sábado, 27 de agosto de 2011

Adaptando la retina.

   Me sigo maravillando cada vez que veo una película que tenga más de 30 o 40 años. Y es que ya no estamos acostumbrados a la calidad. ¡Qué actrices, qué actores, qué guiones, qué estilismos, qué modales, qué elegancia! Nada que ver con hoy. Pero nada, nada, nada. Hoy ya no se dicen en el cine o en las series frases de más de dos o tres palabras... y si se dicen, nunca es con naturalidad. Una lástima.

   Estoy de acuerdo en que algunos de los argumentos del cine clásico eran un tanto ñoños... o que los mensajes que contenían no serían del todo recomendables hoy en día. Sin embargo, otras películas son atemporales. “Adivina quién viene esta noche”, con una pareja insuperable de colosos de la interpretación que se ven sorprendidos por un problema de tolerancia racial (su hija quiere casarse con un apuesto caballero de raza negra)... recuerda en gran medida a la reciente “Mi gran boda griega”, donde un tradicional padre ve con malos ojos que su hija quiera casarse con un “xeno”, un no-griego. Pero... ¡no hay parangón!.

"Adivina quién viene esta noche", 1967

   Lo incuestionable es que antes los diálogos eran mucho más elaborados. Y eso no implica necesariamente que fuesen cursis o ridículos... pero, claro, estar viendo un programa de sobremesa de los actuales, cambiar de cadena y ponerse a ver “La gata sobre el tejado de zinc” o “Descalzos por el parque”, de entrada, choca. Se están invirtiendo conceptos: lo lógico pasa a ser infrecuente y lo reprochable se vuelve habitual.

   Ejemplo práctico: en el dormitorio tenemos una bombilla de intensidad normal (nadie, o casi nadie, tendrá para alumbrarse un faro de xenón en pleno cuarto). Si al atardecer entramos en la habitación y encendemos la luz, no hay fogonazos insoportables, porque tenemos la retina habituada a la claridad. En cambio, tras dos horas a oscuras, si encendemos la luz, parecerá a primera vista (permítanme el juego de palabras) que la bombilla ilumina con demasiada intensidad... pero ello, lo sabemos, no es cierto. Sólo hay que esperar a que se acostumbre la retina.

"La gata sobre el tejado de zinc", 1958

   Con el tema de los diálogos y guiones pasa lo mismo. A veces, no es que el diálogo clásico sea cursi, sino que nos intoxican con tantos programas y películas poco o nada elegantes, que lo bueno, lo de calidad, es lo que se nos antoja raro. Y eso es, sencillamente, deprimente.

   En resumen, hay películas “pastelosas” que siempre lo fueron y siempre lo serán (las de Lassie son un buen ejemplo) y hay otras que a primera vista parecen serlo, pero si adaptamos la retina, comprobaremos qué error cometeríamos al no verlas.

   Como siempre, en la mesura está la virtud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario