decidir, responder y solucionar estas cuestiones. El último grito en actos es el fenómeno que podríamos llamar “Que venga todo el mundo y que se sienta bien tratado”, que suele conllevar una aglomeración, una caótica e indiscriminada presencia de personalidades en la mesa presidencial, porque se juntan demasiados intereses políticos, económicos, sociales, mediáticos, y los organizadores-promotores quieren tener a todo el mundo contento... salvo al responsable de protocolo, a quien se le ocurren más de mil maneras de asesinar (o asesinarSE) ante las propuestas de sus jefes o clientes.

Mesa presidencial de la apertura del curso 2010-2011 en la Real Academia de Farmacia
   Pero, por fortuna para mí, en este caso sólo se trata de, una vez decidido el “quién” y el “cuántos”, ver el “cómo” se colocan. Para empezar, la regla general es que presida el anfitrión, es decir, el mayor representante de la entidad organizadora, salvo que quiera ceder ese honor a un invitado destacado por su rango, por su cargo, por su patrocinio o por una especial consideración.

   En una mesa con número de autoridades impar, el miembro de mayor precedencia ocupará el puesto central. El resto, se colocarán a derecha e izquierda en alternancia. El segundo, a la derecha (la izquierda, desde el punto de vista del espectador) del presidente. El tercero, a la izquierda del presidente. El cuarto a la derecha del segundo, y así sucesivamente.

Mesa de composición impar.

   En una mesa par, preside quien ocupe, de los dos puestos centrales, el de la derecha (la izquierda, desde el punto de vista de la platea). El segundo, a la izquierda del presidente, en el otro sitio central. El tercero, a la derecha del presidente. El cuarto, a la izquierda del segundo, y así sucesivamente. Como vemos, si la mesa es par, la colocación de los miembros es opuesta al caso de la mesa impar.

Mesa de composición par

   Por último, en cuanto a las intervenciones, lo primero es recordar que estar en mesa presidencial no conlleva necesariamente la necesidad de decir unas palabras. Ni mucho menos. Piénsese en la entrega de Premios Príncipe de Asturias. Hay cuatro personas en la mesa: SS.AA.RR. los Príncipes, el Sr. Presidente de Asturias y el Sr. Presidente de la Fundación. Y ni la Princesa de Asturias ni el Presidente del Principado intervienen.

   En cualquier caso, lo lógico es que el orden de discursos, en una mesa con cuatro miembros interviniendo todos, sea el siguiente:

a- palabras de bienvenida del número 1.
b- discursos de los demás miembros en orden inverso a su precedencia: primero el número 4, luego el número 3 y luego el número 2.
c- discurso final y clausura por parte del número 1.

    Si hay moderador o maestro de ceremonias, las palabras de bienvenida correrán de su cuenta, y será quien vaya dando la palabra a los distintos discursantes.

Mesa Presidencial en la última ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias

   Realmente, esto es más importante de lo que parece. No pase como en un acto académico al que asistí, organizado por una supuesta experta en ceremonial, en que el incomprensible orden de intervenciones fue: 4, 3, 6, 2 y 1. Y para mayor disparate, el 4 y el 3 hablaron desde atril, mientras que 6, 2 y 1 lo hicieron desde micrófono de mesa. Aberrante... triste y sencillamente aberrante. Pro cierto, como dato de interés, diré que la experta era... ¡¡el 6!!.

   No cuesta nada hacer las cosas bien, y si bien no será menester flagelar a los miembros de la mesa hasta que se aprendan al dedillo estas normas, sí es preciso un breve ensayo, o una nota aclaratoria a los oradores donde se resuma someramente este protocolo. Ya la sucesión de acontecimientos suele traer consigo una tendencia inexorable a que todo se vaya torciendo... imaginen si no ponemos ningún tipo de freno a que ello ocurra.

   Como siempre, en el medio está la virtud.

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